29.- Chantarel. (Orlando, fragmento)
Dejó a Cawty tras mirarla con una dulce sonrisa desde la puerta, aún descansaba tumbada en la cama pero él no podía permitirse otro tanto, tenía la agenda muy apretada. Pasó como un ciclón por la cocina para tomar un bocado rápido, tenía hambre y sabía que le esperaban al menos dos horas de concentración y trabajo psicológicamente extenuantes. Las chicas le estaban entrenando y esperaban que él diera el cien por cien, así lo entendía y así quería responder, llevarle en la misión significaba una enorme responsabilidad. Sabía que sus maestras tenían que conseguir un espía aceptable en un tiempo record y no iba a fallarles. Comió rápido dejando atrás los momentos de placer vividos con Cawty para concentrarse en el trabajo que le esperaba a continuación, empezó a recordar a Hellberg, a verle moverse en su cabeza tal como él tendría que hacerlo en breve, bebió un gran vaso de agua y suspiró, Chantarel era la más exigente.
Cinco minutos más tarde Orlando se reunió con ella en la habitación tras la mesa de Green. Chanty volvió la cabeza y le miró enarcando una ceja.
-Llegas tarde.
-¡No! –miró su gran reloj negro y plateado- Dos minut… -prefirió dejar el tema ya que su sentido común le aconsejaba no contradecir a la persona que le tenía en su poder hasta la hora de la cena.
-Ha llegado la ropa, empezaremos con ésta. –Se acercó y le alargó un conjunto de los tres que tenía en la mesa, perfectamente doblado, culminado por un cinturón y algunos accesorios más.- Cámbiate. Vamos, espabila que no tenemos todo el día.
Sistemáticamente vieron los videos una y otra vez, y ensayaron. Con el tercer cambio de ropa repasaron a fondo otro de los videos, en este se veía a Hellberg durante un buen rato, estaba de pie, a la puerta de un comercio y esperaba a su secretaria. Orlando, frente a la pantalla gigante se movía exactamente igual que él, la ropa era idéntica, copiada en un tiempo record por alguno de los proveedores de las chicas. Como si se tratara de un espejo, el actor reproducía los tics, los movimientos de cansancio o de aburrimiento con un gran dominio. Chantarel no obstante descubría pequeñas imperfecciones y le corregía cada poco tiempo.
-La mano… la derecha quieta, así… no te inclines tanto… ese gesto es al revés, hazlo otra vez…
Orlando se sentía buen actor y se esforzaba pero la perfección que pretendía Chantarel siempre quedaba un paso más adelante de sus progresos.
-Mimetismo… mimetismo… siéntete Hellberg…
Orlando gruñó para sus adentros reproduciendo aquella dichosa palabrita que tanto le gustaba a su maestra.
-Estás tenso… relájate –se acercó a él. Con la altura incrementada por los talones alzados en los zapatos le sacaba bastante altura a Chanty. –Dóblate hacia delante, deja caer los brazos –la obedeció, se inclinó despacio soltando algo la tensión.- Respira… -ella le tocó el cuello con leves presiones, notó un cosquilleo agradable desde las orejas hasta los hombros y luego le clavó un dedo en el deltoides, reprimió un quejido, porque el dolor lacerante fue muy breve y porque le había dejado sin respiración, pero cuando ella sacó el dedo de su músculo y el aire le entró de nuevo en los pulmones notó un gran alivio, un gran descanso que le recorrió todo el cuerpo.
-Suelta los brazos, así. Lo siento, sé que te ha dolido, necesitaba relajarte, y ahora arriba. Sacude la cabeza despacio. Da un patada una patada al suelo.
-¿Qué?
-Da una patada, fuerte. Creo que llevamos demasiado rato y estás envarado. Da una patada al suelo.
Le obedeció y su pie derecho golpeó algo el suelo delante.
-Eso no te soltará. Más fuerte y grita.
-¿Qué grite? ¿El qué?
-Lo que sea, Cawty y Hesperia te han enseñado a gritar en el tatami ¿no? Grita así, un grito fuerte y escupe algo que te moleste. Vamos escúpelo y da una buena patada al suelo.
Notó el rugido naciendo en su estómago y lo dejó salir mientras golpeaba el suelo tal como quería Chantarel.
-¡¡¡Mimetismo!!!
La vio reír y tras un segundo se contagió él también.
-Ya veo como te gusta, y ¡funciona!, te prestaré –añadió con especial énfasis- “mi palabra”, para cuando estés envarado. Y ahora volvamos al deber. Lo atrasaré a cuando ella sale y empiezan a caminar.
Vio a Orlando mirarla como un niño al que se le quita la piruleta que le acabas de dar y le muestras de nuevo los cuadernos de deberes. Consiguió a duras penas reprimir algunos exabruptos para volver a concentrarse en la tarea y meterse otra vez en la piel de David Hellberg. En el fondo, a Chantarel le divertía demasiado el papel de poli malo como para tener queja de la parte del entrenamiento que le había tocado. Le encantaba su trabajo con Orlando, le gustaba verlo tan cansado que le costaba cualquier movimiento, las miradas airadas o las que la acusaban de injusta cuando ella se excedía en su perfeccionismo. No sólo era entrenamiento para representar al objetivo, también estaba llevando a cabo un experimento imprescindible, tenía que averiguar cuánta presión era capaz de aguantar, si el globo estaba demasiado lleno, si explotaría y cuándo explotaría.
Continuaron cerca de una hora más, Orlando reprimió cualquier queja, se sumergió dócil como un esclavo ante su dueña. Poco a poco Chantarel fue intensificando de nuevo la presión.
-Bien, ahora de nuevo, camina… quiero que seas Hellberg, no me mires, camina vamos… eres él, estás en Pekín, ¿sientes que estás allí? estás viendo la calle… mira arriba, bosteza… coge el periódico… lo acercas demasiado a la cara… bájalo, así, lee un poco… ahora ve hacia la silla… siéntate, sigue leyendo… vas muy rápido… ¿estás leyendo de verdad?... rápido… vas rápido, ralentiza…
Orlando levantó la vista. Su tez clara tenía una ligera coloración, Chantarel sonrió en su interior y se preparó para la explosión de la burbuja. El abrió la boca pero aún tardaron las palabras en salir, Chantarel supo que estaba contando, bien, estaba haciendo lo que tenía que hacer, estupendo. Por toda muestra de lo que pensaba sólo sus ojos brillaron satisfechos. Orlando habló por fin, lentamente y en tono bajo masticó las palabras.
-No sé por qué, siempre había tomado a broma que las chicas te asociaran a conjuros y al vudú. –Dejó sus pupilas clavadas a las de ella- Supongo que no falta mucho para el próximo aquelarre y estás especialmente motivada…
Chantarel no pudo más y rompió a reír a carcajadas.
-Creo que nunca me habían llamado bruja con un circunloquio tan grande. Lo siento, hoy tenía que ser especialmente dura. Siento haber sido una autentica bruja contigo, era necesario. Pero por si lo quieres saber sí lo soy, efectivamente soy una bruja.
-¿Una bruja estalinista, por más señas?
-No –volvió a reír de la ocurrencia- era una bruja auténtica, o sea, falsa. Ya te lo contaré, siento que estés agotado. Hoy tenía que ser un día extenuante, es el ensayo final, ¿no lo llamáis así? tenía que forzarte al máximo. Pero ha terminado, ha ido muy bien, estás preparado. La bruja estalinista ha quedado satisfecha así que puedes cambiarte.
Le alargó la ropa y Orlando la obedeció, salió un momento después
-¿Y qué es eso de ser una bruja falsa?
-Pues… esa era mi vida… hace unos años teníamos un gabinete esotérico, Cibercat y yo. Me dedicaba a eso… echaba las cartas, leía el aura, adivinaba el futuro en una bola de cristal, contactaba con parientes difuntos… y en general todo cuanto puede buscar un cliente en una medium. Cibercat se encargaba de la parte técnica, de los efectos especiales y lo hacíamos muy bien. Los clientes salían satisfechos, normalmente iban buscando consuelo o autoestima, y ambas cosas las encontraban sin escatimar en nuestro gabinete.
-¿En serio? ¿Y cómo decide uno dedicarse a eso?
-No se decide, como ser abogado o médico, claro, en nuestro caso surgió. En el instituto me descubrí una cualidad innata para decirle a la gente lo que quería oír. Yo era muy tímida, de una timidez patológica, ¿has visto la película “Zelig” de Woody Allen? –Chantarel comenzó a reír de nuevo- así era yo, como el protagonista, creo que si hubiera sido posible, yo también habría sufrido transformaciones físicas para asemejarme a otros. De pronto ese defecto que me hacía tan insegura se convirtió en una fuente de poder, no estaba aislada, todo lo contrario, era amiga de todos, empezaron a decir que yo adivinaba cosas, que tenía poderes. No era de las chicas más deseadas pero era amiga de ellas y confiaban en mí, me contaban cosas y yo administraba esas informaciones con una notable inteligencia y beneficio.
Orlando la miraba con gesto divertido.
-Sigue… ¿qué pasó?
-Me compré un tarot y empecé a echar las cartas a las amigas, a Cibercat le encantaba observarme, nos hicimos amigas, a ella le divertía muchísimo porque es completamente escéptica, así que se convirtió en el gancho, observaba a la clientela y empezó a hacer pequeñas cosas para hacerlo más creíble. Ciber tiene dos pasiones, la electrónica y el alpinismo. Ella “creaba el ambiente”. De pronto, un día nos vimos alquilando un local y haciéndonos publicidad, así comenzó, empezaron a acudir clientes. Descubrimos que la gente que recurre a videntes quiere creer, nosotras sólo se lo poníamos fácil. Nunca nos aprovechamos demasiado, digamos que ofrecíamos un servicio y lo cobrábamos, igual que otro especialista, y a quienes les sobraba más, le aligerábamos la carga más. –le sonrió- Al fin y al cabo, el dinero no la felicidad.
-Y ¿qué hacíais? ¿cómo conseguías saber lo que querían oír?
-Desde luego no era telepatía, no tengo poderes, pero la observación suplía el ochenta por ciento de las facultades paranormales. Y a medida que lo necesitábamos estudiamos algo de psicología, de interpretación… después empezamos a grabar las sesiones, y las estudiábamos a fondo, sobre todo cuando el trabajo era especialmente lucrativo. Aprendimos a distinguir cuando nos mentían, cuando estaban contando sólo la mitad, o cuando venían por otros motivos.
Luego, en un momento dado algo cambió. Empezamos a tener más clientes que buscaban familiares con los que habían perdido el contacto. En vez de difuntos los que querían encontrar eran “vivos”: esposas o maridos que se habían fugado con los ahorros, socios que les habían estafado o parientes con pasta de los que no habían tenido noticias en muchos años. Como último recurso, acudían a videntes, y nuestro trabajo fue transformándose poco a poco en hacer de detective, aunque seguíamos manteniendo la parafernalia del ocultismo. Eso intimidaba y también nos hacía descubrir a algunos clientes con intenciones “oscuras”.
-Pero supongo que algo ocurrió para traerte hasta aquí.
-Sí. Nada dura eternamente. Nos fue muy bien por mucho tiempo hasta que un día metimos la pata, un cliente descubrió la parte electrónica, aún no sé cómo pudo pasar… quizá teníamos demasiada confianza, nos relajamos… no sé, lo cierto es que nos denunció por estafa. Tuvimos que tomar una decisión a toda prisa, no sabíamos exactamente de qué nos podrían acusar. No sabíamos si todo quedaría en un juicio rápido y una compensación económica o estábamos a punto de dar con nuestros huesos en la cárcel. Aunque de cualquier manera el negocio había terminado, nos decidimos por la huída, desaparecimos. Al menos, habíamos tenido el sentido común de no tener nada con nuestro nombre real, ni el alquiler. Así que nos esfumamos en la niebla, reconozco que no fue muy digno pero se trataba de nuestro pellejo. Seguí a Cibercat hasta el Himalaya, de nuevo la vida nos hacía dar un giro completo y Ciber marcó el destino esta vez. Hacía escalada desde pequeña y hablaba todo el rato de subir los catorce ocho miles… de que tenía que intentarlo al menos. Nos afincamos en Katmandú…
El intercomunicador comenzó a vibrar y a moverse sobre la mesa donde lo había dejado al llegar, Lunkel le estaba llamando.
-Lu, ya, ya… las pruebas de los dispositivos… llego en cinco minutos.
Le sonrió a Chantarel.
-Me debes el final de la historia, me encantaría saber cómo conocisteis a las demás… y otra cosa… me encantan las brujas, las que son tan perversas me ponen muchísimo… –se acercó para besarla. Chanti le detuvo poniendo un dedo en sus labios.
-Es mejor no disminuir la tensión ahora que estamos a punto de irnos, no podría relajarme… habrá otro momento… -esbozó una sonrisa.
-¿Te he dicho que me gustan mucho las mujeres en tensión?...
Chantarel dudó un segundo pero atrajo su cabeza con las dos manos y le dio un beso largo e intenso, aunque cuando él se pegó a su cuerpo y comenzó a morderla, lo separó un poco.
-Vamos lárgate, tienes más compromisos… -rio- y yo… no puedo relajarme… ahora, quiero decir.
En la puerta todavía tuvo tiempo de gritarle
-¡¡Bruja!!
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