Orlando (fragmento)
-Lalaith me gustaría que me hicieses algunas fotos en un lugar concreto. Allí tuve un cúmulo de sensaciones muy fuertes. Si vuelve a ser igual o parecido, querría verme a través de tus ojos
-¿En las mazmorras?
-Sí.
-Iremos, creo que es perfecto, -los ojos de Lalaith se estaban iluminando por momentos- va a ser genial. Tenía que habérseme ocurrido.
Atravesaron el portón de madera y se alejaron por los pasadizos. Orlando creía que esta vez no lo notaría tanto ahora que ya conocía el lugar, cuando toda la sensación de opresión le cayó encima de nuevo. A pesar de que la temperatura allí era como diez grados menos, su frente se perló de sudor mientras caminaba a buen paso detrás de Lalaith que quería llegar a una celda en concreto. Al menos, pensó, esperaba que ella fuera capaz de captar cuánto le impresionaba aquel lugar.
La celda era una de las medianas. Igual que en las demás, las paredes de piedra estaban mugrientas y frías, y en algunos puntos rezumaban humedad. Aún quedaban grilletes clavados en la pared frontal colgados de cadenas, y argollas para levantar los brazos de los prisioneros. Orlando comprendió que era la celda donde mejor se habían conservado, posiblemente porque llegaría menos humedad a aquella pared que a las otras. Notó que el vello de sus brazos se había erizado y comenzaba a hacerlo el de la nuca, Lalaith se volvió a mirarlo y le fotografió. La expresión del actor ya transmitía una angustia más que palpable, le vio tragar saliva mientras observaba a su alrededor. Lalaith colgó los candiles que habían llevado en otros salientes de las paredes y estuvo cambiando algunos, para conseguir la combinación de penumbra y luz que quería.
-Creo que vas a lograr fotos muy buenas. –respiró hondo varias veces. -¿Qué hago?
-Ponte allí, junto a los grilletes.
Orlando caminó despacio y con cierta desgana.
-Me gustaría… que…
-Quieres que los toque ¿verdad? –jadeó- Está bien. Se nota que me afecta ¿no?, creí que esta vez no sería tan fuerte.
Los miró unos instantes como si algo invisible le retuviera, y le pareció que su brazo pesaba el doble mientras lo subía y lo acercaba al metal. Muy despacio alargó los dedos y los deslizó por la superficie curva, igual que Frodo hacía con el anillo de Sauron. El tacto le pareció frío y desagradable, raspaba en algunos lugares. Con lentitud extendió la mano entera sobre el metal, se volvió hacia Lalaith que seguía estudiándolo a través de la mirilla.
-¿Sería mucho pedir que me dejaras colocártelos?
-¿Esto? –suspiró- Claro… está bien.
-Pero… estás un poco pálido…
-No. No pasa nada, no puede afectarme tanto. Me los pondré en las muñecas si es eso lo que quieres. Hasta ahora creía que sólo le tenía fobia a los cerdos. -Abrió uno de los grilletes y apretó los dientes por el sonido chirriante, a la vez que aumentaba aún más en Orlando la sensación de náusea, metió la muñeca dentro y lo cerró con la mano libre.-El otro tendrás que ponérmelo tú. ¿Qué tal? ¿Te gusta la performance? –intentó sonreír y que pareciera una broma pero no consiguió más que una mueca. Lalaith se alejó un poco y le estudió a través de la cámara. Orlando la vio torcer un poco la boca.
-¿Qué?
-Tu ropa. – sacudió un poco la cabeza- Está fuera de lugar.
-Me la quitaré.
-Pero hace frío aquí. No quiero que enfermes.
-Estoy acostumbrado. Y además, quiero que hagas esas fotos, porque quiero copias para mí. Voy a conservarlas en casa, te lo juro, y no quiero repetir esto, vamos, sigamos adelante.
Orlando se quitó el jersey y la camiseta, después se quitó las botas y los pantalones, se miró un momento los calzoncillos y miró hacia Lalaith, ella no le había visto desnudo, tuvo un instante de pudor, después miró hacia los grilletes y supo lo ridículo que estaría con ellos puestos, bajó de nuevo la cabeza y se los quitó, se quitó los calcetines y la miró.
-¿Lista?
-¿No… te importa…?
-No.
-¿Puedo… fotografiarte… así, sin ocultar nada?
-Hazlas como quieras, no me importa, al fin y al cabo, el cuerpo de un actor nunca es suyo del todo, -hizo un amago de sonrisa- siempre tiene que compartirlo.
Lalaith le sujetó las muñecas en los grilletes y tiró de las cadenas, tensándolas un poco y haciendo que los brazos de él quedaran algo más arriba de los hombros, movió las luces y se alejó unos pasos. Los músculos de los brazos se veían especialmente bellos en la penumbra. Comenzó a hacerle fotos de forma febril.
Un poco después Orlando inclinó la cabeza sobre el lado derecho y sus rizos cayeron ocultando parte de su cara, cerró los ojos, mantenía la mandíbula tensa y volvió a percibir como una oleada, todo el dolor que encerraban aquellos muros, su frente notó de nuevo el sudor mientras su espalda se helaba al contacto con la piedra. Lalaith consiguió que la luz transformara su cuerpo en una figura de bronce y siguió dando vueltas a su alrededor, acercándose, alejándose, mientras sonaba únicamente el click de la máquina. Se tumbó en el suelo para sacarle las últimas. Desde abajo su cara crispada, con los ojos cerrados, estaba tan transida de pena que ella se sintió de pronto en el mismo trance que le había atrapado a él. Dejó la cámara en el suelo y sin ruido, se acercó de rodillas hasta quedar al lado suyo, le miró desde allí como si fueran otros, dos extraños, que hubieran existido hacía muchas décadas.
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