11/12/2022

 


                            Orlando (Fragmento)



Orlando no tenía para nada claro de qué mujer se disfrazaría en la fiesta de travestidos, ni de hecho le resultaba cómodo pensar en nada que tuviera que ver con ese momento, que cada día se acercaba más.

Podría ser simplemente una mujer maquillada, con ropa femenina y pelo largo o preparar algo más elaborado, como las chicas, que iban a disfrazarse de sus personajes. Viendo todo lo que se afanaban, no podía más que aceptarlo y no darle muchas vueltas. Sabía que no paraban de hacer encargos, aunque a ninguna se le escapó ni una pista de cual iba a ser su disfraz.

De pronto una mañana comprendió que no podía demorarlo más y que tenía que tomar una decisión. Entonces primero pensó en sus compañeras de trabajo como por ejemplo en El Señor de los Anillos, aunque quizá esos ropajes no fueran lo suficientemente femeninos. Después pensó en sus actrices favoritas, quizás algún papel de Audrey Hepburn a la que adoraba, sobre todo en Desayuno con Diamantes. O podría también convertirse en Gilda, diosss, su cerebro derrapó, eso sería casi pecado. Ese fue el momento de auténtica revelación y por primera vez empezó a animarse.

El baile en todo este tiempo no había conseguido entusiasmarlo, era demasiado catártico y no estaba seguro de cual sería su reacción. Nunca se había disfrazado de mujer y nunca había pensado en hacerlo. Tampoco imaginaba a las chicas disfrazadas de él, aunque estaba seguro que estarían perfectas. 

Por otro lado pensaba que era igual que lo que él había hecho con Green, y que también, de algún modo, sería catártico para ellas, sentirse en la piel de sus personajes por unas horas. Todo eso lo ponía nervioso.

Al pensar en Gilda  imaginó el vestido negro palabra de honor, que tendría que rellenar con un buen sujetador con prótesis para resultar creíble aunque por otra parte, tenía la ventaja de que al ser largo hasta los tobillos no tendría que depilarse las piernas, algo sobre lo que también había pensado y que suponía que Lalaith le obligaría.

Bueno Gilda era una buena opción, claro que no admitiría cantar “Put the blame on Mame boy” bajo ninguna presión, rió para sí.


Orlando se decidió a comentarlo con Lalaith ya que ella le maquillaría y se encargaría del traje. Las otras opciones en las que había pensado no acababan de gustarle y siempre volvía a la idea de Gilda pero quería saber la opinión de ella. Lalaith le sorprendió con un entusiasmo y una aprobación radical.

-Me encanta. Es un personaje y una película que siempre me ha fascinado. Con ese blanco y negro esplendoroso. Y Gilda es una mujer empoderada, valiente, que vive su sexualidad de forma libre, aunque por la época en que se rodó la película, tienen que acabar con el happy end, y a pesar de la bofetada que ahora es imposible de justificar, para mí es una mujer muy libre y con una fuerza increíble. Me gusta tu elección y será fácil maquillarte con una peluca muy abundante. Y el vestido es tan sexy que las otras van a flipar.

-Así que voy a estar en franca minoría, siendo mujer, y con ese vestido tan sexy no sé si voy a tener que defenderme de vosotras… aunque hayáis sido mis amantes. O quizás exactamente por eso, os consideraréis con plenos derechos.

Los dos se echaron a reír.

-Es cierto -le dijo Lalaith- ahora vas a estar al otro lado. Nunca te habrás imaginado siquiera en la piel de una mujer acosada o como acosador, tú eres un amante delicado y comprensivo y eso te será ajeno, pero aún muchas mujeres dudan al ponerse un vestido de fiesta por si tendrán a muchos moscones pensando que es un ofrecimiento.

Orlando asintió aunque no tenía un conocimiento profundo, había visto a tipos infames acosar a chicas y hasta alguna vez tuvo con sus amigos que parar a alguno y echarlo del bar. Pero nunca había pensado en ser la chica, la acosada. Ese era una cara del poliedro de sensaciones en la que hasta ahora no había pensado, una faceta más del baile en la que no había reparado.




Lalaith encargó el vestido de seda negro, hizo que la abertura de la falda quedara algo más baja ya que el actor prefería no enseñar demasiado las piernas. Igualmente encargó la peluca y la escasa bisutería, idénticas a la que Rita Hayworth llevaba en esa escena, le encargó dos pares de zapatos, uno con un tacón considerable y otros parecidos pero sin tacón porque imaginaba que no aguantaría mucho los primeros. Le costó un esfuerzo sobrehumano no desvelar el disfraz de Orlando aunque hubo muchas sutiles y camufladas interrogaciones. Lo soportó estoicamente hasta que llegó el día. 


Estaban todos tan excitados como los niños de una clase el día de la fiesta de fin de curso. Ni en la comida hubo conversaciones interesantes como otros días, todos estaban absortos, ninguno quería que se le escapara una pista de cómo iría y a veces costaba mucho. Lo que estaba claro es que iba a ser la fiesta más épica y bizarra celebrada en el castillo. Así que terminaron pronto y se fueron retirando. 

Por suerte para Lalaith muchas de las chicas se maquillaron solas, ella llevaba años enseñándoles trucos y técnicas. Así que pocas pasaron por su taller, dejando al actor para el ultimo, justo antes de ella misma.

El resultado fue brutal. Orlando miraba al espejo y no conseguía que su cerebro aceptara que era él quien estaba bajo aquel disfraz. Los ojos agrandados con el maquillaje, pestañas postizas, con bastante rimmel, el pelo pelirrojo que era terriblemente sensual y se derramaba en bucles esponjosos a los lados de su cara, sus labios habían cobrado una carnosidad y volumen que le eran completamente ajenos…

El vestido igualmente era prodigioso, llevaba rellenos en la cadera y el busto, recreando el cuerpo de la actriz, tan bien logrados, que al tocarse, al pasar las manos por su cintura y sus caderas, se empezó a sentir, de alguna forma, una mujer voluptuosa, una mujer fuerte, que podía poner a muchos hombres a babear por tenerla y que ella, como Gilda, podía despreciarlos entre risas. Incluso sintió de forma extraña que esa mujer también le excitaba a él. Y con ese pensamiento, que lo perturbó bastante, se marchó para su habitación, Lalaith quería que bajara el último. 


Cuando lo avisaron al intercomunicador respiró profundamente, seguía siendo una situación que nunca había imaginado vivir. Le excitaba aunque le provocaba sentimientos muy dispares. Cogió los dos pares de zapatos y descalzo, por precaución, bajó las escaleras con cuidado porque el vestido también le limitaba algo los movimientos. Antes de entrar en el salón grande, que nunca habían usado estando él allí, y que habían preparado especialmente para esa fiesta, volvió a respirar hondamente, notó que el vestido, con las prótesis del pecho, no le permitía tampoco llenarse completamente de aire, y eso le hizo pensar en la opresión de tantas mujeres, tantos siglos… pensó en ellas, a través de los años, intentando desprenderse de tantas sujeciones, de tantas cosas que las oprimían, corsés, fajas, cambiando la ropa, cambiando leyes, con tanto sufrimiento. El conocía la historia de las sufragistas de su propio país pero quizá hasta ese momento, no había sido tan consciente del tremendo esfuerzo, de la heroicidad de aquellas mujeres que antepusieron conseguir poder votar a todo, a sus familias, a sus hijos, a sus trabajos basura, a su respetabilidad, a su lugar social. A su vida en algún caso. O la misma Rita, obligada a transformarse para ser más sexy y guapa, a veces con métodos crueles, para encajar en las películas americanas, y que según bastantes rumores, su padre no sólo la había manipulado y explotado haciendo de manager si no que también había abusado de ella.

Para ser la primera vez que se disfrazaba de mujer de pronto estaba sintiendo como propias la indignación de la falta de igualdad, la falta de oportunidades al buscar trabajo, la invisibilización de tantas artistas brillantes, hasta sus propias compañeras teniendo que mendigar que mejoraran sus sueldos, que nunca se igualaban… De pronto sintió un enorme asco y se sintió desligado de su género, con una gran aversión y lejanía. Se sintió Gilda, y los últimos minutos antes de entrar en el salón le costó cambiar de ánimo, porque lo que habían preparado era una fiesta, joder, un encuentro diferente pero sobre todo lúdico, y la finalidad era divertirse y no aparecer con un cabreo sordo in crescendo. Imaginarse entrando en el salón con aquel enfado y cerrando de un portazo le hizo sonreír y le puso del humor correcto.

Respiró de nuevo profundamente y se dijo:

-Vamos allá.




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