Orlando (fragmento)
Lalaith avanzaba deprisa y el grupo la seguía, Orlando empezaba a estar impaciente por descubrir qué nueva sorpresa le esperaba, por fin ella alcanzó el final de la escalera y de nuevo otro pasillo. En ese momento, Orlando no tenía la más remota idea de en qué lugar de las tripas del castillo estaba, ni cómo llegar allí, pero sería el único, Lalaith no había dudado ni un segundo. Siguió internándose alumbrándose únicamente con la lámpara de aceite, llegó al final del pasillo y abrió otra gran puerta de madera. De ninguna manera estaba preparado para lo que iba a ver, después de los pasadizos secretos, mazmorras medievales auténticas y un torreón reconstruido casi a la perfección, azotados por la lluvia y el viento, bajo los rayos y los truenos, mojados y helados, de pronto, tras la puerta, un remanso de paz, un lugar vasto donde se percibía mucho calor y en el centro, un cuadrado de al menos 15 metros de lado, calculó, donde increíblemente, había agua y parecía caliente.
La -¿Increíble? No, tenemos una terma. Hay un manantial de agua caliente cerca, Lunkel ideó un sistema para que el agua fluyera constantemente dentro y desagua por otro conducto hacia la salida del manantial. Así nuestra piscina se mantiene caliente siempre y limpia. Tócala.
Orlando estaba maravillado, le daba un poco de vergüenza confesar que estaba tan congelado como las demás y desde luego sumergirse en aquel agua era lo más apetecible que pudiera pensar.
Lalaith trajo toallas de un armario para todos.
La -Reaccionad de una vez. Apagaremos las lámparas, no hay luz natural aquí, así que estaremos completamente a oscuras, nos quitamos la ropa y nos tiramos al agua, hay espacio más que suficiente para todos. recordad donde dejáis vuestra ropa y el que se harte se puede salir y secarse. Orlando, la sensación de estar sumergido en agua caliente y no ver nada, también es muy fuerte pero sé que te va a gustar.
O -Por mí está bien. Me parece buena idea.
A -¿A qué estamos esperando?
R -A la de tres soplamos todas las lámparas ¿Ok?
Cogieron las toallas y se distribuyeron alrededor de la piscina, las dejaron cerca del borde donde podrían encontrarlas fácilmente. A la de tres soplaron todos y las luces se extinguieron con un corto temblor. Orlando escuchó sonidos de cremalleras, chasquidos de jerséis que se despegaban del cuerpo y no esperó a oír nada más, estaba deseando meterse allí, se quitó los zapatos, los calcetines, los pantalones y el resto en un minuto. Tocó el bordillo con la mano para asegurarse de donde estaba y se sentó. Despacio estiró un pie para ver a qué temperatura estaba el agua, éste se recubrió de un fluido algo más caliente que su sangre. Ya sin miedo empezó a meter el resto de su cuerpo y a notar una sensación de placer nuevo que le subía a oleadas. Se sumergió completamente. Desnudo como estaba, bajo el agua, parecía sentir una caricia que se extendía por toda su piel, el calor le reanimaba cada miembro, cada músculo. Sabía que había cabinas en algunos spas que simulaban estar en el vientre materno, pero también sabía que eran pequeñas, no podrían compararse en absoluto con lo que él estaba sintiendo, al poco se deslizaba por el agua con toda libertad y la desorientación le provocaba un leve aturdimiento que aumentaba el relax.
De pronto notó otra piel que le pasó rozando y en ese momento fue consciente de que no estaba solo, que las chicas desnudas compartían a oscuras la terma con él, no había pensado en eso, concentrado como estaba en sus propias sensaciones. Nadie hablaba, pensó que estarían igual que él deleitándose y entrando en calor, de nuevo sintió que le rozaban, esta vez parecía una pierna que al nadar había pasado al lado suyo. Algo después volvió a notar una presencia detrás, unas manos le tocaron la espalda, los brazos y siguieron deslizándose cercándolo y después acariciándole el pecho. Pensó que Amelie le había encontrado, se giró para buscar sus labios en la oscuridad, tocó su pelo mojado, sus hombros y la sujetó mientras su boca no tenía dificultad en aprisionar la de ella y sin ningún ruido morderla a gusto, con su mano derecha buscó sus senos para acariciarlos y besarlos cuando cortó el movimiento en seco. Los pechos de Amelie habían aumentado y no tenían la misma forma, en ese instante estuvo seguro de que no era ella, retiró la mano que aún recubría a uno de ellos un tanto azorado, pero la propietaria la encontró y la llevó de nuevo al mismo lugar mientras dirigía con la suya una caricia para sí misma con la mano de Orlando. No duró demasiado, ella pegó su cuerpo cuanto pudo al de él y le besó antes de alejarse nadando.
Aún estaba algo confuso cuando empezó a notar que alguien se acercaba de nuevo desde otra dirección, en una situación parecida a la de antes, una de las chicas llegó hasta él y le tocó comprobando que era Orlando. En un tono casi inaudible éste le dijo:
-¿Amelie?
Escuchó una ligera risa mitigada, prácticamente ahogada, y la boca de ella fue a su pecho y lo recorrió con los labios, bajando hasta el agua, entre el borboteo de su respiración al soltar el aire escuchó la respuesta que pretendía, igualmente susurrada.
-No
Notó la boca de ella bajo el agua como seguía recorriendo centímetros de su piel hacia abajo y se descubrió paladeando aquella situación extraña. Sabía que Ulises no había llegado ni siquiera a ver a las sirenas, pero la situación le recordó a él por algún motivo, se veía a sí mismo como un Ulises sumergido en medio del mediterráneo cercado por aquellas criaturas que le deseaban. Las sirenas de Ulises tenían hambre y las sirenas de Orlando también. Mucha hambre. Su obligación debería ser satisfacerlas y esa idea le gustaba. Doce, como los trabajos de Hércules, doce sirenas, doce diosas para él.
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