Orlando (Fragmento)
Orlando miró como Nibbi avanzaba agitada por el pasillo y caminó despacio detrás de ella aún con la sonrisa leve y maligna dibujada en sus labios. Estaba siendo un poco malo, las chicas le estaban despertando su lado oscuro, su lado perverso y eso se estaba convirtiendo en adictivo. Fue sin prisa hacia el comedor y decidió esperar allí a que llegaran para la comida, se acercó al ventanal y aunque el sol era tímido aquella mañana, era agradable sentir el calor en la piel.
A través de los cristales vio que Amelie llegaba desde el prado y se acercaba a la puerta principal, seguramente había ido a dar un paseo, sonrió, la dulzura de ella hacía sentir bien al mirarla. De pronto el rostro de ella se animó, la vio sonreír con una gran alegría y acelerar el paso, un momento después otra chica salió a su encuentro caminando también deprisa, reconoció a Hesperia. Las vio abrazarse durante unos momentos. Se separaron sólo un poco, para hablar, aunque no podía entender lo que decían. Amelie hablaba y gesticulaba con las manos y Hesperia la escuchaba atenta, y reía, después volvió a abrazarla y le dio un beso en la frente. Supo que estaban hablando de él, que estaban hablando con cariño, que entre ellas había un lazo de ese mismo cariño que había aumentado al compartirlo a él, todo lo contrario a lo que podría pensar cualquiera. La reacción de alegría de las dos le conmovió profundamente, tanto que se notó los ojos húmedos
Orlando pensó si él sería capaz de hacer otro tanto. Si la situación fuera que una sola mujer, cualquiera de ellas dos, por ejemplo, estuvieran con una docena de hombres allí, en el castillo, ¿podría comportarse él de esa forma?¿Sentiría afecto por otro hombre que besara y tuviera sexo con Hesperia o a Amelie? No creía de que pudiera sentir algo positivo por ninguno de los otros. Ese estado es el que había buscado en el budismo, sentir amor y sentir paz, no sentir miedo, no sentir rabia o celos, envidia, cólera… Había gente que pensaba que sólo era promoción, que su diferencia era el budismo como para otros actores es hacer política o labores sociales, que eso les otorgaba una personalidad atractiva con la que después conseguían papeles. En su caso no lo era, se había acercado al budismo buscando equilibrio, los contactos que había tenido en su vida con personas que lo practicaban le habían transmitido serenidad y él esperaba conseguirla con la meditación y los consejos de un maestro.
Y sin embargo ellas sentían así, se sintió afortunado, y sintió como en su pecho crecía un sentimiento hacia las chicas y se extendía por el aire hacia todas las cosas.
La puerta se abrió y entró Cawty, la miró sonriendo.
-Hola.
-Hola, ¿Estás aquí sólo?
-Sí, estaba esperando que llegarais.
-Orlando –Cawty lo miró con interés- estás… radiante.
-Sí –respiró hondo- me siento radiante. Ven aquí –la estrechó contra él y le dio un beso en la sien. –tengo un ataque de cariño universal. –Cawty rió con él de la expresión pero se sintió muy cómoda entre sus brazos. Levantó la cara un poco y le besó la mejilla. Se separaron y él estuvo estudiando cómo iba ella vestida, Cawty llevaba una especie de túnica negra hasta los pies y una chaqueta corta de lana también negra, un cordón negro en su cuello con un pequeño colgante. Tenía la piel tan blanca como la de Amelie y el pelo negro bastante corto. El día anterior también había utilizado el mismo color.
-¿Siempre vistes de negro o ha sido casualidad?
-No. Siempre visto de negro, me hace sentir bien. –Cawty se acercó al ventanal y miró afuera.
-¿No te pasa nada si te da el sol? –Orlando se fijó en su nuca
Cawty empezó a reír de nuevo.
-No me habían dicho las chicas que eres tan chistoso.
-¿Tienes un tatuaje en el cuello? –ella se volvió.
-Ehhh sí… empieza en la nuca, es… un poco grande.
-¿Puedo? –Se acercó de nuevo a Cawty.
-Sí, tendrás que abrir un poco –se quitó la chaqueta y dejó hacer a él con los botones, el tacto de sus dedos la acariciaba y empezó a sentirse rara y muy a gusto, disfrutando las sensaciones.
El le descubrió hasta media espalda, se quedó admirado de la figura.
-Es precioso el ángel. No lo había visto nunca antes, te lo ha hecho un artista, ha quedado magnífico. Le deslizó el dedo por la figura y acabó en el omóplato de Cawty, ella tuvo que hacer un esfuerzo para quedarse quieta y cuando él comenzó a abrocharle los botones pudo por fin volver a respirar. Lo que decían las chicas era cierto que la cercanía de Orlando provocaba reacciones, nadie se quedaba inmune.
-Vaya, así que no te habían hablado de mi sentido del humor. Se olvidan de lo más importante, y seguro que te han contado un montón de chismes…
Orlando se paró, no quería haber dicho exactamente eso, los ojos verdes de Cawty estaban fijos en los suyos, sí, a ella sí le habían contado un montón de chismes, estaba percibiéndolo con claridad. La puerta se abrió y entraron Hesperia y Amelie, Orlando y Cawty notaron a la vez el alivio. Para ella ese momento de tensión había sido suficiente para el primer día.
Orlando volvió a sentir el estado de placidez que notó antes al verlas, se reunieron con ellos al lado del ventanal y él atrajo a cada una por la cintura y las estrechó a la vez, les dejó un beso en cada cuello. Cawty sonreía y les intentó explicar:
-Orlando tiene un ataque de cariño universal.
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