AMELIE 2
Amelie se había serenado y ya no temblaba. En ese instante era una mujer completamente segura de lo que quería.
-¿Con quién podría ser mejor que contigo?
-¿Quieres que sea yo?
-Claro que sí.
-¿Confías en mí?
-Confío.
-Bien. Te prometo que intentaré que este sea el paso del ecuador más dulce que nadie haya podido soñar, un bollito de leche se merece toda la suavidad del mundo.
-Si me sigues hablando en ese tono voy a acabar de desmayarme –dijo Amelie sonriendo. –Necesito más aire
La tomó de la mano y la condujo hasta la cama
-Ven. Siéntate, la fuerza de la gravedad actúa mejor aquí. –Orlando rebuscó en un cajón y sacó un mando. Lo había encontrado hacía poco, apretó uno de los botones y los cristales antibala de su cuarto se oscurecieron lo bastante como para dejar la pieza en una penumbra dorada, aunque suficiente para ver las expresiones de sus rostros.
Orlando se sentó también pero más en el centro, en su postura favorita, con la espalda en el cabecero, atrajo a Amelie para que quedara sentada en sus piernas, de costado, la inclinó para que su espalda quedara apoyada en el brazo derecho, y así la estrechó, la meció y empezó a darle pequeños besos en la nariz y por toda la cara.
-Me gustaría que sólo pensaras en el placer que quiero que sientas, no estés preocupada por nada. Hacer el amor es fantástico, si no lo es, se deja para otro día. Si algo va mal, si en algún momento quieres parar sólo tienes que decir mi nombre o “Para” y seguiremos cuando tú quieras.
Amelie asintió con la cabeza mientras le sonreía.
-Lo único que no puedo evitarte es que sientas pudor, ese es el precio.– terminó de desabotonarle la chaqueta y se la quitó con suavidad, la dejó caer al suelo, siguió con los botones de la blusa y poco a poco la carne de ella iba asomando tímidamente, notó que sus pezones se endurecían y la piel de gallina cubría sus pechos, Orlando empezó a besar cuanto el sujetador dejaba al descubierto, mientras terminaba con los botones de la blusa que fue a hacer compañía a la chaqueta. Volvió a estrecharla y a mecerla, después la reclinó un poco más y se quedó un momento observando el rostro de ella.
-Quiero recordarte así.
Después la besó en los labios mientras recorría con los dedos la carne en el borde del sujetador. Incorporó a Amelie y la dejó sentada en su lugar, él se colocó delante de ella, se acercó y le soltó el sujetador que cayó encima de la otra ropa. Volvió a quedarse un momento mirándola, a ella se le encendieron las mejillas pero no hizo ningún amago de cubrirse. Orlando empezó a lamerle el hombro, desde el brazo, subió hasta su cuello y bajó de nuevo, su boca hizo presa en el terreno que había liberado y no le ahorró besos ni saliva mientras Amelie aprendía cómo se conseguía aire cuando apenas se podía respirar. Sus gemidos y sus jadeos lo encendían.
Descubrió un rostro que tampoco había visto hasta entonces, vio claramente que Orlando la deseaba y se sintió salvajemente feliz.
Se dejó adueñar por sus besos y se hundió en el ensueño de placer que por primera vez estaba sintiendo, algo después pudo darse cuenta de que estaba desnuda, tumbada en la cama, que la boca de Orlando seguía recorriendo su cuerpo, que su sexo vibraba dentro y fuera, Orlando se acercó a besarla en los labios y su mano tomó el relevo, esta vez fue directamente al centro de placer de Amelie y mientras seguía besándola, uno de sus dedos se adentró en la vulva y con un roce liviano se deslizó una y otra vez, y empezó a penetrarla. Las paredes de su vagina estaban húmedas y suaves, su cuerpo se dulcificaba para aceptarle. Orlando sonrió cerrando los ojos y suspiró.
-Creo que es el momento.
Se movió y cogió algo de la mesilla.
-Una regla. Nunca, nunca, nunca, ¡jamás! lo hagas sin preservativo.
-Te lo juro. -le dijo ella sonriéndole entre jadeos
-¿Estás segura? ¿Sigo adelante?
-Nunca he estado más segura de nada en mi vida.
Se colocó el preservativo y fue colocándose encima de ella.
-Voy a ir muy despacio, me pararé en cuanto lo digas.
Amelie empezó a notarlo, la sensación no se parecía a nada conocido, el dolor que le habían advertido tantas veces no existía, Orlando se iba adentrando en su cuerpo, ocupándola, llenando un vacío que le había estado esperando todos estos años, sólo alguna ligera molestia, su miembro retrocedía y volvía a avanzar a pequeños pasos hasta que supo perfectamente que había llegado, tuvo un pequeño estremecimiento dentro que Orlando también notó, él volvió a besarla dulcemente.
-Sabes a nata.
-Y tú sabes a chocolate.
-¿Estás bien?
-Me siento flotar.
-Entonces tendré que bajarte de las nubes.
Empezó a mover su cuerpo, Amelie notó como primero muy levemente y cada vez de forma más clara su miembro se movía en un vaivén delicioso.
-¿Duele? ¿Te molesta algo?
-No, no… sigue así.
Cerró los ojos para concentrarse en lo que estaba sintiendo. Era su paso del ecuador, uno de los momentos más importantes de su vida y ¡estaba ocurriendo ahora! ¡Y estaba con Orlando! con un ser que consideraba inalcanzable hasta hacía poco. No quería entender cómo había llegado hasta aquel momento, sólo quería seguir sintiéndole allí, seguir abrazándole y esperar que pudiera terminar de hacerle el amor antes de que la muerte viniera por ella, porque su corazón, como el de Tita y Pedro, estaba a punto de explotar de felicidad. En ese momento, en que oía los latidos golpeándola, escuchó como Orlando gemía al correrse, se abrazó a él aún más para sentir todos sus estremecimientos.
Se quedaron tumbados de lado, frente a frente, sin hablar, Orlando pasaba la mano a lo largo del cuerpo de Amelie, lenta y delicadamente, en una caricia que no quería finalizar. Miraba el cuerpo de ella a la vez que su mano se deslizaba por la piel blanca, Amelie no sentía ya ningún pudor. No había más que entregar a Orlando, le había dejado que conociera cada rincón de su cuerpo, y había sido más fácil de lo hubiera pensado. Ahora se sentía distinta, como si hubiera dejado atrás un caparazón, una muda de piel pequeña para ella, ahora se sentía fuerte, se sentía segura, se sentía hermosa como nunca. Amelie flotaba pensando en cómo había sido de maravilloso este encuentro, admiraba a Orlando como actor, y hasta entonces, le parecía simpático, espontáneo, amable, pero jamás hubiera imaginado cuanta dulzura era capaz de dar, cómo había llegado a este extremo de ternura y mimos maravillosos.
Orlando la miró a los ojos, deslizó la mano por su brazo, tomó la mano de ella y se la acercó a los labios para besarla.
-Ha sido un honor.
Amelie irradiaba felicidad.
-Estaba pensando en lo triste que es, que todas las mujeres del mundo no puedan sentir esto en su primera vez. Creo que es muy injusto.
Orlando le sonrió y se acercó para estrecharla.
-Eres un bocado de nata. Te haría el amor otra vez ahora mismo. Te aseguro que la próxima vez te gustara aún más. ¿Sabes Amelie? Cada vez que haces el amor es distinto. Ya lo irás comprobando, no habrá dos veces iguales, es como la vida, nunca dos conversaciones son iguales o dos puestas de sol son iguales. Hacer el amor es un momento intenso de vida que se queda congelado. Y estos deben ser parte de los momentos más dulces que tengas a lo largo de tu existencia… lo que me recuerda que no puedo postergar por más tiempo una obligación que no me apetece nada. ¿No tienes hambre?
-De pronto me he sentido hambrienta.
-Es otro efecto secundario. También podrás comprobarlo más adelante, se abre el apetito. Voy a ver qué hora es.
Se levantó y tomó el reloj que había dejado sobre la mesa, Amelie lo observó mientras caminaba desnudo por aquel suelo que no emitía ruidos. Para la constitución ligera de Orlando, su miembros tenían la musculatura justa. Más desarrollada no sería tan hermoso, la espalda estilizada acababa en las nalgas fuertes y redondas, para ser tan delgado, pensó, tenía un culo precioso.
-Casi hora de comer. ¿Bajamos juntos o mejor no?¿Qué prefieres?
-Voy a ir a arreglarme un poco a mi cuarto y a ver si consigo no estar sonriendo cono una boba todo el rato. No sé qué voy a hacer, no quiero pensar en nada triste. ¿Cómo se consigue? Tú tienes que tener más práctica.
Orlando empezó a reír.
-No quiero que dejes de sonreír… aunque tienes razón. Cuando salgas de tu habitación piensa que tus padres nos acaban de sorprender entrando por la puerta, creo que eso puede cortarte hasta la digestión. -Amelie rió de buena gana la ocurrencia.
-Está bien, desde luego es un buen antídoto.
-¿Crees que las demás intuirán…?
-Seguro que intuirán… pero son discretas.
Se acercó a la cama y se sentó, tomo la mano de Amelie.
-Tu sabes…
-Hesperia. Sí… lo sé.
-Y… ¿te afecta?
-Pues… dado que no es posible clonarte, en cual caso yo pagaría cuanto tengo y he ganado en mi vida, para conseguir el primer clon, entiendo que la vida debe ser compartir, además es uno de los principios básicos de todas las religiones ¿no? Y dicen que se debe predicar con el ejemplo.
-Una filosofía muy coherente en nuestra situación.
-Ellas son como mi familia. Además nos regimos por las leyes jedi, ¿no te lo han dicho? ya sabes “El apego está prohibido, la posesión está prohibida.”
-¿Sois maravillosas o es un narcótico de Nibbi con el que me habéis hipnotizado?
Se besaron de nuevo durante unos largos minutos y no sin un esfuerzo decidido de voluntad consiguieron al fin separarse, vestirse y marcharse.
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