10/19/2022

 





                                                                    Orlando (fragmento)

          -Lalaith me gustaría que me hicieses algunas fotos en un lugar concreto. Allí tuve un cúmulo de sensaciones muy fuertes. Si vuelve a ser igual o parecido, querría verme a través de tus ojos

        -¿En las mazmorras?

-Sí.

-Iremos, creo que es perfecto, -los ojos de Lalaith se estaban iluminando por momentos- va a ser genial. Tenía que habérseme ocurrido.


Atravesaron el portón de madera y se alejaron por los pasadizos. Orlando creía que esta vez no lo notaría tanto ahora que ya conocía el lugar, cuando toda la sensación de opresión le cayó encima de nuevo. A pesar de que la temperatura allí era como diez grados menos, su frente se perló de sudor mientras caminaba a buen paso detrás de Lalaith que quería llegar a una celda en concreto. Al menos, pensó, esperaba que ella fuera capaz de captar cuánto le impresionaba aquel lugar.

La celda era una de las medianas. Igual que en las demás, las paredes de piedra estaban mugrientas y frías, y en algunos puntos rezumaban humedad. Aún quedaban grilletes clavados en la pared frontal colgados de cadenas, y argollas para levantar los brazos de los prisioneros. Orlando comprendió que era la celda donde mejor se habían conservado, posiblemente porque llegaría menos humedad a aquella pared que a las otras. Notó que el vello de sus brazos se había erizado  y comenzaba a hacerlo el de la nuca, Lalaith se volvió a mirarlo y le fotografió. La expresión del actor ya transmitía una angustia más que palpable, le vio tragar saliva mientras observaba a su alrededor. Lalaith colgó los candiles que habían llevado en otros salientes de las paredes y estuvo cambiando algunos, para conseguir la combinación de penumbra y luz que quería.

-Creo que vas a lograr fotos muy buenas. –respiró hondo varias veces. -¿Qué hago? 

-Ponte allí, junto a los grilletes.

Orlando caminó despacio y con cierta desgana.

-Me gustaría… que…

-Quieres que los toque ¿verdad? –jadeó- Está bien. Se nota que me afecta ¿no?, creí que esta vez no sería tan fuerte.

Los miró unos instantes como si algo invisible le retuviera, y le pareció que su brazo pesaba el doble mientras lo subía y lo acercaba al metal. Muy despacio alargó los dedos y los deslizó por la superficie curva, igual que Frodo hacía con el anillo de Sauron. El tacto le pareció frío y desagradable, raspaba en algunos lugares. Con lentitud extendió la mano entera sobre el metal, se volvió hacia Lalaith que seguía estudiándolo a través de la mirilla.

-¿Sería mucho pedir que me dejaras colocártelos?

-¿Esto? –suspiró- Claro… está bien.

-Pero… estás un poco pálido… 

-No. No pasa nada, no puede afectarme tanto. Me los pondré en las muñecas si es eso lo que quieres. Hasta ahora creía que sólo le tenía fobia a los cerdos. -Abrió uno de los grilletes y apretó los dientes por el sonido chirriante, a la vez que  aumentaba aún más en Orlando la sensación de náusea, metió la muñeca dentro y lo cerró con la mano libre.-El otro tendrás que ponérmelo tú. ¿Qué tal? ¿Te gusta la performance? –intentó sonreír y que pareciera una broma pero no consiguió más que una mueca. Lalaith se alejó un poco y le estudió a través de la cámara. Orlando la vio torcer un poco la boca.

-¿Qué?

-Tu ropa. – sacudió un poco la cabeza-  Está fuera de lugar.

-Me la quitaré.

-Pero hace frío aquí. No quiero que enfermes.

-Estoy acostumbrado. Y además, quiero que hagas esas fotos, porque quiero copias para mí. Voy a conservarlas en casa, te lo juro, y no quiero repetir esto, vamos, sigamos adelante. 

Orlando se quitó el jersey y la camiseta, después se quitó las botas y los pantalones, se miró un momento los calzoncillos y miró hacia Lalaith, ella no le había visto desnudo, tuvo un instante de pudor, después miró hacia los grilletes y supo lo ridículo que estaría con ellos puestos, bajó de nuevo la cabeza y se los quitó, se quitó los calcetines y la miró.

-¿Lista?

-¿No… te importa…?

-No.

-¿Puedo… fotografiarte… así, sin ocultar nada?

-Hazlas como quieras, no me importa, al fin y al cabo, el cuerpo de un actor nunca es suyo del todo, -hizo un amago de sonrisa- siempre tiene que compartirlo. 


Lalaith le sujetó las muñecas en los grilletes y tiró de las cadenas, tensándolas un poco y haciendo que los brazos de él quedaran algo más arriba de los hombros, movió las luces y se alejó unos pasos. Los músculos de los brazos se veían especialmente bellos en la penumbra. Comenzó a hacerle fotos de forma febril.

Un poco después Orlando inclinó la cabeza sobre el lado derecho y sus rizos cayeron ocultando parte de su cara, cerró los ojos, mantenía la mandíbula tensa y volvió a percibir como una oleada, todo el dolor que encerraban aquellos muros, su frente notó de nuevo el sudor mientras su espalda se helaba al contacto con la piedra. Lalaith consiguió que la luz transformara su cuerpo en una figura de bronce y siguió dando vueltas a su alrededor, acercándose, alejándose, mientras sonaba únicamente el click de la máquina. Se tumbó en el suelo para sacarle las últimas. Desde abajo su cara crispada, con los ojos cerrados, estaba tan transida de pena que ella se sintió de pronto en el mismo trance que le había atrapado a él. Dejó la cámara en el suelo y sin ruido, se acercó de rodillas hasta quedar al lado suyo, le miró desde allí como si fueran otros, dos extraños, que hubieran existido hacía muchas décadas. 

10/15/2022

 



                                -Kajuraho                  (Orlando fragmento)

    Hesperia les vio alejarse hacia el fondo y adentrarse en las tripas del templo, el interior no era diáfano del todo, además de las columnas que lo dividían con perfecto orden, al fondo se veían tabiques de celosías que se ondulaban y componían un delicado laberinto. 

    Habían llegado allí en la hora canicular, no había nadie absolutamente en los alrededores, la explanada de los templos se encontraba desierta mientras el calor desdibujaba la vista provocando ligeros espejismos. No era época de turistas pero Hesperia estaba acostumbrada a desconfiar, a no dar nada por sentado, se alejó de las celosías y recorrió despacio y en silencio las distintas estancias que fue encontrando, comprobando minuciosamente lo que pensaban, que estaba desierto y que nadie molestaría a sus protegidos en aquel momento. En una de ellas, disimulada por una columna, se abría una escalera estrecha que subía tras la pared, estaba excavada en la piedra de la fachada por dentro y después de unos metros vio que se abría una salida. Llegó a una especie de balcón, labrado igualmente en el interior del muro, bastante alto, dominaba desde un lado la parte de ábside o el final semicircular del fondo. Justo enfrente, en el otro lateral del templo hacían el amor sus amigos. Estaban a una distancia respetable pero no tanto que no pudiera ver con claridad la cicatriz a lo largo de la espalda desnuda de Orlando, esa que había tocado a menudo. El estaba de pie mientras Romy estaba semisentada en un saliente, una especie de hornacina de aquella pared, y más abajo en otro saliente apoyaba los pies a ambos lados del actor, su cuerpo estaba inclinado hacia atrás y su largo pelo castaño se desparramaba, a intervalos, cada vez de una forma distinta, sobre los dibujos labrados tras ella. 

Hesperia no había llegado a alzarse del todo, se quedó allí, sentada en el suelo, apoyada la cabeza en las pequeñas columnas de marmol que constituían la panza del balcón, sabía que no podían verla, los dos estaban absortos en su propio placer, sabía que no les molestaría su pequeña e inocente intromisión. El cuerpo de Orlando le pareció tan hermoso, bañado por la luz escasa pero cálida del mediodía que provenía de minúsculas ventanas, casi orificios de la parte alta. Notó como aparecía el brillo del sudor incipiente, se imaginó recorriendo con las yemas de los dedos aquella piel tan suave, escucharle ronronear... les sonrió anónimamente con ternura, le gustaba que la visita del actor se hubiera desarrollado así, sin posesión o favoritas, al fin y al cabo, cuando se marchara, ellas seguirían con su vida oculta y él con la suya pública, ambos en los extremos de la soledad, sí, sólo que aquellos días vivirían siempre en la memoria de todos. Puesto que no iba a ser de una, Orlando era de todas, él también lo había comprendido y lo había aceptado con naturalidad, sonrió pensando en el momento cuando conversaron por primera vez, cuando le mencionó la posibilidad de que tuviera intimidad con más de una de las chicas, él se había aterrorizado pensando si el rapto había sido para tenerle como esclavo sexual. Rió para sus adentros recordando la expresión, sí, pero el terror no había durado mucho, Hesperia sentía que pronto había comenzado a mirar a las chicas a los ojos y a descubrir que le gustaban y le incitaban todas, más de lo que quería admitir. El había aceptado las reglas del juego, las reglas jedi, “el apego está prohibido, la posesión está prohibida” sí, esas eran las reglas, pero en el momento en que estaba dentro, a una le patinaban las normas y los propósitos. Sonrió de nuevo y siguió mirándolos hipnotizada, la espalda y el trasero tonificados por los ejercicios se movían en un vaivén que mostraba sus músculos intercambiándose para llegar más al fondo, se estremeció, sintió que era a su carne adónde viajaba aquel cuerpo deseado, el fresco de la columna comenzó a hacerse necesario y movió la cabeza para que la pequeña columna curvada recorriera su frente de un lado a otro, se humedeció los labios, abrió los ojos mirando hacia abajo y entonces detectó un movimiento minúsculo de algo oscuro entre las sombras.

Bajó en total silencio por la escalera y se fue acercando con precaución al lugar. Entre los tabiques de las celosías, con la misma impunidad de la que había gozado ella, y en completo silencio igualmente, estaba apostado un periodista. Vestido según las normas, con una camisa clara de manga corta y un amplio chaleco sin mangas de tela caqui de algodón con enormes bolsillos, no despegaba la cara del visor de su cámara. Su dedo índice era el único elemento móvil de aquella figura que estaba inmortalizando algo prohibido en la ciudad prohibida. 


    En el momento en que sintió el objeto circular enfriando su nuca, no fue necesaria ni una palabra, levantó las manos con auténtico miedo y esperó. Notó como le tiraban de la ropa hacia atrás y caminó del mismo modo sin volverse hacia donde le llevaban, Hesperia escuchó su respiración agitada y no hizo ningún amago de calmarlo. Lo giró para que caminara delante de ella y lo alejó lo suficiente hacia la entrada del templo como para que no pudieran oírlo los amantes. En la zona central el templo se ensanchaba, había visto que tenía una estancia algo resguardada en un lateral y le llevó contra la pared del fondo. Sin ninguna amabilidad, le pegó la cabeza a la pared de piedra, cogió su brazo izquierdo por encima del codo y se lo dobló casi hasta la nuca. El periodista rugió sordamente. La voz de ella sonó fría y sin emoción.

    -Dame la cámara.

    -¡No puedo moverme!

    -Utiliza la otra mano –Hesperia aflojó mínimamente la presión. 

    Escupió un insulto en inglés y con torpeza buscó la cinta en su cuello húmedo de sudor para sacarla con bastante dificultad por la cabeza.

 

 Mientras la recibía, Hesperia le clavó un poco más el cilindro. Enrolló la correa en su cinturón de modo que la cámara quedó trabada a un lado en su cadera.

Comenzó el interrogatorio en el mismo idioma que le había escuchado.

-Pon la mano en la pared y separa las piernas. ¿Quién eres?

-No llevo armas, soy periodista. Me llamo Alain Brouniet, soy fotógrafo de National Geographic, estoy realizando un reportaje sobre los templos…

-Ya.. pues Alain, para llamarte así, no sé si sabes que no tienes ni pizca de acento francés…

-Soy canadiense no soy francés, mira mi pasaporte, está en un bolsillo interior del chaleco… y mi acreditación de la revista… ¡Deja de doblarme el brazo!¡No me moveré! 

-Siento que estés incómodo, no es nada personal.

Sin liberarle, se guardó el tubo metálico con el que le había engañado y con la mano libre le recorrió el cuerpo, no llevaba armas en efecto, eso la relajó, después revisó los bolsillos del pantalón, sólo encontró chicles, siguió con los del chaleco. Curiosamente en los numerosos bolsillos no llevaba casi nada, la cámara debía ser digital, no llevaba carretes de repuesto, sólo unas cuantas pilas, no encontró más cámaras ni siquiera un móvil, no parecía a primera vista que el intruso fuera a causarles problemas, era difícil que hubiera podido esconder algo, aunque siempre era mejor cerciorarse, volvió a pasar la mano por sus pantalones, registró con cuidado los dobladillos, llevaba unas zapatillas de tela, no había donde esconder mucho. Sonrió. algo le había llamado la atención y pensó en comprobarlo otra vez.

-Eso no es una pistola, ¿puedes dejar de sobarme? No llevo armas.

-Tengo que comprobar que no llevas nada.

-¿Otra vez? 

-Eh.. cálmate… 

Hesperia sacó los documentos y los revisó sin dejar que se moviera.

-Vaya, así que eres Alain el canadiense, no hablas francés por lo que veo…

-No soy del área francófona, mi bisabuelo era francés, él fue el que emigró a Canadá, no hablamos francés… ¡lo siento!

-Está bien, te creo. Así que fotografías escarabajos y cosas así para National. 

-No hago animales, estoy… -se quejó y ella aflojó esta vez algo más-  estoy especializado en urbes, edificios…

-Ya… edificios… pero no ibas a hacerle ascos a unos sucios dólares de la prensa amarilla…

-Vale, es cierto…¿qué quieres…? Soy reportero gráfico ¿tú a qué te dedicas? Eso… vale mucho dinero, sería idiota si lo dejara pasar… ¿es él verdad? Bloom… se lo montan bien los famosos… qué cabrón, venir aquí a echar un polvo…  es increíble… ¿Y tú quien eres? ¿Su guardaespaldas o qué? ¿Tú también estabas mirando? ¿Te paga para que mires? Seguro que sí… debes formar parte de toda la parafernalia, ¿Todo eso necesita para echar un polvo? ¡Vaya con Bloom! Pues sí que me ha sorprendido…bueno… reconozco… -el timbre de su voz bajó y Hesperia notó un punto de bochorno- que me excitó mirarlos, aunque eso ya lo sabes, lo has comprobado a fondo… bueno…  es por eso… normalmente no voy… así… ¡Oye! ¿¡Puedes soltarme de una maldita vez!?

-Hablas demasiado. –Volvió a mirar en derredor, sacó el intercomunicador y llamó- ¿Lalaith estás ahí? Entra, he tenido un pequeño contratiempo… no, nada grave…entra, unos metros, a la derecha, tengo que darte algo, ¿fuera todo bajo control? Bien… sí… las demás que sigan en sus puestos. ..bueno…-bufó en voz baja- no creo que tarden mucho más. 

Lalaith apareció diez segundos más tarde, miró sorprendida al fotógrafo que seguía con la cabeza y las manos apoyadas en la pared, mientras interrogaba con los ojos a su compañera.

-He descubierto un polizón. Coge la cámara, llevátela fuera, no tiene más cámaras y no usa carretes, aunque luego revisaremos la ropa a conciencia en la avioneta. –su compañera cogió la cámara y comenzó a alejarse- ¡Lalaith!, no lo borres, puede… que… ellos quieran conservarlo.

Alain volvió la cabeza desde la pared y la miró con desconfianza.

-¿Qué es eso de la avioneta?

-Vas a venir a dar un paseo con nosotros…-rió- ¡Uff! No pretendía que sonara tan mafioso…, sólo es una precaución. De lo que has visto no puede quedar ninguna prueba como podrás comprender, una vez que estemos seguras de que no tienes nada, te dejaremos marchar. No podrás comentarlo con nadie. Te llevaremos a la avioneta para tenerte controlado mientras registramos tu ropa. 

-¿Registrar mi ropa? ¿No me has registrado bastante ya? ¿Qué iba a llevar?

Hesperia le liberó el brazo y le hizo girarse.

-No intentes nada y no te dolerá más. ¿Cómo llegaste hasta aquí? 

-En un coche de alquiler, está lejos, vine andando para hacer algunas panorámicas…

-No parece que te dé miedo el calor. Para ser de Canadá.

-Estoy acostumbrado. Hace años que estoy…. de un lado para otro, mi cuerpo se ha habituado a los extremos. ¿Quiénes sois vosotras? Ni siquiera Bloom tendría un grupo de guardaespaldas así.

-El no es Bloom.

Alain sonrió cínico.

-Y esto no es la India.

-Relájate, Alain el canadiense que no habla francés y… tengo que hacer algo con…

Soltó el botón del pantalón y le bajó la cremallera. Como había supuesto, la virilidad de Alain agradeció el desahogo inesperado de su espacio disponible, ni siquiera el miedo había conseguido el retroceso a su estado normal. Le miró, el periodista tenía unos bonitos ojos verdes que se abrieron de par en par.

-¿Qué haces?

-Pues… no puedo llevarte así. Se nota bastante y no tengo intención de abochornarte delante de mis compañeras. Además quiero que estés relajado y no se te ocurra hacer ninguna tontería, es un buen método. Y francamente… odio desperdiciar una buena erección. Puedes hacerlo tú si prefieres…  o… me quedo yo a los mandos mientras tú disfrutas, digamos que te lo debo. 

-Joder… te juro que esto es lo más raro que me ha pasado en mi puta vida. Pero… sí, acepto, sí joder, adelante compénsame por los sucios dólares que no van a ir ya a mi escuálida cuenta.

Tomó con una mano suavemente el miembro del periodista y comenzó a acariciarlo a lo largo de su longitud, este reaccionó inmediatamente,  tensándose mientras su respiración y su cuerpo acusaban con algo de sobresalto el contacto, por otra parte, esperado. Como había supuesto, con semejante puesta en escena, la sorpresa, el morbo, la excitación de ver a un famoso practicando sexo en aquel lugar tan exótico, reaccionó muy rápido a su mano, notó que su respiración pasaba a ser profunda, mientras la piel aumentaba la tensión y el cuerpo del fotógrafo, involuntariamente, apenas reprimía las señales del placer que estaba experimentado, a pesar desde luego, del miedo o la preocupación. Sin embargo después de unos momentos de jadeos, Alain se calmó ligeramente y la miró.

-Podrías besarme ¿no? Me gustaría. Porque siempre que alguien me hace una paja después de haberme apuntado a la cabeza con una pistola, me parece un gesto bonito, y como para consolidar la relación, ¿no crees?

Alain empezaba a caerle muy bien.

-Eres muy gracioso, ¿no lo sabías? Y tienes una forma elegante de perder. Son dos cualidades que valoro mucho en un hombre.

Siento que no puedo alargarlo mucho. No es un buen momento.



                                                      ...................................



    Después del registro en la avioneta, donde pudieron comprobar que, efectivamente, no había nada oculto en la ropa, Orlando se acercó a saludarlo. Alain le pidió perdón y el actor se lo aceptó y reconoció que estaban en un lugar público aunque pensaban que vacío. 

-Olvidemos el tema, ha sido una coincidencia singular, en fin, pasó y punto. Las chicas no trabajan para mí, son amigas y yo también me disculpo por lo que ha parecido una detención. Me gustaría poderte dar alguna entrevista en el futuro si quieres, o una sesión de fotos. Estoy pensando que a mi vuelta buscaré una obra para interpretar en el teatro. Quizás podrías hacer un reportaje o hacerme fotos en teatros antiguos en Londres y alrededores.

Alain abrió bastante los ojos antes de responder.

-Es un gesto muy amable por tu parte y no tienes ninguna obligación conmigo… como has dicho, esto pasó…

-Ya, pero es una buena idea, también para mí. Insisto, me gustaría mucho. Déjame tu teléfono y me pondré en contacto cuando el proyecto esté maduro. 

El fotógrafo se lo dio, bastante agradecido. 


        Después Hesperia lo acercó hasta su coche. El la tomó un momento de la mano.

-Espera, no te vayas aún. ¿Quien eres? No sé ni tu nombre… 

-Soy… -le dijo entre risas- como los “Men in Black” un déjà vu, una quimera de tu imaginación…”

Alain sonrió pero la atrajo por la cintura para besarla una vez más. 

-Cuando llegue al hotel la adrenalina no me va a dejar dormir.

Hesperia rió con él.

-Si piensas en mi mientras disfrutas, no tengo nada objetar. No sé como me sentiría si hubiera vivido lo que tú esta tarde, en fin. Por cierto, he anotado también tu teléfono y me gustaría tener contacto contigo en algún momento.

Ella le cogió de la nuca y se regaló otro largo beso.

-Tengo que irme, volvemos a Europa en unos dias. ¿Es posible que viajes allí?

-Dependo de lo que me encargue la empresa pero a veces sí, no pierdas el teléfono y mándame el tuyo.

Le apretó la mano con un gesto de ternura y le dejó allí junto al coche de alquiler. Su vida era así, así la había elegido y nunca se había arrepentido, tantos viajes, tantas misiones, tantas caras. También había gente, como transparente, que no le aportaba nada y cuyos rostros desaparecían tras un tiempo. Pero de pronto se encontraba con algunas personas especiales y lamentaba no poder alargar esos encuentros, un poco más al menos. Parecía que siempre estaba despidiéndose, como ahora, sin darles ni siquiera su nombre, ni su alias.


 

10/09/2022

                                            


                                                                            Orlando (fragmento)



        Por la mañana se encontraron Nibbi y él en la cocina para tomar algo antes de irse. Orlando parecía muy despejado, a pesar de la hora, Nibbi se preguntó con malicia si habría descansado bastante. Cuando volvieron la tarde anterior, mientras duraban las presentaciones había mirado a Green y ésta le había devuelto la mirada cerrando los ojos y sonriéndole. Estaba claro. ¡Ah! Le habían aumentado los latidos…ya eran tres… bueno, eso era estupendo, quizás a ella le faltara tiempo, no se veía preparando ningún plan pero se alegraba por sus compañeras. Conocerlo había sido increíble, cómo debía ser sentirse una en sus brazos… estrechándola… cortó aquellos pensamientos en seco, tenía que estar centrada para volar. Además iban a pasarse solos varias horas, y eso ya era suficiente para ponerla nerviosa, no necesitaba añadir su imaginación al cocktail.

Nibbi lo llevó por un pasadizo, a pesar de ser subterráneo, al menos eso intuía, no era como los de las mazmorras, comenzaba en otro lugar de los sótanos y no parecía ser antiguo como los otros. Los sistemas de seguridad los hicieron parar un par de veces y llegaron por fin a un pequeño ensanche con un ascensor. Subieron y se encontraron en una especie de garaje con varios coches de tipo todoterreno, se acercaron a uno y Nibbi sacó de su bolsillo una llave con varias pequeñas teclas, pulsó una combinación y el coche se abrió, deslizándose las puertas delanteras hacia atrás. La llave sólo servía para eso porque dentro del coche se encendía otro teclado pidiendo una nueva serie de cifras, por último Nibbi apoyó su dedo pulgar  en un lugar y el coche arrancó al mismo tiempo que en un lateral del garaje se abría una puerta metálica de tamaño suficiente para salir. Orlando miraba maravillado todo el  proceso, Nibbi le sonrió.

-Ponte el cinturón, para eso no hay código, es un cinturón vulgar. –Orlando tiró de él y lo ancló.- Además son ecológicos, me imagino que te gustará saberlo. Utiliza un combustible experimental, aunque la patente no es  nuestra, sólo somos parte de la prueba de campo. Ya sabes que Lunkel hace intercambios “quid pro quo”. Esperamos que se pueda utilizar también en las avionetas aunque aun falta un poco.

-Pero no explotará ¿verdad?

La risa de Nibbi le tranquilizó. 

-No debería. Lunkel ha repasado los motores varias veces, siguen perfectamente herméticos y ya hace tiempo que los utilizamos. Las primeras pruebas se hacen en laboratorios, ahora sólo es tiempo de protocolo. No debe pasar nada… aunque esa es la teoría… -Orlando la miró frunciendo algo el ceño, Nibbi volvió a reír- Los vehículos están blindados, puedes relajarte y disfrutar de tu paseo. 

Poco después llegaban al hangar. Se encontraba en un desnivel del terreno y a los lados crecía una vegetación espesa y alta con lo que la pista quedaba bastante oculta.

-No es corta, hay espacio más que suficiente para despegar y aterrizar.

-Sólo estaba pensando que está muy bien escondida.

-Sí. Y rodeada de cámaras. No podemos correr riesgos.

Nibbi entró en el hangar y detuvo el coche. Subieron a una de las dos avionetas, Orlando ocupó el lugar del copiloto y esperó mientras Nibbi iba encendiendo y siguiendo la rutina de comprobación. Empezaron a rugir los motores y contactó con una torre de control para pedir autorización para seguir un vector de vuelo. Nibbi empleó el vocabulario exacto que se utilizaría en el comienzo de una película de desastres aéreos, rió Orlando para sus adentros, deformación profesional pensó, con los vuelos que tomaba él habitualmente no había lugar para el miedo. No entendía cómo había gente con miedo a volar.


Despegaron, Nibbi manejaba la avioneta con una destreza y suavidad realmente asombrosas, una vez estabilizada a la altura correcta, marcó el rumbo y notó como ella se relajaba bastante.

-Bueno, ahora sólo hay que vigilar que no haya alertas y disfrutar del paisaje. 

Orlando miró abajo, la zona donde estaban era bastante boscosa y salvo pequeños núcleos muy aislados el verde dominaba toda la vista hasta el horizonte.

-¿Dónde aprendiste a volar?

-En Méjico. ¿No se me nota el acento? 

-¡Vaya! ¿Méjico? No soy un especialista, lo siento. Así que eres de allí.

-Sí. Mi familia es de una zona poco poblada, con difícil acceso por otros medios, además se utilizan para fumigar los sembrados, así que estamos familiarizados con estos aparatos. Desde que era una niña sabía que me encantaría pilotar.

-¿Y los narcóticos?

-Bueno –sonrió mirándole- También eso empezó allí. Tendré que contarte un poco de mi historia.

-Estoy impaciente.

-Mi abuelo es un chamán mejicano. Fuera de nuestra cultura, se exagera y se mitifica su figura pero los chamanes o al menos mi abuelo es realmente un conocedor de hierbas, -le sonrió- además de un apasionado ecologista –Orlando le devolvió la sonrisa- seguro que haríais muy buenas migas. Creo que él conserva un legado de tiempos pasados, el conocimiento de las propiedades de las plantas es realmente vastísimo. Y claro está, entre ese conocimiento también está el uso de plantas y setas alucinógenas. ¿Has probado alguna vez setas alucinógenas?

-No lo creo.

-Es muy peligroso. No debe hacerse por gente no iniciada, y no se inicia a gente que quiere experimentar por placer, no sé si me explico.

-Perfectamente.

-Cuando tenía unos siete años le seguí un día, él tenía una cabaña en el bosque a la que no podíamos ir los niños. Le estuve espiando sin que se diera cuenta, tenía un montón de estantes con botes de cristal y cestas de mimbre, todo perfectamente ordenado y separado. Cuando se marchó me quedé allí dentro y no se me ocurrió otra cosa que comerme un trozo de algo que él tenía allí. ¿Has oído hablar del peyote?

-¿No era eso lo que se comían Jim Morrison y los del grupo The Doors en la película que hizo Val Kilmer?

-Exacto. El peyote es un tipo de cactus pequeño, contiene una sustancia que se llama mescalina. Me lo comí y tuve un viaje en toda regla. Imposible de olvidar, tuve alucinaciones durante varias horas y vi al enano verde.

Orlando la miró con los ojos muy abiertos y casi echándose a reír.

-¿Qué?

-Vi un duende vestido de verde. No me habló, danzaba por la cabaña, como si quisiera jugar. No sentí miedo de él, era divertido.

Orlando ya no pudo contener la risa.

-Joder, sí que tuviste un viaje…

-Lo que no sabes es que mucha de la gente que ha tomado peyote lo ve.

-¡¿Qué?!

-Hasta tiene nombre. Se llama Mescalito.

-No puedo creerlo.

-Pues es cierto. –Nibbi se encogió de hombros- ¿Quién sabe por qué? Hay libros que hablan de las experiencias alucinatorias y explican que la creación de todos esos seres del bosque, duendes, enanos, hadas se basa en estas experiencias con sustancias, por cierto, también los elfos. ¿Nunca te has preguntado por qué las casas de los gnomos son setas?

-No tenía ni idea. Joder sí que tiene sentido.

-Vi a Mescalito. Cuando crecí quise comprobar qué había de verdad, de científico en todo eso ¿sabes? así que me fui a la capital a estudiar Química y me especialicé en el estudio de todo tipo de fármacos y sustancias psicotrópicas. Mi abuelo me dejó hacer de ayudante suya bastantes veranos, me gané su confianza y aprendí mucho de él, aunque me criticaba por mi actitud más fría y escéptica ante los conocimientos heredados, su frase favorita era: “Con los ojos de la ciencia no se puede ver todo el universo”. 

Y creo que no me enseñó todo lo que sabía, por haberme ido a estudiar a la universidad pienso, quizá no conseguí suficiente confianza, no sé.  –le dijo sonriendo.- Green contactó conmigo hace varios años para un trabajo, recabando información y nos hicimos amigas. Me uní al grupo casi inmediatamente y eso es todo.

-¿Y no has experimentado más veces? ¿No lo has vuelto a repetir?

-No. Tuve suerte, podía haberme quedado pillada, hay gente que no vuelve de los viajes. Si hubiera comido más quizá no me habría despertado. Yo soy más científica que chamán, prefiero la investigación.

-¿Y los afrodisíacos existen o son un mito?

-Esa es una buena pregunta. ¿Existen sustancias que despiertan nuestro apetito sexual? Pues hay una legión de seguidores y de detractores entre los propios científicos. Existen sustancias ligeramente psicotrópicas como el alcohol o la marihuana, que pueden liberarnos de algunos frenos psicológicos y aumentar nuestro deseo, y también nuestra autoestima, para ser más “lanzados” a la hora de hacer propuestas sexuales, ya sabes, temor al rechazo, temor a la responsabilidad, temor al daño al otro, temor a la opinión pública, etc.. un poco de vino, champán o la absenta que también tiene una gran leyenda,  tienen un problema, si te pasas de dosis se acabó la fiesta. También hay sustancias, sobre todo olfativas que pueden despertar nuestra apetencia, como cuando pasas por delante de una pastelería, la canela por ejemplo cuyo uso como afrodisíaco creo que se remonta a los egipcios, la mirra…

-O sea que te hacen desear comerte al otro.

Nibbi rió.

-Sí, algo así, aunque hay hombres que dicen preferir únicamente el “odore di fémina”. 

Las ostras y el champán  en combinación tienen también su fama aunque no se ha descubierto una relación científica. Y por último están los vasodilatadores que es la versión no poética de la historia, mejoran durante un tiempo la circulación. Por ejemplo la famosa viagra.

-¿Ya está? ¿No hay más? ¿No existe alguna hierba secreta de tu abuelo que sólo conozcas tú que provoque eso?

Nibbi le miró un segundo con intensidad, Orlando creyó que iba a decir algo pero después de unos momentos, ella miró hacia delante al paisaje y le contestó con un conciso:

-No.

El la miró mientras comenzaba el descenso. Había algo que no le había dicho, ella era experta en narcóticos pero él era experto en fingir y disimular. 



https://sobreleyendas.com/2009/12/23/mezcalito-dios-chamanico/

10/04/2022

                                                                 



                                            ORLANDO (fragmento)



Romy escribía ligeramente inclinada sobre el ordenador, tenía los ojos algo vidriosos y su respiración no había conseguido sonar normal desde que empezó, pero no hubiera podido recordar nada de aquellas horas porque estaba completamente en otro lugar.  Ese otro lugar era también un castillo pero más oscuro que el de Green, altos muros negros, pasillos de piedra apenas iluminados y una sala grande, igualmente de piedra, donde ahora se encontraban reunidos los personajes, una serie de antorchas colocadas lejanas en los muros proporcionaban la escasa luz que continuamente oscilaba, haciendo que las sombras de los presentes danzaran con extraños movimientos.


    “…despertó y pudo comprender que se encontraba tendido sobre una superficie, desnudo, no sabía qué estaba ocurriendo. Empezó a escuchar susurros a su alrededor, voces distintas de mujeres. No sabía calcular cuántas eran, notó como los susurros le rodeaban y fueron acercándose hasta que empezó a sentir el aliento caliente de ellas al lado de su piel. Sus voces repetían una única palabra, “ -Orlando… Orlando… Orlando… Orlando… Orlando…”  Las mujeres entonaban su nombre con modulaciones distintas, sin dejar de ser susurros, sus tonos se elevaban o bajaban, Orlando se sentía mecido por aquellas voces, no sentía miedo. Era extraño, no sentía miedo…”


    
    “…Una voz sobresalió entonces del coro, sólo aumentó un poco el tono, el sonido era hermoso. 

    -Orlando ¿Has leído “Historia de O”? –la voz tenía un registro de matices amplio y musical. 

    -Hace mucho tiempo.

    -Como O, también tú has sido seleccionado. La Hermandad te ha elegido como objeto de placer, debes someterte a nosotras, no hay ningún sitio adónde puedas huir, lo aceptarás… Vamos a enseñarte todas las formas del placer. No tienes que tener miedo, tu destino no será el mismo que el de O, puedo asegurarte

-acentuó el tono- que no habrá látigos.

    Orlando cayó en la cuenta que no veía nada, notó algo sobre sus ojos, instintivamente movió la mano para tocarlo pero otra mano le detuvo con suavidad y volvió a estirarle suavemente el brazo sobre el lugar donde estaba, era mullido pero más rígido que una cama, rozó con el dorso la superficie y creyó que debía ser terciopelo extremadamente suave. 

    Escuchó de nuevo la voz de aquella:  

    -Somos sacerdotisas de una religión mucho más antigua que cualquiera de las que se practica hoy, nuestra religión se basa en la comunicación con el alma del planeta a través del placer, cuando una persona siente placer, genera a su alrededor un campo de energía que puede influir en los átomos que la rodean. Muchas personas gozando hacen multiplicar en progresión geométrica el campo de energía. Sanamos así las heridas de esta tierra, creemos que nuestra felicidad puede cerrarlas.”



    “ …Las manos que le habían cogido, acariciaron la parte anterior de su antebrazo y algo después notó otra impresión, algo caliente y húmedo se movía despacio haciendo eses sobre la piel, la chica le estaba lamiendo, empezó a notar como el surco de saliva se enfriaba ligeramente al dejarlo atrás la lengua de ella. Un poco después, casi al unísono otros apéndices húmedos y calientes se unieron para describir dibujos de saliva en distintas partes de su cuerpo. La sensación, ignorada hasta ese momento, consiguió transportarlo hasta las puertas del Nirvana. Su cabeza pugnaba entre volar, sentirse ascendiendo desde su cuerpo, y por volver de nuevo para recoger esas sensaciones que le marcaban la piel. Una de ellas le deslizó su cabello por el costado, era tan sedoso que le hizo estremecerse.”


“… De pronto notó otro cabello acariciándole el pecho, mientras la chica gemía, su melena describía círculos por su torso y su vientre, la imaginó contorsionándose sobre él. Paró, hubo un movimiento más del pelo continuado hacia abajo y su pene, de cuyo estado no se había apercibido hasta ahora, era acogido dentro de una cueva asombrosamente caliente y vibrante, la mujer apretó los labios sobre el miembro y fue deslizándolos hasta llegar al glande, sin sacarlo se lo lamió desde dentro con mucha suavidad… Orlando empezó a gemir. La chica que estaba sobre él siguió haciéndole la felación más exquisita que había recibido mientras las demás seguían igualmente recorriéndole y comenzaban a dejar pequeños mordiscos en lugares de su cuerpo que no hubiera adivinado como eran de receptivos… ”


“… su cuerpo comenzó a convulsionarse, ya no sólo eran los jadeos o los pequeños estremecimientos, el placer no le permitía controlar sus movimientos. La chica de encima paró un segundo la felación, creyó que le daba un respiro pero tras un momento sintió como su pene era atrapado de nuevo, la vagina de ella era estrecha y elástica, estaba increíblemente húmeda. Se penetró hasta el fondo y gritó, sus compañeras gritaron de placer a la vez, como si pudieran sentirlo todas juntas. Ella empezó a moverse de nuevo y, suave y regularmente, arriba y abajo, la chica estaba completamente excitada y escuchaba con claridad sus jadeos y sus gritos, a intervalos notaba las contracciones en su vagina, cómo ésta le succionaba hacia dentro. Una de las veces supo que no podía aguantar más y se corrió gritando igual que ella, sin importarle nada donde estaba, quienes eran aquellas mujeres, ni que le harían, sin importarle quien era ni como se llamaba…”