-Kajuraho (Orlando fragmento)
Hesperia les vio alejarse hacia el fondo y adentrarse en las tripas del templo, el interior no era diáfano del todo, además de las columnas que lo dividían con perfecto orden, al fondo se veían tabiques de celosías que se ondulaban y componían un delicado laberinto.
Habían llegado allí en la hora canicular, no había nadie absolutamente en los alrededores, la explanada de los templos se encontraba desierta mientras el calor desdibujaba la vista provocando ligeros espejismos. No era época de turistas pero Hesperia estaba acostumbrada a desconfiar, a no dar nada por sentado, se alejó de las celosías y recorrió despacio y en silencio las distintas estancias que fue encontrando, comprobando minuciosamente lo que pensaban, que estaba desierto y que nadie molestaría a sus protegidos en aquel momento. En una de ellas, disimulada por una columna, se abría una escalera estrecha que subía tras la pared, estaba excavada en la piedra de la fachada por dentro y después de unos metros vio que se abría una salida. Llegó a una especie de balcón, labrado igualmente en el interior del muro, bastante alto, dominaba desde un lado la parte de ábside o el final semicircular del fondo. Justo enfrente, en el otro lateral del templo hacían el amor sus amigos. Estaban a una distancia respetable pero no tanto que no pudiera ver con claridad la cicatriz a lo largo de la espalda desnuda de Orlando, esa que había tocado a menudo. El estaba de pie mientras Romy estaba semisentada en un saliente, una especie de hornacina de aquella pared, y más abajo en otro saliente apoyaba los pies a ambos lados del actor, su cuerpo estaba inclinado hacia atrás y su largo pelo castaño se desparramaba, a intervalos, cada vez de una forma distinta, sobre los dibujos labrados tras ella.
Hesperia no había llegado a alzarse del todo, se quedó allí, sentada en el suelo, apoyada la cabeza en las pequeñas columnas de marmol que constituían la panza del balcón, sabía que no podían verla, los dos estaban absortos en su propio placer, sabía que no les molestaría su pequeña e inocente intromisión. El cuerpo de Orlando le pareció tan hermoso, bañado por la luz escasa pero cálida del mediodía que provenía de minúsculas ventanas, casi orificios de la parte alta. Notó como aparecía el brillo del sudor incipiente, se imaginó recorriendo con las yemas de los dedos aquella piel tan suave, escucharle ronronear... les sonrió anónimamente con ternura, le gustaba que la visita del actor se hubiera desarrollado así, sin posesión o favoritas, al fin y al cabo, cuando se marchara, ellas seguirían con su vida oculta y él con la suya pública, ambos en los extremos de la soledad, sí, sólo que aquellos días vivirían siempre en la memoria de todos. Puesto que no iba a ser de una, Orlando era de todas, él también lo había comprendido y lo había aceptado con naturalidad, sonrió pensando en el momento cuando conversaron por primera vez, cuando le mencionó la posibilidad de que tuviera intimidad con más de una de las chicas, él se había aterrorizado pensando si el rapto había sido para tenerle como esclavo sexual. Rió para sus adentros recordando la expresión, sí, pero el terror no había durado mucho, Hesperia sentía que pronto había comenzado a mirar a las chicas a los ojos y a descubrir que le gustaban y le incitaban todas, más de lo que quería admitir. El había aceptado las reglas del juego, las reglas jedi, “el apego está prohibido, la posesión está prohibida” sí, esas eran las reglas, pero en el momento en que estaba dentro, a una le patinaban las normas y los propósitos. Sonrió de nuevo y siguió mirándolos hipnotizada, la espalda y el trasero tonificados por los ejercicios se movían en un vaivén que mostraba sus músculos intercambiándose para llegar más al fondo, se estremeció, sintió que era a su carne adónde viajaba aquel cuerpo deseado, el fresco de la columna comenzó a hacerse necesario y movió la cabeza para que la pequeña columna curvada recorriera su frente de un lado a otro, se humedeció los labios, abrió los ojos mirando hacia abajo y entonces detectó un movimiento minúsculo de algo oscuro entre las sombras.
Bajó en total silencio por la escalera y se fue acercando con precaución al lugar. Entre los tabiques de las celosías, con la misma impunidad de la que había gozado ella, y en completo silencio igualmente, estaba apostado un periodista. Vestido según las normas, con una camisa clara de manga corta y un amplio chaleco sin mangas de tela caqui de algodón con enormes bolsillos, no despegaba la cara del visor de su cámara. Su dedo índice era el único elemento móvil de aquella figura que estaba inmortalizando algo prohibido en la ciudad prohibida.
En el momento en que sintió el objeto circular enfriando su nuca, no fue necesaria ni una palabra, levantó las manos con auténtico miedo y esperó. Notó como le tiraban de la ropa hacia atrás y caminó del mismo modo sin volverse hacia donde le llevaban, Hesperia escuchó su respiración agitada y no hizo ningún amago de calmarlo. Lo giró para que caminara delante de ella y lo alejó lo suficiente hacia la entrada del templo como para que no pudieran oírlo los amantes. En la zona central el templo se ensanchaba, había visto que tenía una estancia algo resguardada en un lateral y le llevó contra la pared del fondo. Sin ninguna amabilidad, le pegó la cabeza a la pared de piedra, cogió su brazo izquierdo por encima del codo y se lo dobló casi hasta la nuca. El periodista rugió sordamente. La voz de ella sonó fría y sin emoción.
-Dame la cámara.
-¡No puedo moverme!
-Utiliza la otra mano –Hesperia aflojó mínimamente la presión.
Escupió un insulto en inglés y con torpeza buscó la cinta en su cuello húmedo de sudor para sacarla con bastante dificultad por la cabeza.
Mientras la recibía, Hesperia le clavó un poco más el cilindro. Enrolló la correa en su cinturón de modo que la cámara quedó trabada a un lado en su cadera.
Comenzó el interrogatorio en el mismo idioma que le había escuchado.
-Pon la mano en la pared y separa las piernas. ¿Quién eres?
-No llevo armas, soy periodista. Me llamo Alain Brouniet, soy fotógrafo de National Geographic, estoy realizando un reportaje sobre los templos…
-Ya.. pues Alain, para llamarte así, no sé si sabes que no tienes ni pizca de acento francés…
-Soy canadiense no soy francés, mira mi pasaporte, está en un bolsillo interior del chaleco… y mi acreditación de la revista… ¡Deja de doblarme el brazo!¡No me moveré!
-Siento que estés incómodo, no es nada personal.
Sin liberarle, se guardó el tubo metálico con el que le había engañado y con la mano libre le recorrió el cuerpo, no llevaba armas en efecto, eso la relajó, después revisó los bolsillos del pantalón, sólo encontró chicles, siguió con los del chaleco. Curiosamente en los numerosos bolsillos no llevaba casi nada, la cámara debía ser digital, no llevaba carretes de repuesto, sólo unas cuantas pilas, no encontró más cámaras ni siquiera un móvil, no parecía a primera vista que el intruso fuera a causarles problemas, era difícil que hubiera podido esconder algo, aunque siempre era mejor cerciorarse, volvió a pasar la mano por sus pantalones, registró con cuidado los dobladillos, llevaba unas zapatillas de tela, no había donde esconder mucho. Sonrió. algo le había llamado la atención y pensó en comprobarlo otra vez.
-Eso no es una pistola, ¿puedes dejar de sobarme? No llevo armas.
-Tengo que comprobar que no llevas nada.
-¿Otra vez?
-Eh.. cálmate…
Hesperia sacó los documentos y los revisó sin dejar que se moviera.
-Vaya, así que eres Alain el canadiense, no hablas francés por lo que veo…
-No soy del área francófona, mi bisabuelo era francés, él fue el que emigró a Canadá, no hablamos francés… ¡lo siento!
-Está bien, te creo. Así que fotografías escarabajos y cosas así para National.
-No hago animales, estoy… -se quejó y ella aflojó esta vez algo más- estoy especializado en urbes, edificios…
-Ya… edificios… pero no ibas a hacerle ascos a unos sucios dólares de la prensa amarilla…
-Vale, es cierto…¿qué quieres…? Soy reportero gráfico ¿tú a qué te dedicas? Eso… vale mucho dinero, sería idiota si lo dejara pasar… ¿es él verdad? Bloom… se lo montan bien los famosos… qué cabrón, venir aquí a echar un polvo… es increíble… ¿Y tú quien eres? ¿Su guardaespaldas o qué? ¿Tú también estabas mirando? ¿Te paga para que mires? Seguro que sí… debes formar parte de toda la parafernalia, ¿Todo eso necesita para echar un polvo? ¡Vaya con Bloom! Pues sí que me ha sorprendido…bueno… reconozco… -el timbre de su voz bajó y Hesperia notó un punto de bochorno- que me excitó mirarlos, aunque eso ya lo sabes, lo has comprobado a fondo… bueno… es por eso… normalmente no voy… así… ¡Oye! ¿¡Puedes soltarme de una maldita vez!?
-Hablas demasiado. –Volvió a mirar en derredor, sacó el intercomunicador y llamó- ¿Lalaith estás ahí? Entra, he tenido un pequeño contratiempo… no, nada grave…entra, unos metros, a la derecha, tengo que darte algo, ¿fuera todo bajo control? Bien… sí… las demás que sigan en sus puestos. ..bueno…-bufó en voz baja- no creo que tarden mucho más.
Lalaith apareció diez segundos más tarde, miró sorprendida al fotógrafo que seguía con la cabeza y las manos apoyadas en la pared, mientras interrogaba con los ojos a su compañera.
-He descubierto un polizón. Coge la cámara, llevátela fuera, no tiene más cámaras y no usa carretes, aunque luego revisaremos la ropa a conciencia en la avioneta. –su compañera cogió la cámara y comenzó a alejarse- ¡Lalaith!, no lo borres, puede… que… ellos quieran conservarlo.
Alain volvió la cabeza desde la pared y la miró con desconfianza.
-¿Qué es eso de la avioneta?
-Vas a venir a dar un paseo con nosotros…-rió- ¡Uff! No pretendía que sonara tan mafioso…, sólo es una precaución. De lo que has visto no puede quedar ninguna prueba como podrás comprender, una vez que estemos seguras de que no tienes nada, te dejaremos marchar. No podrás comentarlo con nadie. Te llevaremos a la avioneta para tenerte controlado mientras registramos tu ropa.
-¿Registrar mi ropa? ¿No me has registrado bastante ya? ¿Qué iba a llevar?
Hesperia le liberó el brazo y le hizo girarse.
-No intentes nada y no te dolerá más. ¿Cómo llegaste hasta aquí?
-En un coche de alquiler, está lejos, vine andando para hacer algunas panorámicas…
-No parece que te dé miedo el calor. Para ser de Canadá.
-Estoy acostumbrado. Hace años que estoy…. de un lado para otro, mi cuerpo se ha habituado a los extremos. ¿Quiénes sois vosotras? Ni siquiera Bloom tendría un grupo de guardaespaldas así.
-El no es Bloom.
Alain sonrió cínico.
-Y esto no es la India.
-Relájate, Alain el canadiense que no habla francés y… tengo que hacer algo con…
Soltó el botón del pantalón y le bajó la cremallera. Como había supuesto, la virilidad de Alain agradeció el desahogo inesperado de su espacio disponible, ni siquiera el miedo había conseguido el retroceso a su estado normal. Le miró, el periodista tenía unos bonitos ojos verdes que se abrieron de par en par.
-¿Qué haces?
-Pues… no puedo llevarte así. Se nota bastante y no tengo intención de abochornarte delante de mis compañeras. Además quiero que estés relajado y no se te ocurra hacer ninguna tontería, es un buen método. Y francamente… odio desperdiciar una buena erección. Puedes hacerlo tú si prefieres… o… me quedo yo a los mandos mientras tú disfrutas, digamos que te lo debo.
-Joder… te juro que esto es lo más raro que me ha pasado en mi puta vida. Pero… sí, acepto, sí joder, adelante compénsame por los sucios dólares que no van a ir ya a mi escuálida cuenta.
Tomó con una mano suavemente el miembro del periodista y comenzó a acariciarlo a lo largo de su longitud, este reaccionó inmediatamente, tensándose mientras su respiración y su cuerpo acusaban con algo de sobresalto el contacto, por otra parte, esperado. Como había supuesto, con semejante puesta en escena, la sorpresa, el morbo, la excitación de ver a un famoso practicando sexo en aquel lugar tan exótico, reaccionó muy rápido a su mano, notó que su respiración pasaba a ser profunda, mientras la piel aumentaba la tensión y el cuerpo del fotógrafo, involuntariamente, apenas reprimía las señales del placer que estaba experimentado, a pesar desde luego, del miedo o la preocupación. Sin embargo después de unos momentos de jadeos, Alain se calmó ligeramente y la miró.
-Podrías besarme ¿no? Me gustaría. Porque siempre que alguien me hace una paja después de haberme apuntado a la cabeza con una pistola, me parece un gesto bonito, y como para consolidar la relación, ¿no crees?
Alain empezaba a caerle muy bien.
-Eres muy gracioso, ¿no lo sabías? Y tienes una forma elegante de perder. Son dos cualidades que valoro mucho en un hombre.
Siento que no puedo alargarlo mucho. No es un buen momento.
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Después del registro en la avioneta, donde pudieron comprobar que, efectivamente, no había nada oculto en la ropa, Orlando se acercó a saludarlo. Alain le pidió perdón y el actor se lo aceptó y reconoció que estaban en un lugar público aunque pensaban que vacío.
-Olvidemos el tema, ha sido una coincidencia singular, en fin, pasó y punto. Las chicas no trabajan para mí, son amigas y yo también me disculpo por lo que ha parecido una detención. Me gustaría poderte dar alguna entrevista en el futuro si quieres, o una sesión de fotos. Estoy pensando que a mi vuelta buscaré una obra para interpretar en el teatro. Quizás podrías hacer un reportaje o hacerme fotos en teatros antiguos en Londres y alrededores.
Alain abrió bastante los ojos antes de responder.
-Es un gesto muy amable por tu parte y no tienes ninguna obligación conmigo… como has dicho, esto pasó…
-Ya, pero es una buena idea, también para mí. Insisto, me gustaría mucho. Déjame tu teléfono y me pondré en contacto cuando el proyecto esté maduro.
El fotógrafo se lo dio, bastante agradecido.
Después Hesperia lo acercó hasta su coche. El la tomó un momento de la mano.
-Espera, no te vayas aún. ¿Quien eres? No sé ni tu nombre…
-Soy… -le dijo entre risas- como los “Men in Black” un déjà vu, una quimera de tu imaginación…”
Alain sonrió pero la atrajo por la cintura para besarla una vez más.
-Cuando llegue al hotel la adrenalina no me va a dejar dormir.
Hesperia rió con él.
-Si piensas en mi mientras disfrutas, no tengo nada objetar. No sé como me sentiría si hubiera vivido lo que tú esta tarde, en fin. Por cierto, he anotado también tu teléfono y me gustaría tener contacto contigo en algún momento.
Ella le cogió de la nuca y se regaló otro largo beso.
-Tengo que irme, volvemos a Europa en unos dias. ¿Es posible que viajes allí?
-Dependo de lo que me encargue la empresa pero a veces sí, no pierdas el teléfono y mándame el tuyo.
Le apretó la mano con un gesto de ternura y le dejó allí junto al coche de alquiler. Su vida era así, así la había elegido y nunca se había arrepentido, tantos viajes, tantas misiones, tantas caras. También había gente, como transparente, que no le aportaba nada y cuyos rostros desaparecían tras un tiempo. Pero de pronto se encontraba con algunas personas especiales y lamentaba no poder alargar esos encuentros, un poco más al menos. Parecía que siempre estaba despidiéndose, como ahora, sin darles ni siquiera su nombre, ni su alias.