12/29/2022

 


                                                        Orlando (fragmento)



5.

Orlando descansaba tumbado en la cama y mirando al techo. El paseo le había sentado muy bien, le había relajado estar afuera, había podido ver que el lugar era precioso y se perdía en la distancia sin verse los límites, tal como le habían dicho. 



Sonó un golpecito en la puerta y se abrió. Hesperia le traía la cena, fuera, el cielo comenzaba a tener tonalidades cenicientas, la chica encendió la luz y la ventana les reflejó.

-¿No tienes hambre?

-Empezaba a tener algo. Gracias.

-Mañana te llevaremos a conocer el castillo y comerás con todas nosotras, con las que están aquí. No estamos todas ahora.

-¿Están en alguna misión?

-Parte sí y otras están en sus otras vidas. No vivimos aquí entre trabajo y trabajo.

-¿Desapareces de tu vida para hacer estos trabajos?

-Más bien tengo una tapadera que puedo dejar para dedicarme a esto que me encanta.

-¿Y cual es tu tapadera?

-Más adelante te lo contaré. Cuando tenga más confianza.

-Genial. Yo debo ganarme tu confianza. ¿Llevas una doble vida, con familia y todo eso…?

-¡No! ¿Cómo iba a hacerlo? No es compatible con este trabajo. No, nosotras somos como los jedis, prohibidas las relaciones duraderas. Quizás eso explique un poco que le cobremos cariño a desconocidos.

-Eso iba a preguntarte, ¿cómo se puede tener afecto a alguien que no se conoce? Vosotras podéis ver mis entrevistas, mis películas… pero podría ser todo una fachada, yo podría ser un completo imbécil. Seguramente os he decepcionado, seguro que os parezco un cobarde.

-No ¿por qué?

-No he luchado, no he intentado escaparme.

-Eres listo. No lo habrías conseguido y lo has descartado. Has captado la situación. Has dudado muy poco de la información que te hemos dado.

-¿Y eso demuestra que soy listo?

-Sí. A pesar de que era inverosímil lo que te estaba ocurriendo, has tomado las decisiones correctas, esperar y encajar. Cualquier otra reacción hubiera sido torpe.

-Gracias, lo consideraré un halago. Dime una cosa ¿soy o no soy muy diferente a la imagen que tenías de mí?

-Es curioso pero no lo he pensado todavía. Aún no es posible que te comportes tal como eres, no es como si nos hubiera presentado un amigo en una fiesta. Pero pensándolo, te diré que por ahora, no hay nada que me haya extrañado o decepcionado. Y tampoco a las chicas por lo que han dicho.

Hesperia comenzó a andar hacia la puerta.

-No te vayas.

Ella se paró y se volvió a mirarle. Orlando tenía un gesto serio.

-Ese afecto que me habéis cobrado siguiendo mi carrera, esa predilección por mí ¿qué es exactamente?¿incluye también el deseo?

-¿El deseo?

-Quiero saber hasta dónde queréis llegar. Me habéis secuestrado, habéis vuelto mi vida del revés, iba a casarme dentro de quince días, y me habéis traído aquí, en mitad de la nada, narcotizado. Cuando pienso en todo eso, siento una gran ira recorriendo mi cuerpo. De verdad. Siento un gran enfado por la impotencia frente a esta situación. Sé que os habéis mostrado amables, quizá también eso me cabrea. Y esa ira… me… hace tener unas sensaciones muy fuertes y contradictorias.

Y no sé por qué maldita cosa, pero esa ira me excita. Quiero saber ya que me encuentro aquí, impotente en esta situación, si puedo empezar a desahogar esta ira contigo.

Hesperia le miraba sorprendida. Orlando caminó y se quedó junto a ella. 

- …perdona… yo… no me imaginaba… no esperaba…  que te sentías… así…

-Joder, te he hecho balbucear. Juraría que no te pasaba desde hace años. Sabíais que me gustan las emociones fuertes, lo que quizás no sepáis es que la adrenalina me provoca otros efectos colaterales. 

-Ah…

-¿Sabes qué es lo que me gustaría hacer ahora?

-No… 

-Me gustaría inclinarte sobre la cama y penetrarte a empellones hasta que no me queden fuerzas.

Hubo un momento de silencio.

-En fin, por tu forma de mirarme, supongo que nunca habrías imaginado que iba a decirte eso.

-Lamento… que…  espero… que… nos podrás perdonar…

Ella fue a moverse, pero Orlando la sujetó por los brazos.

-Espera. Lo que te dicho ha sido muy grosero. Algunas veces soy así, un salvaje lascivo y soez, eso supongo que no lo sabías. No soy ningún caballero inglés y menos con en situaciones estresantes. Pero me gustaría saberlo ¿realmente, como admiradora me deseas? ¿Has imaginado alguna vez cómo sería? ¿Cómo te tocaría?

Ella volvió a hacer un amago de volverse y él la sujetó aún más fuerte. Le pasó un brazo por detrás y la mantuvo sujeta por la cintura. La otra mano fue al pantalón, y consiguió introducirse dentro, bajó recorriendo su vientre, sintiendo que ella estaba muy tensa, pero no había un claro rechazo tampoco. Empezó a tocarla y esta vez él fue el sorprendido.

-¡Vaya! Te ha gustado imaginártelo. Fíjate. Nos parecemos Hesperia, la adrenalina tiene sobre ti el mismo efecto.

Hesperia reaccionó por fin.

-¡Ya está bien! –le tiró con brusquedad del brazo y lo sacó de su pantalón. Estaba respirando agitada. Quería recuperar el control, ¿Qué había pasado? ¿Cómo había dejado que la situación se le escapara? Empezó a caminar hacia atrás, hacia la puerta. Movió el picaporte mientras lo miraba. Orlando desvió su mirada hacia el ventanal.

-Lo siento, discúlpame. Ha sido un desahogo. Después de todo lo que ha sucedido hoy, entenderás que estoy fuera de mis casillas.

Hesperia abrió la puerta y le contestó saliendo.

-No, yo lo siento. Te comprendo… comprendo como te sientes.


Transcurrieron unos diez minutos y la puerta volvió a abrirse.

-No estoy acostumbrada a quedarme sin palabras. Me bloquée… necesitaba unos minutos para reaccionar, no me lo esperaba. Esto sí que no lo esperaba.

Me has preguntado si se incluye el deseo en la inclinación por alguien famoso que admiras. En tu caso, existe, por supuesto. Me atrevería a decir que todas nosotras lo sentimos. No esperaba esa reacción y me has cogido a contrapié, me has desconcertado. Aunque… has podido comprobar que no me has resultado desagradable a pesar de tu rudeza. 

Bueno Orlando, aquí estoy. He apagado las cámaras. Si necesitas descargar tu ira, si aún deseas hacerlo, puedes descargarla conmigo, yo estoy dispuesta a recibirla.

Orlando se acercó a ella de nuevo.

-Ahora soy yo quien se ha quedado sin palabras. –la sujetó y empezó a morderle en el cuello- Las cámaras… has ido a apagar las cámaras… ¿las otras nos estaban viendo?

-Espero que no, creo… que están cenando. Cuando vuelva… borraré nuestra  conversación. 

Siguió recorriendo su cuello, a medias entre la suavidad de rozarla con los labios y a veces apretándola más, incluso ella notó sus dientes en algunos momentos, mientras le musitaba al oído palabras y trozos de frases.

-Me estabais vigilando… espero que no tengáis… cámaras en el baño.

-No, -jadeó una risa- no somos tan retorcidas, sólo tenemos un sensor de calor. –La respiración de Hesperia comenzaba a agitarse de nuevo- Sólo para saber si estás allí… nada más.

-Así… que has apagado las cámaras… ¿Cuándo… has decidido… aceptar?

-No estoy segura… quizás cuando cerré la puerta… no… lo recuerdo…

12/19/2022

 



                                                            Orlando (fragmento)

        -¿Sabes que he estado deprimido por algo que decía Woody Allen y es completamente falso? 

        -¿Qué decía?

        -En la película “Sueños de un seductor” su personaje que tiene 28 años dice que hace diez años que ha pasado su momento de mayor potencia sexual. He podido comprobar, precisamente hace poco -sonrío pícaro- que es falso. –Green le miró divertida.- Y a propósito, estos pijamas tuyos son muy eróticos.

        Green se echó a reír a carcajadas.

        -En serio me encanta quitar tantos botones y ver cómo asoma un cuerpo que con él puesto no se podría imaginar en absoluto.

        -Con tu cinismo y tu sentido del humor, no entiendo por qué no haces comedias.

        -¿Quieres saberlo?

        -Sí.

        -Porque no me las proponen. No me han propuesto ni un proyecto que no fuera idiota. Aparte del episodio de “Extras” que me encantó y me divirtió un montón hacerlo, todo lo demás que me han enviado me parece basura. Me encantaría, una como esas primeras de Allen, como “Bananas” o algo así, mucho diálogo satírico, o como “Con faldas y a lo loco”, una comedia así es irrepetible. ¿Crees que estaría bien travestido?

        Green le miró ávidamente arriba y abajo.

        -Estarías guapísima. Puedes hacerlo aquí para probar, si quieres. Lalaith te maquillaría. Podrías explorar tu lado femenino, ¿no se dice eso? 

        -¿Es sarcasmo o lo estás diciendo en serio?

        -Al principio no lo decía en serio pero ¿por qué no? ¿Nunca te has vestido de mujer?

        -No.

        -Tienes unas facciones muy suaves, estas delgado, creo que el resultado sería bastante femenino. Para un hombre debe ser una experiencia fuerte mirarse a un espejo y verse mujer, como saltar por encima de una prohibición ancestral. 

        -Quizá debería hacerlo. Te aseguro que no tengo claro si sentiría repulsión o atracción hacia esa mujer. 

        Green le seguía observando fijamente.

        -Creo que yo no sentiría ninguna repulsión al verte como mujer. Quizás deberíamos hacer una fiesta de travestidos.


        Nada más cruzar la puerta la invadió una oleada de calor húmedo, incluso había una ligera neblina de vapor en suspensión. Orlando había llenado la bañera y sobre el agua había, como un gigantesco capuccino, una espesa nube de espuma de la que emanaba un delicado perfume. 

Orlando caminó hacia ella y con una media sonrisa entre gusto y complicidad, empezó a abrirle la blusa soltando los botones uno a uno bastante despacio, terminó y la deslizó primero descubriéndole un hombro. Se acercó para besarlo y fue dejándole muchos besos húmedos desde allí hasta el cuello, poco después acabó de quitarle el resto y la tomó de la mano para que entrara en la bañera y se sentara. Con cuidado se colocó detrás de ella, apoyó la espalda y atrajo a Green, sentada en medio de sus piernas, hasta que la espalda de ella estuvo pegada a su pecho y la cabeza descansaba relajadamente bajo su cuello. Green cerró los ojos, la sensación de placer era demasiado intensa, su respiración se relajó y se dejó mimar. Orlando le deslizó la mano mojada sobre el pelo varias veces, desde la frente hacia atrás, después tomó un poco de espuma en la mano y la fue dejando sobre los senos de ella que sobresalían del agua. No se quedó conforme con cubrirlos de la espuma blanca y se dedicó a hacer dibujos con un dedo, unas veces círculos concéntricos, otras, líneas onduladas que desde fuera terminaban al lado del pezón. Miraba el dibujo y volvía a cubrirlos para empezar de nuevo. Green acogía las caricias con leves murmullos de gusto. No había prisa, esa idea dominaba en la mente de los dos, podían quedarse allí todo el tiempo que les apeteciera.

Green alzó un brazo despacio y lo llevó atrás, su mano recubrió la nuca de Orlando y le estuvo acariciando, giró un poco el cuerpo para encontrarse con los labios de él y notó algo sorprendida que, en contraste con el agua de la bañera, estaban fríos. Se los calentó a fuerza de besos cada vez más apasionados y volvió al poco a su primera posición. Se dejó de nuevo acariciar por él, no quería que terminara tan pronto el baño, se sentía tan cómoda entre sus brazos que no había por qué precipitar nada, aunque el final de su espalda había comenzado a sentir algún movimiento involuntario de cierta parte del actor. 

-¿Una fiesta de travestidos? Hummm… no estaría mal. –le dijo Orlando entre susurros mientras le besaba la sien- ¿Qué tipo de hombre serías tú? ¿Cómo te disfrazarías?

-No sé… es mejor que tú no lo sepas y que sea una sorpresa. Podríamos disfrazarnos como tus personajes, un elfo, un pirata, un cruzado… 

-¡Oh no! Y seguro que me obligáis a besaros. –dijo con un tono de falso lamento- No sólo tendré que besaros como hombres, sino que además esos tíos serán copias de mí mismo. Es demasiado terrible.

Green rió de la reflexión.

-Por supuesto que te obligaremos a besarnos. Me excita pensarlo –giró la cabeza hacia atrás de nuevo buscando los labios de Orlando, esta vez jugueteó más con ellos reteniéndolos entre los suyos con distintas presiones y pasó la lengua fuera recorriéndolos de un lado a otro y dentro, entre los labios y los dientes. Orlando parecía disfrutar del juego y la dejaba hacer, sin tomar parte activa aunque Green comenzó a notar de nuevo, como bajo el agua, su miembro sí que parecía reaccionar. Esta vez fue él quien paró, se separó un poco y le besó la frente, ella volvió a recostarse sobre el pecho y puso la mano derecha sobre el antebrazo izquierdo de Orlando que estaba rodeándola.

11/12/2022

 


                            Orlando (Fragmento)



Orlando no tenía para nada claro de qué mujer se disfrazaría en la fiesta de travestidos, ni de hecho le resultaba cómodo pensar en nada que tuviera que ver con ese momento, que cada día se acercaba más.

Podría ser simplemente una mujer maquillada, con ropa femenina y pelo largo o preparar algo más elaborado, como las chicas, que iban a disfrazarse de sus personajes. Viendo todo lo que se afanaban, no podía más que aceptarlo y no darle muchas vueltas. Sabía que no paraban de hacer encargos, aunque a ninguna se le escapó ni una pista de cual iba a ser su disfraz.

De pronto una mañana comprendió que no podía demorarlo más y que tenía que tomar una decisión. Entonces primero pensó en sus compañeras de trabajo como por ejemplo en El Señor de los Anillos, aunque quizá esos ropajes no fueran lo suficientemente femeninos. Después pensó en sus actrices favoritas, quizás algún papel de Audrey Hepburn a la que adoraba, sobre todo en Desayuno con Diamantes. O podría también convertirse en Gilda, diosss, su cerebro derrapó, eso sería casi pecado. Ese fue el momento de auténtica revelación y por primera vez empezó a animarse.

El baile en todo este tiempo no había conseguido entusiasmarlo, era demasiado catártico y no estaba seguro de cual sería su reacción. Nunca se había disfrazado de mujer y nunca había pensado en hacerlo. Tampoco imaginaba a las chicas disfrazadas de él, aunque estaba seguro que estarían perfectas. 

Por otro lado pensaba que era igual que lo que él había hecho con Green, y que también, de algún modo, sería catártico para ellas, sentirse en la piel de sus personajes por unas horas. Todo eso lo ponía nervioso.

Al pensar en Gilda  imaginó el vestido negro palabra de honor, que tendría que rellenar con un buen sujetador con prótesis para resultar creíble aunque por otra parte, tenía la ventaja de que al ser largo hasta los tobillos no tendría que depilarse las piernas, algo sobre lo que también había pensado y que suponía que Lalaith le obligaría.

Bueno Gilda era una buena opción, claro que no admitiría cantar “Put the blame on Mame boy” bajo ninguna presión, rió para sí.


Orlando se decidió a comentarlo con Lalaith ya que ella le maquillaría y se encargaría del traje. Las otras opciones en las que había pensado no acababan de gustarle y siempre volvía a la idea de Gilda pero quería saber la opinión de ella. Lalaith le sorprendió con un entusiasmo y una aprobación radical.

-Me encanta. Es un personaje y una película que siempre me ha fascinado. Con ese blanco y negro esplendoroso. Y Gilda es una mujer empoderada, valiente, que vive su sexualidad de forma libre, aunque por la época en que se rodó la película, tienen que acabar con el happy end, y a pesar de la bofetada que ahora es imposible de justificar, para mí es una mujer muy libre y con una fuerza increíble. Me gusta tu elección y será fácil maquillarte con una peluca muy abundante. Y el vestido es tan sexy que las otras van a flipar.

-Así que voy a estar en franca minoría, siendo mujer, y con ese vestido tan sexy no sé si voy a tener que defenderme de vosotras… aunque hayáis sido mis amantes. O quizás exactamente por eso, os consideraréis con plenos derechos.

Los dos se echaron a reír.

-Es cierto -le dijo Lalaith- ahora vas a estar al otro lado. Nunca te habrás imaginado siquiera en la piel de una mujer acosada o como acosador, tú eres un amante delicado y comprensivo y eso te será ajeno, pero aún muchas mujeres dudan al ponerse un vestido de fiesta por si tendrán a muchos moscones pensando que es un ofrecimiento.

Orlando asintió aunque no tenía un conocimiento profundo, había visto a tipos infames acosar a chicas y hasta alguna vez tuvo con sus amigos que parar a alguno y echarlo del bar. Pero nunca había pensado en ser la chica, la acosada. Ese era una cara del poliedro de sensaciones en la que hasta ahora no había pensado, una faceta más del baile en la que no había reparado.




Lalaith encargó el vestido de seda negro, hizo que la abertura de la falda quedara algo más baja ya que el actor prefería no enseñar demasiado las piernas. Igualmente encargó la peluca y la escasa bisutería, idénticas a la que Rita Hayworth llevaba en esa escena, le encargó dos pares de zapatos, uno con un tacón considerable y otros parecidos pero sin tacón porque imaginaba que no aguantaría mucho los primeros. Le costó un esfuerzo sobrehumano no desvelar el disfraz de Orlando aunque hubo muchas sutiles y camufladas interrogaciones. Lo soportó estoicamente hasta que llegó el día. 


Estaban todos tan excitados como los niños de una clase el día de la fiesta de fin de curso. Ni en la comida hubo conversaciones interesantes como otros días, todos estaban absortos, ninguno quería que se le escapara una pista de cómo iría y a veces costaba mucho. Lo que estaba claro es que iba a ser la fiesta más épica y bizarra celebrada en el castillo. Así que terminaron pronto y se fueron retirando. 

Por suerte para Lalaith muchas de las chicas se maquillaron solas, ella llevaba años enseñándoles trucos y técnicas. Así que pocas pasaron por su taller, dejando al actor para el ultimo, justo antes de ella misma.

El resultado fue brutal. Orlando miraba al espejo y no conseguía que su cerebro aceptara que era él quien estaba bajo aquel disfraz. Los ojos agrandados con el maquillaje, pestañas postizas, con bastante rimmel, el pelo pelirrojo que era terriblemente sensual y se derramaba en bucles esponjosos a los lados de su cara, sus labios habían cobrado una carnosidad y volumen que le eran completamente ajenos…

El vestido igualmente era prodigioso, llevaba rellenos en la cadera y el busto, recreando el cuerpo de la actriz, tan bien logrados, que al tocarse, al pasar las manos por su cintura y sus caderas, se empezó a sentir, de alguna forma, una mujer voluptuosa, una mujer fuerte, que podía poner a muchos hombres a babear por tenerla y que ella, como Gilda, podía despreciarlos entre risas. Incluso sintió de forma extraña que esa mujer también le excitaba a él. Y con ese pensamiento, que lo perturbó bastante, se marchó para su habitación, Lalaith quería que bajara el último. 


Cuando lo avisaron al intercomunicador respiró profundamente, seguía siendo una situación que nunca había imaginado vivir. Le excitaba aunque le provocaba sentimientos muy dispares. Cogió los dos pares de zapatos y descalzo, por precaución, bajó las escaleras con cuidado porque el vestido también le limitaba algo los movimientos. Antes de entrar en el salón grande, que nunca habían usado estando él allí, y que habían preparado especialmente para esa fiesta, volvió a respirar hondamente, notó que el vestido, con las prótesis del pecho, no le permitía tampoco llenarse completamente de aire, y eso le hizo pensar en la opresión de tantas mujeres, tantos siglos… pensó en ellas, a través de los años, intentando desprenderse de tantas sujeciones, de tantas cosas que las oprimían, corsés, fajas, cambiando la ropa, cambiando leyes, con tanto sufrimiento. El conocía la historia de las sufragistas de su propio país pero quizá hasta ese momento, no había sido tan consciente del tremendo esfuerzo, de la heroicidad de aquellas mujeres que antepusieron conseguir poder votar a todo, a sus familias, a sus hijos, a sus trabajos basura, a su respetabilidad, a su lugar social. A su vida en algún caso. O la misma Rita, obligada a transformarse para ser más sexy y guapa, a veces con métodos crueles, para encajar en las películas americanas, y que según bastantes rumores, su padre no sólo la había manipulado y explotado haciendo de manager si no que también había abusado de ella.

Para ser la primera vez que se disfrazaba de mujer de pronto estaba sintiendo como propias la indignación de la falta de igualdad, la falta de oportunidades al buscar trabajo, la invisibilización de tantas artistas brillantes, hasta sus propias compañeras teniendo que mendigar que mejoraran sus sueldos, que nunca se igualaban… De pronto sintió un enorme asco y se sintió desligado de su género, con una gran aversión y lejanía. Se sintió Gilda, y los últimos minutos antes de entrar en el salón le costó cambiar de ánimo, porque lo que habían preparado era una fiesta, joder, un encuentro diferente pero sobre todo lúdico, y la finalidad era divertirse y no aparecer con un cabreo sordo in crescendo. Imaginarse entrando en el salón con aquel enfado y cerrando de un portazo le hizo sonreír y le puso del humor correcto.

Respiró de nuevo profundamente y se dijo:

-Vamos allá.




10/19/2022

 





                                                                    Orlando (fragmento)

          -Lalaith me gustaría que me hicieses algunas fotos en un lugar concreto. Allí tuve un cúmulo de sensaciones muy fuertes. Si vuelve a ser igual o parecido, querría verme a través de tus ojos

        -¿En las mazmorras?

-Sí.

-Iremos, creo que es perfecto, -los ojos de Lalaith se estaban iluminando por momentos- va a ser genial. Tenía que habérseme ocurrido.


Atravesaron el portón de madera y se alejaron por los pasadizos. Orlando creía que esta vez no lo notaría tanto ahora que ya conocía el lugar, cuando toda la sensación de opresión le cayó encima de nuevo. A pesar de que la temperatura allí era como diez grados menos, su frente se perló de sudor mientras caminaba a buen paso detrás de Lalaith que quería llegar a una celda en concreto. Al menos, pensó, esperaba que ella fuera capaz de captar cuánto le impresionaba aquel lugar.

La celda era una de las medianas. Igual que en las demás, las paredes de piedra estaban mugrientas y frías, y en algunos puntos rezumaban humedad. Aún quedaban grilletes clavados en la pared frontal colgados de cadenas, y argollas para levantar los brazos de los prisioneros. Orlando comprendió que era la celda donde mejor se habían conservado, posiblemente porque llegaría menos humedad a aquella pared que a las otras. Notó que el vello de sus brazos se había erizado  y comenzaba a hacerlo el de la nuca, Lalaith se volvió a mirarlo y le fotografió. La expresión del actor ya transmitía una angustia más que palpable, le vio tragar saliva mientras observaba a su alrededor. Lalaith colgó los candiles que habían llevado en otros salientes de las paredes y estuvo cambiando algunos, para conseguir la combinación de penumbra y luz que quería.

-Creo que vas a lograr fotos muy buenas. –respiró hondo varias veces. -¿Qué hago? 

-Ponte allí, junto a los grilletes.

Orlando caminó despacio y con cierta desgana.

-Me gustaría… que…

-Quieres que los toque ¿verdad? –jadeó- Está bien. Se nota que me afecta ¿no?, creí que esta vez no sería tan fuerte.

Los miró unos instantes como si algo invisible le retuviera, y le pareció que su brazo pesaba el doble mientras lo subía y lo acercaba al metal. Muy despacio alargó los dedos y los deslizó por la superficie curva, igual que Frodo hacía con el anillo de Sauron. El tacto le pareció frío y desagradable, raspaba en algunos lugares. Con lentitud extendió la mano entera sobre el metal, se volvió hacia Lalaith que seguía estudiándolo a través de la mirilla.

-¿Sería mucho pedir que me dejaras colocártelos?

-¿Esto? –suspiró- Claro… está bien.

-Pero… estás un poco pálido… 

-No. No pasa nada, no puede afectarme tanto. Me los pondré en las muñecas si es eso lo que quieres. Hasta ahora creía que sólo le tenía fobia a los cerdos. -Abrió uno de los grilletes y apretó los dientes por el sonido chirriante, a la vez que  aumentaba aún más en Orlando la sensación de náusea, metió la muñeca dentro y lo cerró con la mano libre.-El otro tendrás que ponérmelo tú. ¿Qué tal? ¿Te gusta la performance? –intentó sonreír y que pareciera una broma pero no consiguió más que una mueca. Lalaith se alejó un poco y le estudió a través de la cámara. Orlando la vio torcer un poco la boca.

-¿Qué?

-Tu ropa. – sacudió un poco la cabeza-  Está fuera de lugar.

-Me la quitaré.

-Pero hace frío aquí. No quiero que enfermes.

-Estoy acostumbrado. Y además, quiero que hagas esas fotos, porque quiero copias para mí. Voy a conservarlas en casa, te lo juro, y no quiero repetir esto, vamos, sigamos adelante. 

Orlando se quitó el jersey y la camiseta, después se quitó las botas y los pantalones, se miró un momento los calzoncillos y miró hacia Lalaith, ella no le había visto desnudo, tuvo un instante de pudor, después miró hacia los grilletes y supo lo ridículo que estaría con ellos puestos, bajó de nuevo la cabeza y se los quitó, se quitó los calcetines y la miró.

-¿Lista?

-¿No… te importa…?

-No.

-¿Puedo… fotografiarte… así, sin ocultar nada?

-Hazlas como quieras, no me importa, al fin y al cabo, el cuerpo de un actor nunca es suyo del todo, -hizo un amago de sonrisa- siempre tiene que compartirlo. 


Lalaith le sujetó las muñecas en los grilletes y tiró de las cadenas, tensándolas un poco y haciendo que los brazos de él quedaran algo más arriba de los hombros, movió las luces y se alejó unos pasos. Los músculos de los brazos se veían especialmente bellos en la penumbra. Comenzó a hacerle fotos de forma febril.

Un poco después Orlando inclinó la cabeza sobre el lado derecho y sus rizos cayeron ocultando parte de su cara, cerró los ojos, mantenía la mandíbula tensa y volvió a percibir como una oleada, todo el dolor que encerraban aquellos muros, su frente notó de nuevo el sudor mientras su espalda se helaba al contacto con la piedra. Lalaith consiguió que la luz transformara su cuerpo en una figura de bronce y siguió dando vueltas a su alrededor, acercándose, alejándose, mientras sonaba únicamente el click de la máquina. Se tumbó en el suelo para sacarle las últimas. Desde abajo su cara crispada, con los ojos cerrados, estaba tan transida de pena que ella se sintió de pronto en el mismo trance que le había atrapado a él. Dejó la cámara en el suelo y sin ruido, se acercó de rodillas hasta quedar al lado suyo, le miró desde allí como si fueran otros, dos extraños, que hubieran existido hacía muchas décadas. 

10/15/2022

 



                                -Kajuraho                  (Orlando fragmento)

    Hesperia les vio alejarse hacia el fondo y adentrarse en las tripas del templo, el interior no era diáfano del todo, además de las columnas que lo dividían con perfecto orden, al fondo se veían tabiques de celosías que se ondulaban y componían un delicado laberinto. 

    Habían llegado allí en la hora canicular, no había nadie absolutamente en los alrededores, la explanada de los templos se encontraba desierta mientras el calor desdibujaba la vista provocando ligeros espejismos. No era época de turistas pero Hesperia estaba acostumbrada a desconfiar, a no dar nada por sentado, se alejó de las celosías y recorrió despacio y en silencio las distintas estancias que fue encontrando, comprobando minuciosamente lo que pensaban, que estaba desierto y que nadie molestaría a sus protegidos en aquel momento. En una de ellas, disimulada por una columna, se abría una escalera estrecha que subía tras la pared, estaba excavada en la piedra de la fachada por dentro y después de unos metros vio que se abría una salida. Llegó a una especie de balcón, labrado igualmente en el interior del muro, bastante alto, dominaba desde un lado la parte de ábside o el final semicircular del fondo. Justo enfrente, en el otro lateral del templo hacían el amor sus amigos. Estaban a una distancia respetable pero no tanto que no pudiera ver con claridad la cicatriz a lo largo de la espalda desnuda de Orlando, esa que había tocado a menudo. El estaba de pie mientras Romy estaba semisentada en un saliente, una especie de hornacina de aquella pared, y más abajo en otro saliente apoyaba los pies a ambos lados del actor, su cuerpo estaba inclinado hacia atrás y su largo pelo castaño se desparramaba, a intervalos, cada vez de una forma distinta, sobre los dibujos labrados tras ella. 

Hesperia no había llegado a alzarse del todo, se quedó allí, sentada en el suelo, apoyada la cabeza en las pequeñas columnas de marmol que constituían la panza del balcón, sabía que no podían verla, los dos estaban absortos en su propio placer, sabía que no les molestaría su pequeña e inocente intromisión. El cuerpo de Orlando le pareció tan hermoso, bañado por la luz escasa pero cálida del mediodía que provenía de minúsculas ventanas, casi orificios de la parte alta. Notó como aparecía el brillo del sudor incipiente, se imaginó recorriendo con las yemas de los dedos aquella piel tan suave, escucharle ronronear... les sonrió anónimamente con ternura, le gustaba que la visita del actor se hubiera desarrollado así, sin posesión o favoritas, al fin y al cabo, cuando se marchara, ellas seguirían con su vida oculta y él con la suya pública, ambos en los extremos de la soledad, sí, sólo que aquellos días vivirían siempre en la memoria de todos. Puesto que no iba a ser de una, Orlando era de todas, él también lo había comprendido y lo había aceptado con naturalidad, sonrió pensando en el momento cuando conversaron por primera vez, cuando le mencionó la posibilidad de que tuviera intimidad con más de una de las chicas, él se había aterrorizado pensando si el rapto había sido para tenerle como esclavo sexual. Rió para sus adentros recordando la expresión, sí, pero el terror no había durado mucho, Hesperia sentía que pronto había comenzado a mirar a las chicas a los ojos y a descubrir que le gustaban y le incitaban todas, más de lo que quería admitir. El había aceptado las reglas del juego, las reglas jedi, “el apego está prohibido, la posesión está prohibida” sí, esas eran las reglas, pero en el momento en que estaba dentro, a una le patinaban las normas y los propósitos. Sonrió de nuevo y siguió mirándolos hipnotizada, la espalda y el trasero tonificados por los ejercicios se movían en un vaivén que mostraba sus músculos intercambiándose para llegar más al fondo, se estremeció, sintió que era a su carne adónde viajaba aquel cuerpo deseado, el fresco de la columna comenzó a hacerse necesario y movió la cabeza para que la pequeña columna curvada recorriera su frente de un lado a otro, se humedeció los labios, abrió los ojos mirando hacia abajo y entonces detectó un movimiento minúsculo de algo oscuro entre las sombras.

Bajó en total silencio por la escalera y se fue acercando con precaución al lugar. Entre los tabiques de las celosías, con la misma impunidad de la que había gozado ella, y en completo silencio igualmente, estaba apostado un periodista. Vestido según las normas, con una camisa clara de manga corta y un amplio chaleco sin mangas de tela caqui de algodón con enormes bolsillos, no despegaba la cara del visor de su cámara. Su dedo índice era el único elemento móvil de aquella figura que estaba inmortalizando algo prohibido en la ciudad prohibida. 


    En el momento en que sintió el objeto circular enfriando su nuca, no fue necesaria ni una palabra, levantó las manos con auténtico miedo y esperó. Notó como le tiraban de la ropa hacia atrás y caminó del mismo modo sin volverse hacia donde le llevaban, Hesperia escuchó su respiración agitada y no hizo ningún amago de calmarlo. Lo giró para que caminara delante de ella y lo alejó lo suficiente hacia la entrada del templo como para que no pudieran oírlo los amantes. En la zona central el templo se ensanchaba, había visto que tenía una estancia algo resguardada en un lateral y le llevó contra la pared del fondo. Sin ninguna amabilidad, le pegó la cabeza a la pared de piedra, cogió su brazo izquierdo por encima del codo y se lo dobló casi hasta la nuca. El periodista rugió sordamente. La voz de ella sonó fría y sin emoción.

    -Dame la cámara.

    -¡No puedo moverme!

    -Utiliza la otra mano –Hesperia aflojó mínimamente la presión. 

    Escupió un insulto en inglés y con torpeza buscó la cinta en su cuello húmedo de sudor para sacarla con bastante dificultad por la cabeza.

 

 Mientras la recibía, Hesperia le clavó un poco más el cilindro. Enrolló la correa en su cinturón de modo que la cámara quedó trabada a un lado en su cadera.

Comenzó el interrogatorio en el mismo idioma que le había escuchado.

-Pon la mano en la pared y separa las piernas. ¿Quién eres?

-No llevo armas, soy periodista. Me llamo Alain Brouniet, soy fotógrafo de National Geographic, estoy realizando un reportaje sobre los templos…

-Ya.. pues Alain, para llamarte así, no sé si sabes que no tienes ni pizca de acento francés…

-Soy canadiense no soy francés, mira mi pasaporte, está en un bolsillo interior del chaleco… y mi acreditación de la revista… ¡Deja de doblarme el brazo!¡No me moveré! 

-Siento que estés incómodo, no es nada personal.

Sin liberarle, se guardó el tubo metálico con el que le había engañado y con la mano libre le recorrió el cuerpo, no llevaba armas en efecto, eso la relajó, después revisó los bolsillos del pantalón, sólo encontró chicles, siguió con los del chaleco. Curiosamente en los numerosos bolsillos no llevaba casi nada, la cámara debía ser digital, no llevaba carretes de repuesto, sólo unas cuantas pilas, no encontró más cámaras ni siquiera un móvil, no parecía a primera vista que el intruso fuera a causarles problemas, era difícil que hubiera podido esconder algo, aunque siempre era mejor cerciorarse, volvió a pasar la mano por sus pantalones, registró con cuidado los dobladillos, llevaba unas zapatillas de tela, no había donde esconder mucho. Sonrió. algo le había llamado la atención y pensó en comprobarlo otra vez.

-Eso no es una pistola, ¿puedes dejar de sobarme? No llevo armas.

-Tengo que comprobar que no llevas nada.

-¿Otra vez? 

-Eh.. cálmate… 

Hesperia sacó los documentos y los revisó sin dejar que se moviera.

-Vaya, así que eres Alain el canadiense, no hablas francés por lo que veo…

-No soy del área francófona, mi bisabuelo era francés, él fue el que emigró a Canadá, no hablamos francés… ¡lo siento!

-Está bien, te creo. Así que fotografías escarabajos y cosas así para National. 

-No hago animales, estoy… -se quejó y ella aflojó esta vez algo más-  estoy especializado en urbes, edificios…

-Ya… edificios… pero no ibas a hacerle ascos a unos sucios dólares de la prensa amarilla…

-Vale, es cierto…¿qué quieres…? Soy reportero gráfico ¿tú a qué te dedicas? Eso… vale mucho dinero, sería idiota si lo dejara pasar… ¿es él verdad? Bloom… se lo montan bien los famosos… qué cabrón, venir aquí a echar un polvo…  es increíble… ¿Y tú quien eres? ¿Su guardaespaldas o qué? ¿Tú también estabas mirando? ¿Te paga para que mires? Seguro que sí… debes formar parte de toda la parafernalia, ¿Todo eso necesita para echar un polvo? ¡Vaya con Bloom! Pues sí que me ha sorprendido…bueno… reconozco… -el timbre de su voz bajó y Hesperia notó un punto de bochorno- que me excitó mirarlos, aunque eso ya lo sabes, lo has comprobado a fondo… bueno…  es por eso… normalmente no voy… así… ¡Oye! ¿¡Puedes soltarme de una maldita vez!?

-Hablas demasiado. –Volvió a mirar en derredor, sacó el intercomunicador y llamó- ¿Lalaith estás ahí? Entra, he tenido un pequeño contratiempo… no, nada grave…entra, unos metros, a la derecha, tengo que darte algo, ¿fuera todo bajo control? Bien… sí… las demás que sigan en sus puestos. ..bueno…-bufó en voz baja- no creo que tarden mucho más. 

Lalaith apareció diez segundos más tarde, miró sorprendida al fotógrafo que seguía con la cabeza y las manos apoyadas en la pared, mientras interrogaba con los ojos a su compañera.

-He descubierto un polizón. Coge la cámara, llevátela fuera, no tiene más cámaras y no usa carretes, aunque luego revisaremos la ropa a conciencia en la avioneta. –su compañera cogió la cámara y comenzó a alejarse- ¡Lalaith!, no lo borres, puede… que… ellos quieran conservarlo.

Alain volvió la cabeza desde la pared y la miró con desconfianza.

-¿Qué es eso de la avioneta?

-Vas a venir a dar un paseo con nosotros…-rió- ¡Uff! No pretendía que sonara tan mafioso…, sólo es una precaución. De lo que has visto no puede quedar ninguna prueba como podrás comprender, una vez que estemos seguras de que no tienes nada, te dejaremos marchar. No podrás comentarlo con nadie. Te llevaremos a la avioneta para tenerte controlado mientras registramos tu ropa. 

-¿Registrar mi ropa? ¿No me has registrado bastante ya? ¿Qué iba a llevar?

Hesperia le liberó el brazo y le hizo girarse.

-No intentes nada y no te dolerá más. ¿Cómo llegaste hasta aquí? 

-En un coche de alquiler, está lejos, vine andando para hacer algunas panorámicas…

-No parece que te dé miedo el calor. Para ser de Canadá.

-Estoy acostumbrado. Hace años que estoy…. de un lado para otro, mi cuerpo se ha habituado a los extremos. ¿Quiénes sois vosotras? Ni siquiera Bloom tendría un grupo de guardaespaldas así.

-El no es Bloom.

Alain sonrió cínico.

-Y esto no es la India.

-Relájate, Alain el canadiense que no habla francés y… tengo que hacer algo con…

Soltó el botón del pantalón y le bajó la cremallera. Como había supuesto, la virilidad de Alain agradeció el desahogo inesperado de su espacio disponible, ni siquiera el miedo había conseguido el retroceso a su estado normal. Le miró, el periodista tenía unos bonitos ojos verdes que se abrieron de par en par.

-¿Qué haces?

-Pues… no puedo llevarte así. Se nota bastante y no tengo intención de abochornarte delante de mis compañeras. Además quiero que estés relajado y no se te ocurra hacer ninguna tontería, es un buen método. Y francamente… odio desperdiciar una buena erección. Puedes hacerlo tú si prefieres…  o… me quedo yo a los mandos mientras tú disfrutas, digamos que te lo debo. 

-Joder… te juro que esto es lo más raro que me ha pasado en mi puta vida. Pero… sí, acepto, sí joder, adelante compénsame por los sucios dólares que no van a ir ya a mi escuálida cuenta.

Tomó con una mano suavemente el miembro del periodista y comenzó a acariciarlo a lo largo de su longitud, este reaccionó inmediatamente,  tensándose mientras su respiración y su cuerpo acusaban con algo de sobresalto el contacto, por otra parte, esperado. Como había supuesto, con semejante puesta en escena, la sorpresa, el morbo, la excitación de ver a un famoso practicando sexo en aquel lugar tan exótico, reaccionó muy rápido a su mano, notó que su respiración pasaba a ser profunda, mientras la piel aumentaba la tensión y el cuerpo del fotógrafo, involuntariamente, apenas reprimía las señales del placer que estaba experimentado, a pesar desde luego, del miedo o la preocupación. Sin embargo después de unos momentos de jadeos, Alain se calmó ligeramente y la miró.

-Podrías besarme ¿no? Me gustaría. Porque siempre que alguien me hace una paja después de haberme apuntado a la cabeza con una pistola, me parece un gesto bonito, y como para consolidar la relación, ¿no crees?

Alain empezaba a caerle muy bien.

-Eres muy gracioso, ¿no lo sabías? Y tienes una forma elegante de perder. Son dos cualidades que valoro mucho en un hombre.

Siento que no puedo alargarlo mucho. No es un buen momento.



                                                      ...................................



    Después del registro en la avioneta, donde pudieron comprobar que, efectivamente, no había nada oculto en la ropa, Orlando se acercó a saludarlo. Alain le pidió perdón y el actor se lo aceptó y reconoció que estaban en un lugar público aunque pensaban que vacío. 

-Olvidemos el tema, ha sido una coincidencia singular, en fin, pasó y punto. Las chicas no trabajan para mí, son amigas y yo también me disculpo por lo que ha parecido una detención. Me gustaría poderte dar alguna entrevista en el futuro si quieres, o una sesión de fotos. Estoy pensando que a mi vuelta buscaré una obra para interpretar en el teatro. Quizás podrías hacer un reportaje o hacerme fotos en teatros antiguos en Londres y alrededores.

Alain abrió bastante los ojos antes de responder.

-Es un gesto muy amable por tu parte y no tienes ninguna obligación conmigo… como has dicho, esto pasó…

-Ya, pero es una buena idea, también para mí. Insisto, me gustaría mucho. Déjame tu teléfono y me pondré en contacto cuando el proyecto esté maduro. 

El fotógrafo se lo dio, bastante agradecido. 


        Después Hesperia lo acercó hasta su coche. El la tomó un momento de la mano.

-Espera, no te vayas aún. ¿Quien eres? No sé ni tu nombre… 

-Soy… -le dijo entre risas- como los “Men in Black” un déjà vu, una quimera de tu imaginación…”

Alain sonrió pero la atrajo por la cintura para besarla una vez más. 

-Cuando llegue al hotel la adrenalina no me va a dejar dormir.

Hesperia rió con él.

-Si piensas en mi mientras disfrutas, no tengo nada objetar. No sé como me sentiría si hubiera vivido lo que tú esta tarde, en fin. Por cierto, he anotado también tu teléfono y me gustaría tener contacto contigo en algún momento.

Ella le cogió de la nuca y se regaló otro largo beso.

-Tengo que irme, volvemos a Europa en unos dias. ¿Es posible que viajes allí?

-Dependo de lo que me encargue la empresa pero a veces sí, no pierdas el teléfono y mándame el tuyo.

Le apretó la mano con un gesto de ternura y le dejó allí junto al coche de alquiler. Su vida era así, así la había elegido y nunca se había arrepentido, tantos viajes, tantas misiones, tantas caras. También había gente, como transparente, que no le aportaba nada y cuyos rostros desaparecían tras un tiempo. Pero de pronto se encontraba con algunas personas especiales y lamentaba no poder alargar esos encuentros, un poco más al menos. Parecía que siempre estaba despidiéndose, como ahora, sin darles ni siquiera su nombre, ni su alias.