Romy en la Terma. (Orlando fragmento)
Romy hizo un descanso, se levantó y dio algunos paseos sin rumbo por la habitación. Su cabeza seguía llena de las imágenes que estaba forjando para él. Escribirlo había sido una buena idea pero al hacerlo, había conseguido materializar sus ansias. En parte había estado lamiéndolo, casi había notado la penetración igual que el personaje del relato, casi se le había escapado un grito mientras lo escribía y al mismo tiempo notaba en su cuerpo el vacío y las ganas, su cuerpo le pedía, la apremiaba para concederse una compensación. No tenía valor para llamarlo y pedírselo, por ahora le parecía inconcebible. Pensó en el lugar donde más cerca había estado de él y se fue sin más. No se encontró a nadie, llegó hasta la puerta que comunicaba con los pasillos de la piscina y caminando febril, igual que había llegado hasta su ordenador, entró en el recinto de la piscina y cerró la puerta. Agradeció a los dioses que nadie había tenido su misma idea. Se desnudó con prisa y se tiró al agua. Allí dentro hizo varios largos, quería agotarse un poco, sentirse cansada, que de esa manera pudiera escapar parte de la energía que la desbordaba. Cuando ya no pudo dar una brazada más, se dejó flotar sobre la espalda. Recordó a Orlando allí, estiró las manos igual que había hecho aquel día para sentir la piel de su espalda, recordó cómo se sintió al rodearlo, al estrecharlo contra ella. Y cuando él se volvió y le tocó el pelo, recordó cómo sus manos bajaron acariciándole el cuello y los hombros, y cómo de pronto su mano le recubrió un pecho con una ligera presión. Sabía que esas caricias no eran para ella pero ¡qué demonios! ella estaba allí, y él sabía que ella, quienquiera que fuera, le deseaba. Encontró su mano y le hizo tocarla de nuevo, le hizo presionar de nuevo mientras el pezón se alzaba desafiante contra la palma. Suspiró.
No iba a nadar más. Ya no había más excusas, ni más demora, su brazo se movió lentamente hasta que sus dedos se posaron sobre el sitio que la había estado esperando. Muy despacio, para poder seguir flotando, los dedos recorrieron el pequeño montículo, a pesar de haber estado nadando la excitación con la que se había marchado de su cuarto era igual o aún más, notaba perfectamente la humedad almibarada que no podía confundirse con el líquido elemento. Nada más hundir su dedo dentro de la vulva notó como se corría dentro del agua, su fluido era más caliente aún que el agua de la terma. No paró, siguió deslizándose el dedo por los labios, por el clítoris y se dejó llevar, no reprimió tampoco los gemidos ni los conatos de gritos, y notó como se corría una y otra vez, sin que consiguiera calmar su furia. Más por agotamiento que por saciedad decidió poner fin a su pequeña fiesta privada y sonriendo salió de la piscina y se estuvo secando. Rió entre dientes. No es que no tuviera vida sexual, tenía amigos en su otra vida paralela y algunas aventurillas en las misiones, pero como Orlando no acabara de ponerla en su mira telescópica, iba a tenerse que comprar un vibrador para poder aguantar aquel mes allí.
Ese pensamiento la puso de buen humor, terminó de secarse y se puso los pantalones y la camiseta, tenía mucho calor para ponerse nada más, se calzó y se fue despacio hacia la puerta. Frente a ella dedicó un último pensamiento al tiempo de placer que se había concedido, sonrió de nuevo y cogió el tirador de la puerta apretándolo con firmeza, abrió la puerta de un tirón y al ir a salir se dio de bruces contra él. No le dio tiempo a interrumpir el movimiento de su cuerpo y acabó estampándose contra su pecho y dándole un ligero cabezazo en el hombro. Orlando la sujetó antes de que rebotara hacia atrás.
-¡Lo siento! He salido demasiado deprisa.
-No, -rió Orlando- yo venía pasado de velocidad, ¿Te he hecho daño?
-No. ¿Y yo a ti? Creo que te he dado un buen cabezazo.
-No. No te preocupes. No me duele, ¿Ya te vas?
-Hmmmm sí, es que… he… estado un buen rato… nadando. –Escuchaba dos voces en su interior ordenándole direcciones distintas.
-¿No quieres nadar un poco más?
-Es que… ya… me iba. Acabo de secarme.
-Bueno. Luego te veo. – Orlando se había despegado de ella y se hizo a un lado para dejarla salir al pasillo. Romy vio cómo bajaba ligeramente la vista y la fijaba en la camiseta de ella. Orlando se dio cuenta de adónde estaba clavado y volvió a subir la mirada algo bruscamente. Ella empezó a caminar por el pasillo sin entender qué había sido ese baile. Escuchó la puerta de la piscina cerrándose, y se miró. La camiseta con la humedad de la terma se había pegado a su cuerpo y sus pezones se vislumbraban perfectamente erguidos y duros como dos fresones bajo la tela. Sus mejillas se cubrieron de un rubor de adolescente, ¡vaya! se le habían ido los ojos, sonrió, eso podía ser una señal de que quizás sucediera pronto su sueño. Siguió caminando y pensando, de pronto le vino otra idea a la cabeza en la que no había reparado, ¿y si Orlando hubiera llegado quince minutos antes? El rubor se convirtió en un rojo escarlata, y de nuevo el pensarlo la estaba encendiendo. No podía ser, ese hombre era un espíritu maligno, no era posible que de nuevo estaba siendo poseída por él. No había remedio ni cura, salvo penitencia, escribir.
Llegó a su cuarto y se sentó de nuevo, releyó lo que había escrito y sonrió satisfecha. Poco después su mirada empezó a alejarse, se entreabrió su boca mientras expulsaba el aire con jadeos imperceptibles…
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