7/05/2024





            -Cawty II.  Tatuajes  (Orlando, fragmento)




-Casi parece un sacrilegio tocarte. –Cawty sonrió, él la imitó- Pero…  me declaro sacrílego… -la rodeó con el brazo izquierdo mientras la mano derecha seguía acariciando y apretando alternativamente el seno, la guinda se abrió exhalando el aire, justo antes de que fuera engullida. 

Cawty sintió con gusto la falta de aire, distinto método de “El Imperio de los Sentidos” pero eficaz para sentirse mareada, quería perder un poco la conciencia y sentirse flotar. Había sido una buena idea vestir el kimono, ¿qué mejor ocasión que aquella para estrenarlo?, la llenó de gozo comprobar que lo había sorprendido, lo había visto en sus ojos. Orlando no podía imaginar cómo le deseaban, qué largos se hacían los días para las chicas a las que no había tocado, esas que no se atrevían ni siquiera a confesarse cómo esperaban aquel momento, ni mucho menos a concebir que él pudiera pasar de largo. No, no… no debía hacer eso… tendría que… apurar… el tiempo, aunque… ahora… ya no podía pensar más… ya no podía pensar en nada más que…   

Orlando liberó los labios lo que aprovechó Cawty para respirar hondamente. El la tomó en brazos y la llevó a la cama. Rodeada por la estructura negra, la colcha mullida, una pieza de raso carmesí, parecía un cuadro enmarcado. La dejó allí con cuidado.

-No eres muy amante de los colores relajantes. –le dijo sonriendo. Cawty lo acercó a ella.

-Lo último que querría ahora sería relajarme. Ven.

El segundo beso dejó atrás la ternura y la delicadeza. El ansia y la urgencia había ocupado su lugar, rodaron, alternativamente uno sobre el otro, se buscaron con avidez. Las bocas apenas conseguían separarse un segundo cuando de nuevo se cerraban una sobre la otra. El carmín quedó extendido sobre el blanco como prueba de los intentos de ambos de devorarse, Orlando paró un momento mientras jadeaba, la miró. La pasión había mezclado los colores en la cara de Cawty de forma curiosa, ahora parecía la modelo de un pintor abstracto. 

-Qué hermosa estás así… 


Se deslizó un poco hacia atrás hasta colocarse a los pies, de rodillas tomó el pie de ella y comenzó a lamer la serpiente yakuza. 

Sólo un instante de contrariedad, un repentino vacío en los brazos, abstinencia. Sólo un segundo, las sensaciones volvieron a llenarla, las caricias de sus dedos y de su boca marcaron un segundo tiempo, qué dulces eran sus labios recorriendo la piel, apretando, mordisqueando. Paró.

-¿Y éste que significa?

Sobre el muslo tenía tatuada la cabeza de un búho con los ojos cerrados.

-¿El búho? –le miró sonriendo, serenándose un poco- Es un símbolo de buena suerte. –suspiró exhalando el aire- Los tatuajes dan buena suerte en general, se consideran una protección, mis antiguos colegas los usan mucho. ¿Sabes? Un japonés nunca se tatuaría un nueve como llevas tú, es mala suerte.

-¿Sí?

-El cuatro y el nueve no se nombran, no se escriben si se puede evitar. Nueve se pronuncia “ku” igual que sufrimiento. Igual que las palabras cuatro y muerte, se pronuncian igual. No hay habitación cuatro en los hoteles… como aquí el trece.

Orlando sonrió, dejó un beso muy tierno al lado del búho.

-No lo sabía… -tomó el cinturón para ir deslizándolo hasta quitarlo, abrió el kimono para contemplarla desnuda. 

Esta vez se quedó completamente paralizado, sus ojos se abrieron sin poder comprender qué era aquello.

Desde el pubis de Cawty, un dragón de un realismo desconcertante le clavaba la mirada. Tenía las fauces abiertas encima de la vulva, con una expresión de lascivia y voracidad, con unos ojos demoníacos, parecía advertir a cualquier eventual espectador que no osase ni siquiera acercarse a su guarida.

Tardó algunos segundos en comprender que era sólo otro tatuaje. Aún atónito, escuchó la voz de Cawty y la miró con la boca abierta.

-Lo siento –dijo ella- quizás debería haberte dicho algo, no imaginé que te impactaría tanto.

-Joder, no he visto nada igual en mi vida. Dudaría de que puede hacerse un tatuaje tan real si no lo tuviera delante.

-Vi un grabado de este artesano, y le convencí para hacerlo… 

-Es… es…

-Sé que es complicado encontrar palabras. –le sonrió- Me gustó hacerlo… mucho, y me gusta llevarlo.

-Dolería…

Las pupilas se reflejaron en las otras unos segundos.

-El dolor es parte del tatuaje, tú lo sabes. Parte de su historia. El recuerdo del dolor permanece unido al dibujo, así que sabes cuánto costó pero también conoces qué nivel de dolor puedes soportar… y sabes que puedes llegar aún más lejos. También comprendes que el dolor no te vence, es parte del entrenamiento…

Orlando se había fijado en algo más.

-No tienes…

Cawty negó con la cabeza.

-Primero fue el láser, había que dejar el lugar despejado al pintor. Parece que empiezas a recuperarte. –rió- Tampoco el dibujo lo elegí al azar, significa que sólo pertenezco al dragón, que soy… que era una yakuza libre, si alguien podía verlo sabía que estaba en ese lugar sólo como invitado. Lo cierto es que quise que resultara brutal… -volvió a reír- y me tomé mucho trabajo para conseguirlo.

Orlando volvió a mirarlo y a admirarse de nuevo de sus detalles y de la maestría con la que lo habían hecho.

-¡Por San Jorge! Te desafío demonio, puedes seguir mirándome de esa manera pero no lo evitarás, voy a apoderarme de ella. Hoy esta mujer es mía.

Entre sus piernas, alcanzó la cueva del dragón y dejó que la lengua recorriera sus oquedades, contornos y fisuras lenta y meticulosamente. El dragón tembló, no como un espejismo, supo que no era el vientre de ella acusando el placer, parecía realmente convulso de ira. Sonrió y prosiguió ahondando en los pliegues, y dejando que la dueña vibrara y fuera perdiendo a cada nueva riada las defensas y la conciencia. 

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