7/03/2012

Habana Club de 7







Como decía Billy Kwan en El Año que Vivimos Peligrosamente: "El hambre es un poderoso afrodisíaco"






  -¿Me llevarás contigo papi? Por favor, me portaré muy bien contigo, todos los días. Te daré cariñito del rico papi, anda di que sí.

     -¿Qué…?
     El hombre se removió en la cama, la sábana acabó por deslizarse hasta el suelo después de haber estado en equilibrio durante un buen rato. El hombre la miró con los ojos enrojecidos, cabeceó.
     -¿Esta es tu casa?
     -Sí.
     -¿Aquí vinimos ayer? ¿Dónde está Carlos? El… el amigo que venía conmigo. La cabeza me va a explotar, ¿Tienes una aspirina?
     -No, pero te voy a la farmacia de los dólares, yo me voy a portar muy bien contigo, dame algo y vuelvo corriendo.
     -Déjalo ¿Hay un baño aquí?

     La chica señaló con el dedo una puerta y el hombre se fue hacia allá. Un poco oscilando al andar y tapándose a medias los ojos con una mano. La chica lo oyó vomitar un buen rato. Después sonó el agua del lavabo, una y otra vez, se estaba echando agua a conciencia. La chica esperó todo el tiempo sentada en la cama. La habitación estaba pintada de azul, desvaído después de muchos años sin dar una nueva mano de pintura, y con grandes manchas grotescas de humedad. La cara de ella tenía una expresión expectante aunque no demasiado. El salió por fin y la miró, ella se acercó.

     -Dime papito, ¿Te voy a la farmacia de los dólares?¿Te duele la cabeza de los mojitos? Tú no estás acostumbrado a tomar, ¿A que no?
     -No, no mucho. Déjalo, no vayas. Me voy ahora mismo al hotel. Carlos… espero que Carlos haya sido discreto, me he perdido el comienzo de la convención. Tengo que irme.
     -Nos vemos esta noche, mamita no te va a dejar beber tanto, para que papito no se ponga enfermo por la mañana.
     -No. Hoy… va a ser imposible. Tenemos cena en la convención.
     -Después de la cena, voy a buscarte al hotel.
     -No, no puedo irme, tenemos que estar allí, hay una fiesta, todo muy aburrido pero no puedo irme.
     -Bueno papito, te esperaré, cuando acabe la fiesta, te llevaré a pasear, a sentir el fresco de la playa.
     -De verdad, no, no puede ser. Yo te llamaré, déjame un teléfono.

     El hombre miraba a la chica. Era una mulata bastante guapa, un poco bajita.
     -¿Qué edad tienes?
     -Dieciocho.
     Empezó a vestirse, y de pronto comenzó a buscar desesperadamente en la cama, en la mesilla, debajo de la cama.
     -¿Qué se te ha perdido papito?
     -¿Dónde está el maldito condón?
  -¿Condón? Anoche no querías ponértelo, te lo pregunté pero tu no querías.
     -¿Qué?¡No!¡Eso no es posible! No puede ser. ¡Mierda! –se giró hacia la pared y le pegó un puñetazo –No es posible ¡Maldita sea!¡Maldita sea!
     Siguió vistiéndose a toda prisa.
     -Papito, no tengas miedo, yo soy una chica limpia, sólo he ido contigo. Tú sólo debes andar conmigo, yo no te voy a engañar. Anda, vamos a quedar esta noche, después de la fiesta. Venga, yo te voy a dar cariño rico, tú no te enfades conmigo, yo sólo quiero que tú te lo pases bien.
     El seguía tambaleándose un poco y el rostro no había recuperado en absoluto el color rosado.
     -Te busco esta noche. Mira, yo te estaré esperando fuera del hotel, y cuando acabe la fiesta te vienes conmigo, yo estaré allí, no te importe si es tarde, yo te estaré esperando.
     -No, ya te he dicho que no puede ser, no voy a poder irme.
     -Bueno, no importa, te esperaré. Si no sales, te esperaré mañana.
     Cerró los ojos para contener otra arcada que ya le subía por el estómago. Cinco segundos más tarde, cuando se había aplacado, se puso en marcha, comprobó la cartera en el bolsillo, la corbata derecha, se peinó con la mano  salió rápido.
     -Adiós.



     Llegó al hotel y miró dentro de la cartera, no se le había ocurrido antes. Carlos lo divisó cuando salía de los lavabos.
     -¡Grandísimo golfo! Qué noche has tenido que pasar para tener esa cara.
     -¿Qué les has dicho?
     -¿Qué les iba a decir? Que la cena te había sentado como un tiro y que habías estado toda la noche vomitando. Y realmente parece que sea eso lo que te ha pasado.
     -Me siento bastante mal. Voy a ducharme y a acostarme un par de horas. Luego bajaré. Carlos, yo… no sé… estaba borracho… yo nunca…
     -Pero bueno ¿Es que te estás justificando? ¿A qué crees que hemos venido aquí? A los jefazos les gustan las mulatitas, esta vez nos han dejado a los vendedores probar un poco. Todo el mundo va a hacer los mismo, la única diferencia es que tú, cabrón, te has adelantado. Y eso que parece que nunca has roto un plato. Venga, descansa, nos vemos luego.
     -Pero es que es una cría. No puedo dejar de pensar en eso, sólo es una niña, me ha dicho que tiene dieciocho.
     -¿Dieciocho? Pablito, esa cría no ha cumplido los quince. Era un bombonazo. Parece mentira, asco me das de la suerte que tienes.
     Pablo se quedó mudo, las arcadas subían de nuevo.
     Entró despacio en el ascensor, no había nadie más esperando para subir. Se miró en el espejo y desvió la mirada, abrió de nuevo la cartera.
     -Ni siquiera me ha quitado dinero.
    


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