7/06/2012

La Espera





            Estoy envuelta por ella, me rodea, llena toda esta gruta, traspasa los objetos y hasta a mí misma, me penetra, mi carne se ha agrietado para que pase la espera. Ha modificado mi cerebro para que no piense, ella no quiere que piense, mi mente ya no se ocupa de buscar salidas, de pensar estrategias, las ideas se han apagado en mi cerebro. Mi organismo le ordena que mueva mi cuerpo para las funciones básicas que necesito para sobrevivir y nada más.

            Sobrevivir es una palabra mal elegida, sí, mal elegida, pero no se me ocurre otra, ni siquiera quiero pensar en elegir palabras, en cuáles son más acertadas o no, sólo dejo que pasen por ahí, por detrás de mis ojos, que se formen ellas solas, no quiero expresar nada, no quiero pensar en que estoy contando mi historia, no, sólo es un acto más de esperar el formar frases, sólo estoy esperando, no hago nada más…
La espera, la espera me envuelve, me ha concedido la calma por fin. No tengo por qué recordar nada, ahí se ha hecho el vacío hace tiempo, la memoria se ha secado como un charco al sol. El vacío de mi memoria y de mi mente se ha llevado el miedo, la desesperación, la agonía, y eso es lo único que quiero, que se hayan apartado de mí hasta el final. No quiero sentir miedo, no, no quiero sentir el miedo de cuando llegué aquí, el miedo que me paralizaba, que me convertía en una estatua de piedra, con las manos como garfios, aferradas a la pared y sólo el sudor moviéndose helado por la espalda, por los brazos, la vista agigantada, los ojos desmesuradamente abiertos, contemplando sin poder apartar la vista, sin poder cerrarlos, sin poder moverme.
Ese miedo desapareció hace tiempo, tampoco sé cuanto, aquí dentro no se distinguen los días, no hay luz, no hay noche. Este aislamiento ha acentuado a mi amiga, la ha convertido en reina, ella desbancó a todos los otros sentimientos que tuve o que pude haber sentido. Libraron una batalla, al principio ganaban el miedo y el dolor, después, por un breve período, la esperanza, entonces fue cuando mi mente trabajó por última vez, ideando planes estúpidos para poner fin de una manera u otra a este destino, y por fin llegó ella, mi aliada, librándome del peso insoportable de tener esperanzas, se compadeció, ha tenido misericordia conmigo, así que ahora ella y yo estamos solas aquí.
Bueno, no exactamente solas, existe él, pero ahora ya no le veo, no le miro, aunque esté siempre ahí, la gruta es grande pero no tanto que podamos perdernos de vista.

Esperar, esperar, no tengo prisa, no tengo miedo, espero con tranquilidad, espero, nada más. No quiero que llegue el final ni que no llegue en este segundo, se han unido mis deseos contrapuestos, quiero que el tiempo se detenga y avance a la vez, necesito todo pero no necesito nada. No importa, estoy en un limbo cálido, con el olor cálido del azufre, así parece un sueño todo lo hay aquí, incluso él parece irreal. Puedo pensar que él forma parte un sueño extraño, un sueño de mitad de la noche, de los que uno nunca recuerda, eso es, uno de esos sueños invisibles, que son como si nunca hubieran existido, en esta luz azul, todo lo que pasa es un sueño olvidado y perdido para siempre.

Espero, me he convertido en una piedra milenaria, no sé que sentirán las piedras, ellas que han estado observando desde el principio, ¿Pensarán algo?, ¿Querrían haber participado en la vida? Creo que no, creo que están bien así, han alcanzado la plenitud, seguramente no sienten ni desean nada, exactamente igual que yo. Soy eso, una piedra a la que el tiempo acaricia lentamente, quizá no estoy esperando sino que el tiempo se ha detenido, se ha detenido de una manera distinta, es como una tregua, un tiempo fuera del tiempo, en este lugar fuera de todos los lugares, fuera de la vida real.
Es una idea bonita pero yo sé que no es cierto, no hay nada detenido, sólo que aún no ha llegado el momento. No sé como habrá sido las otras veces. Puede que sea algo muy rápido, que pasaría en segundos, apenas me daría cuenta de lo que estaba sucediendo, que el dolor sea intenso pero breve, no sé exactamente qué dolor. Puede que escuche como últimos ruidos mis huesos rompiéndose, o quizá llegue la nada y la oscuridad tras un instante.
No tengo miedo al final ni a él, ahora le doy la espalda, no escucho sus pasos, ni mi piel se queda tensa esperando el contacto que estoy esperando, para el que estoy aquí.
Durante otro período de tiempo él me provocaba una viva curiosidad. Me acercaba y me ponía delante de sus ojos, viendo mi reflejo, intentaba encontrar una explicación, pero sus ojos solo me devolvían mi imagen vidriosa como un espejo centenario. No parece pensar en nada, él también espera sin nunca haber dado un atisbo de respuesta a por qué o a cuánto más. Y su espera provoca la mía, realmente mi espera no existe, ahora yo solo vivo la vida de él, ya no existo, desde que entré aquí mi historia se terminó, desde entonces sólo soy una parte de su historia, me temo que una parte minúscula e insignificante.

Dentro de su espera, espero yo, dentro de su historia, mi pequeña historia, mi no-historia, no hay nada por lo que pueda decir que aún vivo, que soy una persona, nada me queda de mi condición de ser humano salvo esta amiga que me ha librado de mis horrores, y a la que me entrego como a un amante. Sólo temo una cosa, que se prolongue este estado de extraña placidez tanto que venga otro a sustituirlo, como antes ha pasado, ¿Podré soportar otro? ¿Qué me invadirá ahora? ¿La locura? Puede que no haya nada más. Dentro de una enajenación total creo que no tendré miedo, no estaré esperando el dolor, quizá el dolor no llegue a mi cerebro. La locura debe cortar los mensajes que llegan al cerebro, pero ¿Sabré que es dolor? ¿Sabré que es mi dolor, el de mi carne? ¿Será insoportable?
Quizá nunca llegue ese otro estado. Sólo quiero esperar y no sentir, debería haberse anulado ya también la capacidad de pensar, de formar estas frases que pasan por detrás de mis ojos, que aún son coherentes, eso me dice que aún queda un recuerdo de la persona que fui, muy leve, difuminado, pero queda algo. Es posible que una persona no pueda borrarse, no pueda diluirse en la nada solamente con su voluntad, y esto es lo que yo estoy intentando, no ser nada más que un trozo de carne esperando el momento de ser útil.
Me he vuelto a mirarle ¿Cuánto más? ¿A qué estamos esperando? ¿Aún no tienes hambre?¿Cuánto te duran tus ofrendas? Yo necesito comer a cada rato, me acerco a las que caen del pozo y como. Come ya tú también, come de una maldita vez.
No. No debo pensar de esta manera, tengo que estar en calma, ya viene amiga de nuevo a hacerme compañía. Relaja mis músculos, cierra mis párpados y me hace dormir, mi respiración se vuelve de nuevo pausada, mis manos pierden la crispación y el sudor cesa. En el suelo de la gruta miro hacia la pared milenaria, nada ha cambiado, esperaremos más, esperaremos todo.


Abro los ojos y me doy la vuelta, él se ha acercado y me observa con esos ojos vidriosos, de sus fosas nasales suben hilachas de un azul, abre la boca enorme y me enseña los colmillos blancuzcos, se mueve con soltura, hay en él una belleza extraña y diferente, él sí es realmente salvaje y fuerte, ha sobrevivido a muchos más tiempos que los hombres, su existencia es mil veces más importante que la mía, que la nuestra incluso. El debe alimentarse y siento que va a alimentarse ahora. Ha acercado su hocico y me envuelve en el humo azul de su nariz, me observo y parezco una figura fantasmagórica, el humo azul me hace dar vueltas o sólo las da mi cabeza, los sentidos han dejado de percibir. ¿Así es como va a ser? ¿De veras la espera ha terminado? El sigue mirándome, mi cuerpo está cayendo lentamente al suelo, primero de rodillas, luego de costado. Alzo la mano para tocarle, de pronto he tenido la urgencia de tocar al ser que voy a hacer vivir un año más, la piel del dragón está fría y húmeda pero no es desagradable, me trae un recuerdo del frescor de los campos, de los ríos, sus dientes son hermosos, largos... blancos... fríos. El espera un poco más, mis párpados han caído también, todo cae ya aquí dentro... todo se va cerrando y se queda a oscuras.
Es cierto que oigo crujir mis huesos... pero está sucediendo... muy lejos.


7/05/2012

Locura Transitoria




            Mi abogado me ha aconsejado que alegue “Locura Transitoria”. Si tengo una buena actuación durante el juicio es posible que ni siquiera llegue a pisar la cárcel, estilo americano: lágrimas, cara de desesperación, aparecer enajenado, suplicar el perdón. Si lo hago bien, es posible que me internen en un centro de mejora del coco, él dice que ha funcionado en casos parecidos al mío y que… bien pensado, me dice, es como unas vacaciones largas en un balneario. Puede ser cierto, calma, serenidad, al fin y al cabo es lo que he perseguido siempre… el silencio.
            Después de ese tiempo largo, volver a la vida normal, como antes, es posible que pueda olvidarlo por completo, el tiempo desfigura los hechos, quizás también para los demás fuera un recuerdo difuminado y lejano. Yo podría seguir con mi vida como si hubiera sido un mal sueño, un espejismo, una película de terror.

            La idea es excelente pero no es factible en ningún modo. Ahora mis facciones denotan bienestar, paz interior, mis miembros están relajados, hasta mi caminar y mi habla se han vuelto pausados y dulces. Todo me parece hermoso de nuevo, he vuelto a mirar a los niños con ternura.
            El juez no me escucharía ni cinco minutos, imposible fingir ese estado de perturbación, de pena… la versión de mi abogado no aguantaría, ¿mostrarme arrepentido, deshecho? No tengo la más mínima oportunidad, cuando el juez me pregunte, que lo hará, acerca de mis sentimientos hacia los hechos, sé que mi cara no podrá contenerse y romperé a reír hasta que me duelan los costados, y cuando mi cuerpo deje de doblarse por los espasmos de la risa y sea capaz de pronunciar algunas palabras, creo que lo único que alcanzaría a decir entre las carcajadas sería algo así:
            -Con la venia, Señoría, ¿Qué siento acerca de lo que pasó? ¿Cuál es mi percepción de lo sucedido? Pues… francamente… perdone que no pueda parar de reír… nunca me había sentido tan bien, mi vida cobró sentido el día que asesiné a esa familia del piso de al lado que hacía tanto ruido. 

7/03/2012

Habana Club de 7







Como decía Billy Kwan en El Año que Vivimos Peligrosamente: "El hambre es un poderoso afrodisíaco"






  -¿Me llevarás contigo papi? Por favor, me portaré muy bien contigo, todos los días. Te daré cariñito del rico papi, anda di que sí.

     -¿Qué…?
     El hombre se removió en la cama, la sábana acabó por deslizarse hasta el suelo después de haber estado en equilibrio durante un buen rato. El hombre la miró con los ojos enrojecidos, cabeceó.
     -¿Esta es tu casa?
     -Sí.
     -¿Aquí vinimos ayer? ¿Dónde está Carlos? El… el amigo que venía conmigo. La cabeza me va a explotar, ¿Tienes una aspirina?
     -No, pero te voy a la farmacia de los dólares, yo me voy a portar muy bien contigo, dame algo y vuelvo corriendo.
     -Déjalo ¿Hay un baño aquí?

     La chica señaló con el dedo una puerta y el hombre se fue hacia allá. Un poco oscilando al andar y tapándose a medias los ojos con una mano. La chica lo oyó vomitar un buen rato. Después sonó el agua del lavabo, una y otra vez, se estaba echando agua a conciencia. La chica esperó todo el tiempo sentada en la cama. La habitación estaba pintada de azul, desvaído después de muchos años sin dar una nueva mano de pintura, y con grandes manchas grotescas de humedad. La cara de ella tenía una expresión expectante aunque no demasiado. El salió por fin y la miró, ella se acercó.

     -Dime papito, ¿Te voy a la farmacia de los dólares?¿Te duele la cabeza de los mojitos? Tú no estás acostumbrado a tomar, ¿A que no?
     -No, no mucho. Déjalo, no vayas. Me voy ahora mismo al hotel. Carlos… espero que Carlos haya sido discreto, me he perdido el comienzo de la convención. Tengo que irme.
     -Nos vemos esta noche, mamita no te va a dejar beber tanto, para que papito no se ponga enfermo por la mañana.
     -No. Hoy… va a ser imposible. Tenemos cena en la convención.
     -Después de la cena, voy a buscarte al hotel.
     -No, no puedo irme, tenemos que estar allí, hay una fiesta, todo muy aburrido pero no puedo irme.
     -Bueno papito, te esperaré, cuando acabe la fiesta, te llevaré a pasear, a sentir el fresco de la playa.
     -De verdad, no, no puede ser. Yo te llamaré, déjame un teléfono.

     El hombre miraba a la chica. Era una mulata bastante guapa, un poco bajita.
     -¿Qué edad tienes?
     -Dieciocho.
     Empezó a vestirse, y de pronto comenzó a buscar desesperadamente en la cama, en la mesilla, debajo de la cama.
     -¿Qué se te ha perdido papito?
     -¿Dónde está el maldito condón?
  -¿Condón? Anoche no querías ponértelo, te lo pregunté pero tu no querías.
     -¿Qué?¡No!¡Eso no es posible! No puede ser. ¡Mierda! –se giró hacia la pared y le pegó un puñetazo –No es posible ¡Maldita sea!¡Maldita sea!
     Siguió vistiéndose a toda prisa.
     -Papito, no tengas miedo, yo soy una chica limpia, sólo he ido contigo. Tú sólo debes andar conmigo, yo no te voy a engañar. Anda, vamos a quedar esta noche, después de la fiesta. Venga, yo te voy a dar cariño rico, tú no te enfades conmigo, yo sólo quiero que tú te lo pases bien.
     El seguía tambaleándose un poco y el rostro no había recuperado en absoluto el color rosado.
     -Te busco esta noche. Mira, yo te estaré esperando fuera del hotel, y cuando acabe la fiesta te vienes conmigo, yo estaré allí, no te importe si es tarde, yo te estaré esperando.
     -No, ya te he dicho que no puede ser, no voy a poder irme.
     -Bueno, no importa, te esperaré. Si no sales, te esperaré mañana.
     Cerró los ojos para contener otra arcada que ya le subía por el estómago. Cinco segundos más tarde, cuando se había aplacado, se puso en marcha, comprobó la cartera en el bolsillo, la corbata derecha, se peinó con la mano  salió rápido.
     -Adiós.



     Llegó al hotel y miró dentro de la cartera, no se le había ocurrido antes. Carlos lo divisó cuando salía de los lavabos.
     -¡Grandísimo golfo! Qué noche has tenido que pasar para tener esa cara.
     -¿Qué les has dicho?
     -¿Qué les iba a decir? Que la cena te había sentado como un tiro y que habías estado toda la noche vomitando. Y realmente parece que sea eso lo que te ha pasado.
     -Me siento bastante mal. Voy a ducharme y a acostarme un par de horas. Luego bajaré. Carlos, yo… no sé… estaba borracho… yo nunca…
     -Pero bueno ¿Es que te estás justificando? ¿A qué crees que hemos venido aquí? A los jefazos les gustan las mulatitas, esta vez nos han dejado a los vendedores probar un poco. Todo el mundo va a hacer los mismo, la única diferencia es que tú, cabrón, te has adelantado. Y eso que parece que nunca has roto un plato. Venga, descansa, nos vemos luego.
     -Pero es que es una cría. No puedo dejar de pensar en eso, sólo es una niña, me ha dicho que tiene dieciocho.
     -¿Dieciocho? Pablito, esa cría no ha cumplido los quince. Era un bombonazo. Parece mentira, asco me das de la suerte que tienes.
     Pablo se quedó mudo, las arcadas subían de nuevo.
     Entró despacio en el ascensor, no había nadie más esperando para subir. Se miró en el espejo y desvió la mirada, abrió de nuevo la cartera.
     -Ni siquiera me ha quitado dinero.