1/27/2025



                                        El Método Boollmon (fragmento II)


    Hasta que no me encontré conduciendo por la autopista no empecé a respirar con normalidad, el olor del coche, las luces de la autopista, el cambiar de marchas, conseguía asirme a la realidad. Todo lo que acababa de vivir en las horas anteriores era esquizofrénico. Apenas podía pensar, sólo una idea prevalecía en mi cabeza: está ocurriendo, tienes que aceptarlo, es una locura, pero está ocurriendo. Tenía que aceptarlo y encontrar un poco de serenidad. Dentro de poco tiempo estaríamos cenando con los compañeros y tendría que parecer completamente normal.  


Tenía que llegar a mi casa y cambiarme de ropa para cenar con el grupo que ya había llegado al estudio. Era una tradición, al principio todos cenábamos juntos todas las noches para comentar cosas de la película y entablar buen rollo, ahora éramos unas quince o veinte personas, todavía se podía hablar con todos y pasar veladas muy agradables, todos eran locos del cine. Sentía terror al pensar que tendría que verle de nuevo dentro de poco, y contestarle si me hablaba. Mientras me vestía, el torbellino de pensamientos comenzó de nuevo. Tenía que hacer algo para pararlo. Cogí el cepillo de dientes, eso me había ordenado Oswald, eso hice, tomé algo de ropa y la metí en una bolsa, ¿Qué más me había dicho? Las pinturas siempre las llevo en el bolso, el ordenador portátil, me miré por última vez en el espejo, me pareció que tenía una expresión extraña.


Llegué al restaurante y empecé a saludar a los otros, me sentí casi normal, los compañeros del estudio me hablaban como si no pasara nada, era extraño, mi vida había entrado en una pesadilla esquizofrénica, y ellos me hablaban de cotilleos de directores y diseñadores de vestuario, me sentí feliz, era un escape, sentirme normal al menos un poco. Hasta que llegó él. Hubo una pequeña agitación, todos estaban deseando saludarlo y hablar con él. En efecto, Boollmon se había convertido en alguien poderoso, ahora era una gran oportunidad hacerse amigo suyo, él podía influir sobre otros para futuros trabajos. Boollmon se mostraba muy locuaz y accesible, ellos estarían pensando que aún no se le había subido la fama a la cabeza, su rostro siempre mantenía esa dulzura juvenil que le hacía parecer que sonreía todo el tiempo, dio besos, abrazos y apretones a todos y en un momento, alzó la cabeza y me miró, sentí que me clavaba a la pared que tenía detrás, se acercó caminando directamente hacía mí y me dijo en voz muy baja que me sentara a su lado.   


Boollmon continuó toda la cena con esa misma actitud distendida y simpática, contó algunos cotilleos del rodaje que acababa de terminar, se reía abiertamente con las ocurrencias de otros, empezó a recibir halagos de los compañeros y los recibía con gratitud, restándoles importancia. En algunos momentos me parecía otra persona, no con la que había estado esa tarde. No me tocó, supongo que creyó que yo podría respingar como un resorte, y posiblemente lo hubiera hecho.


La cena se me hizo increíblemente larga, tomamos café en otro salón más pequeño, todo el mundo hablaba sin parar, nuestro trabajo propicia muchos encuentros, siempre deseas saber de los otros, retomar sus vidas. Boollmon solo me miró en dos ocasiones a los ojos como me había dicho. No sé si mis miradas expresaban suficientemente mi estado. Aún estaba muy bloqueada. Si pensaba en algo, era en lo que seguiría a continuación, ¿haría lo mismo? ¿Todos los días? ¿Se cansaría del juego? ¿Quizás pronto? El volvería tocarme de nuevo y yo no quería sentir, ¿cómo podría quedarme quieta, dejarlo hacer y no sentir nada hasta que él se aburriera?


Volvimos al hotel. El aparcamiento privado tenía una zona vip, aún más protegida y discreta, con varios ascensores que iban directamente a las plantas. Difícilmente se coincidía con otra persona. Boollmon había pedido una llave extra para mí de su suite. Llegué y me senté a esperarle. No conocía todas las suites, pero esta era una de las más grandes y lujosas. Un hotel diseñado a la medida de unos huéspedes muy ricos. No me imaginaba cuánto dinero podía haber costado decorar las habitaciones que componían la suite, todo era de primera calidad, desde el suelo hasta los sofás, la pantalla de televisión de última tecnología,  cortinas, cuadros, un precioso bar de madera tallada. Ni una nota chabacana, lujo de impecable gusto. Las flores y plantas, en la corriente minimalista que se llevaba en ese momento, pero destacaban en la decoración, aportaban equilibrio. Era un lugar soberbio. En un rincón habían dispuesto una mesa de estudio, saqué el ordenador portátil y tomé el cuaderno de notas de mi bolso, debía transcribir las citas más próximas de Boollmon, comprobar hasta donde llegaba el guión que teníamos, y pasar toda la información al ordenador que el estudio le proporcionaba a él. Sonó el móvil, el suyo. Me sobresaltó la melodía extraña en el silencio, lo cogí del bolso.

  • ¿Si?
  • ¿Qué estás haciendo?
  • Estaba preparando su ordenador portátil.
  • Eres demasiado trabajadora. Me he encontrado a alguien en el bar del hotel y me voy a tomar una copa, no tardaré mucho.
  • Bien.

Colgó.


Escuché el aire que salía de mis labios, alivio. Un poco más de paz, un poco más de espera. Encendí la televisión. No había visto que en el mueble bajo la pantalla, había una docena de películas recientes y un reproductor de DVD. Entre ellas, el hotel había puesto, sin que se notara demasiado la intención, tres películas de Boollmon. Seguro que todos los actores agradecerían el detalle, hasta los que nunca volvían a ver sus películas. Ninguno era inmune a los halagos. Vi una película que deseaba ver hacía tiempo y la puse en el reproductor. Más o menos a la mitad debí quedarme dormida.


Desperté en el momento en que comenzó a tocarme, sentado en el suelo al lado del sofá, me sobresalté, se disculpó, no quería asustarme. Estaba soñando y me costó despejarme, pero a la vez, mi cabeza apremiaba por estar despierta.

- ¿Quieres agua?

- No

Tiró de mi mano y me llevó a su cama. Con mucha suavidad, empezó a desabotonar la blusa, me miró. Siguió. No acertaba a saber que quería ni podía decirle, así que no pronuncié ni una palabra, Oswald había dejado sólo una luz muy tenue. Se acordó del antifaz, estaba en una mesilla, me lo puso. Siguió hasta quitarme toda la ropa, me tumbó. Noté su la cabeza hacia el costado, me separó un poco el brazo, y empezó a besarme allí, bajó hasta la cintura, me lamía y me besaba. Las mismas sensaciones de la tarde volvieron, tenía que huir de allí y no podía moverme, la boca bajó por la cadera y siguió por la pierna hasta el tobillo, allí se prolongaron las caricias hasta que las cosquillas me hacían no poder parar los pies, después subió ligeramente desde el tobillo por el lado interno y me mordió en la pantorrilla, no fue muy fuerte, lo necesario para sentir el dolor entre las cosquillas, escuché un jadeo, era mío. Paró. Durante un momento no ocurrió nada, después me lamió donde me había mordido, me lamió como un niño, y me besó ligeramente Escuché sus pasos de pies descalzos, llegó de nuevo y me cubrió con algo que parecía de seda. 

-Puedes ponerte la bata.

Me quité el antifaz,  Boollmon me había cubierto con una bata de seda. Me la puse y me levanté, él estaba en otra estancia de la suite.

- Ven

Fui hacia donde estaba él.

-Te dejaré dormir de una vez. He pensado que estarías más cómoda aquí. A menos que yo te diga otra cosa, dormirás siempre en esta habitación, esa puerta da a otro baño. Mañana iremos a hacer compras, nos escaparemos temprano, supongo que aún no hay citas fijadas.

- Para mañana no.

- Bien. Buenas noches

- Buenas noches

- Ah, Dezh, no te pongas nada para dormir.

Le miré con furia.

-¿Piensa venir en mitad de la noche?

- Hoy no, puede que otro día. El que duermas desnuda sólo es algo que me apetece.