12/18/2024


Lalaith fotos (Orlando fragmento)

22.

Lalaith lo recibió en su cuarto. En una de las habitaciones interiores tenía su estudio, una amplia pieza en parte parecida a una peluquería. Tenía un sillón giratorio y un gran espejo delante, detrás largas filas de estanterías llenas de innumerables botecitos, cajas y otros objetos de lo más variado, cerradas con grandes puertas de cristales deslizantes. En un lado tenía una pantalla de ordenador bastante grande. Se acercó y escribió en el teclado algunos datos. Orlando vio como aparecían su foto y la de David Hellberg, después de un momento, la foto de Orlando empezó a transformarse con distintos leves toques hasta aproximarse de manera asombrosa a la otra.


-¿Has visto? Es sencillo, sólo se trata de hacer eso –le sonrió.- Lo primero debería ser el pelo. He recibido numerosas peticiones de mechones tuyos, supongo que no te importará, creo que las chicas no van a hacer vudú. Bueno… quizás Chantarel sí… -rió. 

-No hay ningún problema. Pero Lalaith, las fotos, tú querías hacerme fotos, siento haberme olvidado, estos días han ocurrido tantas cosas.

-No te preocupes. Aún… estamos a tiempo, tu transformación puede esperar un poco si te apetece posar ahora.

-Tú mandas, por mí de acuerdo.

Lalaith fue a buscar su Nikon, comprobó la batería y estuvo haciendo algunos ajustes en los controles y limpiando el objetivo.

-¿Quieres que me cambie de ropa?...

-No.

-¿Vas a hacerlas aquí? ¿Qué habías pensado?

-Vamos a ir improvisando así que ya te iré diciendo. Ahora siéntate en el sillón de maquillar y voy a hacerte la primera aquí, en mis dominios.


Le hizo algunas fotos en su cuarto y luego fueron al cuarto de Orlando, le pidió acercarse al ventanal de perfil para recibir la luz, lo acercó y lo separó varias veces. Orlando le preguntaba por la postura o por sus expresiones. En un momento dado Lalaith tuvo claro qué quería.

-No intentes poner gestos, quiero que sean cambios casi imperceptibles, son sólo para mí, no van a salir en ninguna revista, sólo van a ser importantes para mí. –le sonrió con ternura-. Se me ha ocurrido una cosa, quiero que mires al ventanal y vayas pensando en las chicas, una detrás de otra. Te nombraré a una y quiero que recuerdes su cara, su voz… y momentos, cosas… quiero que estés pensando en ellas e intentes olvidarte de la cámara.


Lalaith apuntó en un papel al azar los nombres de las diez ángeles que Orlando había conocido, les puso un número al lado y después fue apuntando al lado el número de las fotos en las que Orlando estaba pensando en aquella en concreto. 


A él le gustó la idea y obedeció fielmente. Por su mente fueron pasando las chicas, una tras otra. Siguiendo las indicaciones de Lalaith se dejó impregnar de los recuerdos, de las palabras, de las sonrisas de ellas. Intentó con cada una recordar secuencialmente, cual había sido la primera vez que las había visto, cómo había ido cambiando su impresión sobre ellas, los momentos más especiales que había vivido con cada una...


Green parecía ser capaz de todo, aunque la palabra que le gustaba para identificarla sería la serenidad, era un mar sereno y acogedor, aunque, sonrió, también le gustaban sus tempestades. 

Amelie era la ternura, la dulzura, pensar en ella y venirle a la boca el sabor de la nata era una misma cosa, ya le había pasado la primera vez que estuvieron a solas, cuando ella le enseñó el castillo. Se estremeció al recordar la primera vez que había pasado la lengua por su piel tan blanca, aquel momento, ese instante en que había cerrado los ojos quedó impreso con la habilidad de Lalaith en una preciosa imagen. 

Orlando pensó en Nibbi, se sintió malo, arrugó la nariz, mientras se agitaban dentro él pensamientos tumultuosos, ella le había descubierto una parte que no conocía de su personalidad. La erótica del poder… sí debía ser eso. Lalaith lo grabó mientras fijaba la vista en el cristal y se abrían las aletas de la nariz. 

Orlando llegó a Romy, abrió los ojos, recordó la sorpresa que había tenido, cómo le había excitado imaginarla escribiendo. La historia de Romy le había trastornado, el encuentro con ella había sido… arrugó ligeramente el entrecejo y respiró hondo.

Cawty. Deseaba explorar las tinieblas de Cawty, le gustaban sus ropas tenebrosas, sonrió, se imaginó sujetándola por los brazos y lamiendo su ángel, un ángel de las tinieblas con un ángel de la luz en la espalda… imaginársela así le estaba empezando a remover las entrañas.

Lila era toda una incógnita, tenía que hablar con ella, buscar un momento y descubrir qué ocultaba. Seguro que ocultaba algo, todas tenían vidas pasadas…  experiencias… quería saber cuanto pudiera y ella era la que menos le había hablado hasta ahora. Lila era el misterio.

Hesperia era la risa. Risas y lujuria enlazadas, la recordó haciendo el amor riendo. Pensó en ella removiéndose encima de él, mientras el pelo largo y oscuro caía y bajaba de sus hombros, a veces tapándole la cara, se recordó apartándole el pelo y mirando aquel rostro que no podía disimular el placer. Estrechó los ojos creyendo oírla gritar.

Chantarel, las facciones de Orlando se distendieron y la risa fluyó alegremente mientras recordaba cuando ella se había arrodillado delante de él, había sido un momento tan divertido. Chantarel también guardaba lagunas que él quería descubrir. Suspiró, le faltaría tiempo… no. Quizá no.

Lunkel, la nanotecnóloga, ¿qué estaría diseñando ahora? ¿Por qué no le habría hablado de su invento? Ese que había ido a recoger, frunció el entrecejo. Le molestaba un poco que no se lo hubiera contado. La curiosidad se alimenta de misterios, quizás en un momento más privado, aceptara decirle algo más. ¿Se había vuelto él más curioso desde que estaba allí?... 


Lalaith se quedó a propósito apuntada la última. Al pronunciar su nombre Orlando había vuelto del trance mental y sus ojos la habían buscado, tras hacerle un par de fotos de ese momento, ella levantó la vista del objetivo y había sostenido su mirada, no era exactamente una pregunta, Lalaith quiso ver que Orlando la miraba con confianza en expectativas futuras. El futuro podía estar muy cerca, volvió a la cámara y le fotografió unas cuantas veces más mientras se acercaba. 

12/08/2024

 

                    VAR AL II  (continúa)


                                                                                                Para Var Al



Pasó mucho tiempo hasta recibir el siguiente mensaje, llegaron algunos más, muy espaciados, cada vez más ocultos y recónditos. Básicamente me decía que estaba bien, que confiara en él, en su buen juicio.


Después llegó uno algo extraño, sin guardar las precauciones de los anteriores, me decía que volvía, que vendría a verme pero que no debía decir nada, vendría de incógnito y se marcharía pronto otra vez.


Cuando apareció, me inundó una alegría antigua. Me sentí muy feliz al verle tan bien, tan sonriente, tan fuerte, se notaba que había seguido ejercitándose allí, también había dejado crecer el cabello y lo tenía bastante largo, lejos de la apariencia de un padawan.


Nos abrazamos


De pronto un dolor lacerante atravesó mi abdomen, el resplandor de su espada laser iluminó la estancia y nuestros rostros de una luz rojiza. La incomprensión fue más dolorosa que la cauterización de la carne, miré mi cuerpo atravesado y le miré a él, buscando una respuesta.

-Te he mentido… no estaba meditando… no he podido sustraerme ni alejarme del lado oscuro, lo deseo, deseo el poder que se me ha prometido, me han estado formando para unirme a los sith… era inevitable… esta es otra prueba… me lo han ordenado…

Voy a unirme a ellos… ahora me dirán adónde debo ir…


No entendí más de sus palabras aunque por un momento creí ver en sus ojos que se conmovía. Caí en un pozo negro.





…————….






Desperté. No sabía donde estaba, miré alrededor y no reconocía la estancia. Pero al intentar moverme me sacudió un latigazo horrible de dolor. Gemí y me quedé quieta de nuevo. Todos los recuerdos de lo que había pasado llegaron de golpe pero estaba confusa, mi mente se negaba a creerlo, no entendía lo que había hecho Var Al de pronto… y que no estuviera muerta. Recordaba perfectamente esa sensación de que era el fin. 


Escuché abrirse la puerta y él apareció. Tenía el rostro serio. Se acercó al catre pegado a la pared metálica y se sentó en una silla que estaba allí. Me acarició la frente y el cabello mientras me miraba. 

Retiró la sábana y subió un poco la ropa para dejar al descubierto una de las heridas que no podía ver, era incapaz de erguirme ni siquiera un poco, pero noté rápidamente alivio. Var Al había cerrado los ojos, supe que estaba tocándola y aplicando una técnica para curar con La Fuerza.


-Tengo mucho que contarte maestra.

No podía decirte nada. Cuando llegué me estaban vigilando, tenía que dejarles ver dentro de mi mente. Si te hubiera contado algo, no habría podido convencerlos. Ahora piensan que te he matado y están más relajados. ¿Duele mucho todavía? 


No podía asimilar lo que decía. Acababa de despertarme, descubriendo que aún vivía, que Var Al me había atravesado con su sable láser, que ahora era rojo, y me estaba curando. Y estaba hablando de siths... nada tenía sentido. Intentaba procesar sus palabras.    

-No entiendo nada Var, si no estoy muerta, todo esto es una locura…  -gemí, la agitación me había hecho moverme y el dolor volvió.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                  

          -No estás muerta. -me sonrió levemente- La espada láser no tocó ningún órgano vital, estuve practicando y estudiando para hacerlo con una precisión milimétrica… aunque la verdad es que por un momento sentí pánico de equivocarme. -volvió a tocar la herida con sus dedos y concentrarse.

-Pero es que todo esto es irreal, no puedo creerlo, ¿y más relajados? ¡¿Quiénes?!

  -Los sith, el grupo entre los que voy a infiltrarme.    

- ¿Infiltrarte en un grupo de siths? Eso es imposible.             

-Los sith me han estado enviando mensajes, les he dejado creer que dudaba, que era atraído por el lado oscuro pero también por las enseñanzas jedi, sin decidirme por mucho tiempo.

-No puedes estar seguro de que te hayan creído. Detectarán la mentira. Es casi mas peligroso que lo que percibía en ti antes de irte.

-Por eso te llevo. Te necesito. Aparte que no podía dejar que alguien te viera con vida, necesito tus enseñanzas de nuevo antes de llegar... y otra cosa. Antes de mi estancia en la luna de Endor visité algunos templos Jedi en planetas muy alejados. Tenían unas bibliotecas magníficas que ahora están semiabandonadas, con sus maestros responsables presa del desánimo. Apenas reparaban en mí. He recopilado mucha información sobre los sith y el Lado Oscuro. El Consejo jamás habría permitido que hiciera algo así, no quieren enfrentarse a ellos, el miedo a dudar y ser captados les paraliza. He leído y he practicado mucho, comencé por cosas simples, ocultarme unas horas, dejar la mente en blanco, proyectar en la mente una imagen irreal…

-Var Al, sería mucho más prudente averiguar donde están y ponerlo en conocimiento del Consejo.

-Entonces no sabríamos más que eso, no sabríamos qué numero son, si cuentan con otras fuerzas, quien los comanda, si hay otros grupos con los que estén conectados… es una oportunidad que no va a volver a presentarse. Para enfrentarlos necesitamos toda la información posible.

-¿Y no sientes miedo de ser atraído al lado oscuro, de que no funcionen tus conocimientos o tu determinación?

Me miró mientras su rostro serio traslucía que no estaba seguro pero que no iba a abandonar su plan.

-Si tenemos éxito, cuando volvamos a Coruscant solicitaré pasar las pruebas Jedi, Y esto ya no será una falta grave. -subió mi ropa algo más, descubriendo los senos y comenzó a lamer los pezones. Entre sus muchas habilidades, ciertamente esta no era la menor. 

-¿Qué haces? -aunque fue una sorpresa, mi sonrisa y mi mirada le confirmaron que era una sorpresa muy agradable- ¿Cómo puedes pensar en esto ahora? 

-Te debo una enorme disculpa. -sonrió levemente-Y hay algo mas, aparte que me encanta su sabor, cuando teníamos sexo, en aquella etapa tan interesante y corta, notaba perfectamente cómo la Fuerza transmigraba entre nosotros, notaba incluso que se mezclaba y volvía a cada uno con sensaciones y recuerdos del otro. Estoy seguro que tú también lo percibías. Después me sentía tan seguro, tan poderoso, tan inundado de ella... Necesitamos esa conexión de nuevo para enfrentarlos.


-Es un argumento coherente y la técnica para convencerme reconozco que muy hábil, pero ya veremos, tenemos que hablar mucho mas. Y... -no pude impedir un gesto de dolor-  vuelve a doler.

-Lo siento. Voy a calmarlo. -Deslizó la mano izquierda por la espalda hasta llegar al orificio de salida y la derecha igual que antes recubrió el del abdomen, esta vez sin que su boca abandonara los pezones alternándolos. -Duerme, descansa.

Acerqué mi mano y la puse sobre la suya mientras concentraba mi pensamiento igual que él. Noté como producía un efecto doble sobre la herida, era cierto que podíamos combinarlas y sumar su potencia.

Pude erguirme un poco y coger su cara con las manos para besarle.

-Si tenemos éxito, tendremos que inventar una historia muy creíble y sólida sobre la información que consigamos. Lo que hagamos deberá ser otro secreto que tendremos que guardar para siempre.





                                                                                                       

10/27/2024





                Romy en la Terma. (Orlando fragmento)

Romy hizo un descanso, se levantó y dio algunos paseos sin rumbo por la habitación. Su cabeza seguía llena de las imágenes que estaba forjando para él. Escribirlo había sido una buena idea pero al hacerlo, había conseguido materializar sus ansias. En parte había estado lamiéndolo, casi había notado la penetración igual que el personaje del relato, casi se le había escapado un grito mientras lo escribía y al mismo tiempo notaba en su cuerpo el vacío y las ganas, su cuerpo le pedía, la apremiaba para concederse una compensación. No tenía valor para llamarlo y pedírselo, por ahora le parecía inconcebible. Pensó en el lugar donde más cerca había estado de él y se fue sin más. No se encontró a nadie, llegó hasta la puerta que comunicaba con los pasillos de la piscina y caminando febril, igual que había llegado hasta su ordenador, entró en el recinto de la piscina y cerró la puerta. Agradeció a los dioses que nadie había tenido su misma idea. Se desnudó con prisa y se tiró al agua. Allí dentro hizo varios largos, quería agotarse un poco, sentirse cansada, que de esa manera pudiera escapar parte de la energía que la desbordaba. Cuando ya no pudo dar una brazada más, se dejó flotar sobre la espalda. Recordó a Orlando allí, estiró las manos igual que había hecho aquel día para sentir la piel de su espalda, recordó cómo se sintió al rodearlo, al estrecharlo contra ella. Y cuando él se volvió y le tocó el pelo, recordó cómo sus manos bajaron acariciándole el cuello y los hombros, y cómo de pronto su mano le recubrió un pecho con una ligera presión. Sabía que esas caricias no eran para ella pero ¡qué demonios! ella estaba allí, y él sabía que ella, quienquiera que fuera, le deseaba. Encontró su mano y le hizo tocarla de nuevo, le hizo presionar de nuevo mientras el pezón se alzaba desafiante contra la palma. Suspiró.

No iba a nadar más. Ya no había más excusas, ni más demora, su brazo se movió lentamente hasta que sus dedos se posaron sobre el sitio que la había estado esperando. Muy despacio, para poder seguir flotando, los dedos recorrieron el pequeño montículo, a pesar de haber estado nadando la excitación con la que se había marchado de su cuarto era igual o aún más, notaba perfectamente la humedad almibarada que no podía confundirse con el líquido elemento. Nada más hundir su dedo dentro de la vulva notó como se corría dentro del agua, su fluido era más caliente aún que el agua de la terma. No paró, siguió deslizándose el dedo por los labios, por el clítoris y se dejó llevar, no reprimió tampoco los gemidos ni los conatos de gritos, y notó como se corría una y otra vez, sin que consiguiera calmar su furia. Más por agotamiento que por saciedad decidió poner fin a su  pequeña fiesta privada y sonriendo salió de la piscina y se estuvo secando. Rió entre dientes. No es que no tuviera vida sexual, tenía amigos en su otra vida paralela y algunas aventurillas en las misiones, pero como Orlando no acabara de ponerla en su mira telescópica, iba a tenerse que comprar un vibrador para poder aguantar aquel mes allí. 

Ese pensamiento la puso de buen humor, terminó de secarse y se puso los pantalones y la camiseta, tenía mucho calor para ponerse nada más, se calzó y se fue despacio hacia la puerta. Frente a ella dedicó un último pensamiento al tiempo de placer que se había concedido, sonrió de nuevo y cogió el tirador de la puerta apretándolo con firmeza, abrió la puerta de un tirón y al ir a salir se dio de bruces contra él. No le dio tiempo a interrumpir el movimiento de su cuerpo y acabó estampándose contra su pecho y dándole un ligero cabezazo en el hombro. Orlando la sujetó antes de que rebotara hacia atrás.

-¡Lo siento! He salido demasiado deprisa.

-No, -rió Orlando- yo venía pasado de velocidad, ¿Te he hecho daño?

-No. ¿Y yo a ti? Creo que te he dado un buen cabezazo.

-No. No te preocupes. No me duele, ¿Ya te vas?

-Hmmmm sí, es que… he… estado un buen rato… nadando. –Escuchaba dos voces en su interior ordenándole direcciones distintas.

-¿No quieres nadar un poco más?

-Es que… ya… me iba. Acabo de secarme.

-Bueno. Luego te veo. – Orlando se había despegado de ella y se hizo a un lado para dejarla salir al pasillo. Romy vio cómo bajaba ligeramente la vista y la fijaba en la camiseta de ella. Orlando se dio cuenta de adónde estaba clavado y volvió a subir la mirada algo bruscamente. Ella empezó a caminar por el pasillo sin entender qué había sido ese baile. Escuchó la puerta de la piscina cerrándose, y se miró. La camiseta con la humedad de la terma se había pegado a su cuerpo y sus pezones se vislumbraban perfectamente erguidos y duros como dos fresones bajo la tela. Sus mejillas se cubrieron de un rubor de adolescente, ¡vaya! se le habían ido los ojos, sonrió, eso podía ser una señal de que quizás sucediera pronto su sueño. Siguió caminando y pensando, de pronto le vino otra idea a la cabeza en la que no había reparado, ¿y si Orlando hubiera llegado quince minutos antes? El rubor se convirtió en un rojo escarlata, y de nuevo el pensarlo la estaba encendiendo. No podía ser, ese hombre era un espíritu maligno, no era posible que de nuevo estaba siendo poseída por él. No había remedio ni cura, salvo penitencia, escribir.

 Llegó a su cuarto y se sentó de nuevo, releyó lo que había escrito y sonrió satisfecha. Poco después su mirada empezó a alejarse, se entreabrió su boca mientras expulsaba el aire con jadeos imperceptibles…




10/08/2024




 

-El método Boollmon (fragmento III)


La semana siguiente Boollmon tenía que memorizar una gran cantidad de escenas, estuvimos muchas horas encerrados en la suite o en mi despacho del estudio, repasando una y otra vez las frases, había trozos que le costaban especialmente, los grabamos y él los escuchaba de su voz una y otra vez. Comenzaba la parte más intensa del rodaje, se rodaban las escenas varias veces, algunas las repitieron tantas que se perdía la cuenta, cuando el director se mostraba satisfecho, se empezaba a rodar la siguiente, los actores que no intervenían, estaban por todo el estudio, ensayando, trabajando con los asistentes, se les llamaba cuando les tocaba rodar. Todo el equipo tenía estrés.

Llegábamos a la suite agotados pero la adrenalina no bajaba rápidamente. Algunas noches,  Oswald me llevó a tomar copas, por supuesto de incógnito. Conocía ya qué zonas estaban más animadas y le encantaba llegar a un local y sentarse a observar a la gente mientras se tomaba lentamente su whisky. Podía pasar dos horas o mas, sentado, sin pronunciar una palabra. Algunas veces nos quedamos hasta muy tarde, me pedía que bailara, y me miraba mientras seguía bebiendo. Boollmon recordaba, eso me dijo, que me gustaba bailar. Era cierto, bailar me ponía de buen humor, me servía tanto para descargar el estrés como para animarme si estaba algo deprimida. Algunas veces, después de mirarme bastante rato, se animaba él también, siempre elegía canciones sensuales, en las que pudiera acercarse, pegarse a mí, sus manos recorrían mi espalda, mis caderas.


Una noche de esas me dijo:

-Mira a todos los hombres que están aquí, quiero que elijas a uno, ¿Cuál es el que más te gusta? ¿A quién elijes?

Miré en derredor, estuve fijándome en sus caras, en cómo vestían, en cómo bailaban. Finalmente escogí a uno cualquiera y le indiqué donde estaba y como estaba vestido.

-¿Ese? Tenía entendido que no te gustaban tan jóvenes. A ti te gustan los octogenarios.

-¿Qué? ¿De donde ha sacado esa tontería?

-Te gusta Illne que es como Matusalén. Bueno centrémonos en ese hombre. Míralo bien. Tómate tiempo. Dime como es.

-¿Cómo es?... Bueno, yo diría que… no lleva mucho tiempo en la ciudad, está buscando amigos, es posible que haya dejado la universidad y sus padres están enfadados, quiere probar suerte.

-¿Actor?

-No, no sé por qué pero no parece actor, quizá guionista, o quizá le gustaría dirigir, quizá ha hecho algún corto.

-Bien. ¿Qué tipo de mujeres le gusta? 

- Eso es difícil. ¿Cualquiera?

-No, piensa un poco. Sigue inventando.

- Le gustan…  las mujeres tristes. Las busca para robar historias, las ha ido encontrando en su viaje por todo el país, mujeres con dramas, con frustraciones, ha descubierto un caudal inmenso de historias para escribir, es guionista, estoy segura.

Boollmon sonreía.

-Casi me echo a llorar yo también. ¿Quieres que te obligue a hablar con él?

-No, no quiero hablar con él. No me interesa, sólo era un juego tonto.

-Dezh, si pronuncias esas palabras, ya sabes que apenas puedo resistirme. ¿Sigues olvidando los primeros principios o es que es un sí? Está bien, pensé que te gustaría ver si habías adivinado algo, no te obligaré si no quieres.


Le miré a sus ojos oscuros. Mi respiración se agitó, algo en mi cabeza había cambiado, un programa había alterado su funcionamiento, “un programa una vez establecido no puede ser modificado…” ¿de qué película era? Boollmon también me miraba, esta vez estaba segura que no tenía ni idea de lo que yo estaba pensando. Me levanté y me fui a hablar con aquel chico. Estuve un rato, Boollmon nos miraba desde la mesa, estaba demasiado lejos para oír la conversación, pero nos veía bien. Después de un rato, el desconocido empezó a acariciarme, supuso como parecía obvio, que yo me había acercado para ligar. Miré a Boollmon, el me hizo señas para que volviera. Me disculpé con él, le ofrecí alguna excusa, me dio su número de móvil, lo cogí.


Boollmon me esperaba ya de pie.

-Vámonos.


Tardó bastante rato en hablar, yo conducía camino del hotel, nos cruzábamos con otros coches, las luces iluminaban el interior por unos instantes. Creí que no iba a pronunciar ni una palabra en el trayecto pero no fue así, de pronto me preguntó.

-Bueno, cuéntame ¿Es guionista?

-No. No he acertado mucho, esa es la verdad. No tiene nada que ver con el cine. Sólo adiviné una cosa, ha llegado hace poco y no ha hecho amigos aún. Su empresa le ha enviado aquí, es ingeniero. Acaba de licenciarse con muy buenas notas, y le han ofrecido un buen puesto aunque lejos de su casa.

-¿Te hubiera gustado quedarte?

-No.

-No volveré a hacerlo.

-¿El qué?

-Ponerte ante el conflicto de elegir.