7/27/2024

 




            -Eve y Katmandú.     Orlando (fragmento)


Las alpinistas ya llevaban varios dias en Katmandu, los primeros casi no se habían movido de la cama, habían llegado agotadas y la bajada de altura las había dejado planchadas. Poco a poco la comida y la aclimatación a la capital de Nepal las volvieron a cargar de energía. Y entonces empezaron a contemplar el momento en que llegarían las demás con Orlando, imaginando cada hora cómo sería el encuentro. Y entonces fue cuando empezó el nerviosismo de verdad, la urgencia de que llegara ya el momento. Para poder calmar los nervios, se dedicaron a visitar los lugares que querían enseñar al actor, eligiendo los mejores, lo más queridos para ellas, los restaurantes más auténticos. Dudaron en si ir o no al aeropuerto, estaban deseando verlos pero consideraron mejor esperarlos en el hotel, para no llamar la atención.

Cibercat y Eve habían sabido recientemente que sus amigas Lila y Chantarel por fin habían llegado a la intimidad con él, curiosamente las últimas antes de, como esperaban y sus amigas estaban seguras, ellas mismas. Y conocieron de sus propias bocas las experiencias con bastante detalle, se sentían muy desinhibidas y animadas.

Al llegar el grupo y reunirse en un salón privado para cenar, por unos momentos, se repitió para las dos el shock, el pasmo ante estar viéndolo de forma real delante de ellas, pero pronto dejaron atrás la inmovilidad y Cibercat se adelantó a abrazarlo, después le miró a los ojos y le habló.

-Quizás esto sea muy acelerado Orlando, pero siento ahora un gran deseo de besarte.

Orlando respondió con una sonrisa muy sensual y esperó a que ella le tomara por los hombros y acercara su boca a la de él, 

No se sentía un objeto sexual aunque pudiera parecerlo. Nunca se había sentido así, siempre había sentido un deseo auténtico por cada una de ellas e incluso esperaba con ganas y morbo el encuentro con las alpinistas. Ellas le faltaban para completar el puzzle, el cuadro completo, La rendición de Breda, la completa rendición de Orlando a los ángeles.

Mientras besaba a Cybercat, notó la aspereza a pesar del calor de sus labios, paró un momento a mirarla, el tono de su cara era cercano al marrón, tenía la piel levantada, despellejada, con círculos más claros alrededor de los ojos. De forma instintiva y maternal, le acaricio la cara con ternura. Ella le cubrió la mano con la suya y le dejó ver una intensa mirada de agradecimiento.

Después de ella, Eve, ni siquiera se excusó para abrazarle y darle otro prolongado beso. Las demás esperaron pacientemente, aunque llegó el momento en que empezaron a hacer sonidos y quejarse de hambre para que la otra alpinista finalizara por fin. Orlando las miró, Eve tenía el mismo aspecto que Cibercat, no podían ocultar que hacía poco que habían bajado de la alta montaña. Sus rostros mostraban el color tostado por el reflejo del sol en la nieve, agreste, duro, muy diferente al moreno que se tomaba en una playa. En algunos lados las caras también mostraban grietas minúsculas, de la sequedad, el sol y el frío. Un homenaje y desagradable recuerdo, pensó, a las grietas de los glaciares que habían tenido que cruzar para seguir ascendiendo. La poca piel que quedaba al descubierto con la ropa de alta montaña, mostraba claramente la dureza y el sacrificio. Los labios eran los más maltratados, sin duda, las grietas, la piel levantada, las durezas o pérdida de color, reflejaban que su afición era realmente una proeza en la que tenían que sacrificar partes de su cuerpo, como sabía, entre ellas, algunos dedos de los pies. Desde luego este no era un desafío que le tentara.


Al verlas juntas reparó en cuánto se parecían, además del rostro, que había sufrido las mismas inclemencias, eran muy parecidas en el cuerpo. Aunque se las podía reconocer por el cabello, éste era muy distinto.


Las alpinistas eran veganas estrictas. Por cariño a ellas, toda la cena típicamente nepalí, lo fue igualmente. Tanto Orlando como el resto de las chicas se sentían bastante inclinadas en esa dirección, aunque unas con más seguimiento que otras, aún no habían llegado al compromiso de sus amigas.

Orlando no era ajeno a esta comida por sus retiros budistas. Disfrutó especialmente de la sopa thupka, y el dhal bhat muy picante pero delicioso.


Charlaron, rieron y bebieron hasta bastante entrada la madrugada. Fueron retirándose para dejar un poco solos a Eve y Cibercat con Orlando y que pudieran disfrutar un poco de su invitado de forma más privada. Todos entendieron la maniobra y después de un rato de charla de los tres solos, Eve le dijo.

-Sabemos que estarás muy cansado y que la tensión de estos últimos días ha sido extrema, pero… nos gustaría pedirte… no sé… puedes por su supuesto decir que no… lo entenderíamos… pero nos encantaría dormir esta noche abrazadas a ti. Sólo dormir. -sonrió

Orlando las abrazó, tenía una a cada lado.

-Por supuesto… claro… yo me sentía también conectado a vosotras antes de llegar aquí. Es raro… pero formáis parte de esta comunidad a la que me he unido. Y me apetece mucho la idea, claro que sí.


Después de la larga charla tras la cena se fueron en pijama a la habitación de Orlando que las esperaba ya en la cama, de tamaño suficiente, y se metieron bajo las sabanas y las mantas, pegándose a él, a cada costado, acogidas en sus brazos. Recordó a Aquiles en Troya, vaya, también él, un humilde mortal, no un dios o un semidiós, podía recrear aquella escena. Y no creía que Aquiles hubiera podido sentirse más pleno que él en ese momento.


Le preguntó a Cibercat por el gabinete de adivinación y ella le estuvo contando muchas anécdotas, en general divertidas y algunos trucos tecnológicos con los que había conseguido que los clientes creyeran ciegamente en Chantarel. Habían logrado componer un duo increíble, un engranaje perfecto. Por varios años evolucionaron, como le había contado la adivinadora, pero mantenían los mismos principios para el negocio y para sus vidas, no asfixiaban a los clientes y no se afixiaban ellas tampoco. Se daban pequeños respiros, así Chantarel comenzó a hacer kitesurf en escapadas a las playas mas cercanas, aunque pasaban la mayor parte del día juntas y solas. Hasta la pasión por Orlando había nacido a la vez. Bromeaban las dos a menudo con que fueron gemelas idénticas en una vida pasada.

Luego Eve le estuvo contando la historia, bastante rocambolesca, de cómo consiguió sumarse a una expedición de una televisión francesa al Karakorum, y llevarse a Lila con ella, su amiga se lo había agradecido tanto, le había dicho tantas veces que se sentía como en un pozo, impotente… y de pronto iban las dos en avión, con una resaca de campeonato a su primer trabajo.

Era curioso escucharlas, escuchar esas historias desde otro punto de vista, parecidas pero no iguales. Y era tremendamente curioso confrontar la imagen que subsconsciente e involuntariamente había creado de estas dos mujeres con la realidad, la diferencia entre la imaginación y tenerlas allí abrazadas, añadir el sonido de sus voces a los demás ya registrados, sus risas, detalles de cada una, formando una fusión que aumentaba la ternura que ya sentía.








38.-

Al día siguiente ya salieron por la ciudad y visitaron varios templos. El de Pashupatinath fue el que más le impactó al actor. Pudieron observar una cremación al otro lado del río, era como una realidad paralela, de varios siglos atrás. En el silencio mas absoluto, con una devoción que les arrastró también a ellos, unos familiares cumplían con el rito para su ser querido.

En la parte del río donde estaban había cientos de pequeños templetes con lingams, hechos en piedra, y alineados, de forma que podían verse muchos en linea recta desde donde uno mirase. La zona era muy sagrada y había muchos y muchas sadhus que oraban o simplemente, descansaban al lado de algún templete o escalera. Pashupatinath era inabarcable a la vista y aunque era hindú y no budista, se sintió extrañamente impelido a sentir devoción y respeto por aquel lugar, sus fieles y sus ritos.

Visitaron después la plaza Durbar y recorrieron un gran número de calles cercanas, mezclándose con la gran multitud compuesta de habitantes, turistas y fieles. Cientos de puestecillos que vendían comida, bebidas, recuerdos, a veces cosas extrañas que no eran capaces de adivinar, se apiñaban en las calles, dificultando el paso a la gente, pero haciendo del caminar una experiencia lenta, exótica y fascinante. 


A pesar de ello y del agotamiento, después de cenar aumentaba su deseo en paralelo al esfuerzo que había dedicado al día y concertaba con alguna de las chicas una noche también intensa. Por supuesto las primeras fueron las alpinistas que tanto habían soñado en las alturas, con poco oxígeno y mucha excitación, cómo serían sus encuentros con el actor. 


Eve fue la agraciada a la siguiente noche, no le parecía bien elegir él a una, así que hizo un juego mental que luego les contó. Decidió que la primera de las dos, que le hablara aquel día sería la compañera de lecho y así fue. 


        Ella apareció sin rastro del cansancio del día, con una sonrisa tan amplia, difícil de mantener en sus labios agrietados y un cuenco en las manos, misterioso, tapado pero que dejaba un rastro de olor inconfundible.

Ella le desnudó primero, y le besó.

-No puedes imaginarte qué erótico es para mí besarte y tocarte…

Era bastante alta para besarlo cómodamente pero prefirió tumbarlo en la cama y entonces acercó el cuenco mientras él la miraba con una expectante curiosidad.

-Es chocolate con rakshi, el licor típico de Nepal, le he puesto poco porque es muy fuerte. Y un toque de cúrcuma que me encanta.

Cogió una cuchara de la habitación del actor y se sentó a su lado en la cama, aunque para estar más cómoda, cambió al poco y se sentó a horcajadas encima. Hasta ese momento él pensaba que se lo iban a beber o a tomar con la cuchara pero lo que hizo a continuación fue una auténtica sorpresa.

Comenzó a extender un poco en el cuello de Orlando, él notó el calor, algo más que templado y el aroma que se diseminaba a su alrededor. Incluso así ya era un placer exquisito sentirlo, cuando la lengua de ella empezó a recorrer los mismos lugares. La tibieza de su lengua, con un calor distinto, y las cosquillas lo colmaban. 

La acercó para besarla y notar dentro de su boca el sabor delicioso. Se apreciaba claramente el licor porque se quedaba en la lengua algo más que el chocolate negro y el ligero picor de la cúrcuma.

Ella siguió repitiéndolo en otras zonas, cada vez lo sentía de forma distinta pero con un placer paralelo. Llegó al pene y con mucho cuidado lo puso lejos del glande. Y cuando empezó a lamerlo, igualmente, se aseguró de que no quedara rastro de licor en su lengua para que no se irritara o sintiera quemazón.


Antes de que se acabara, él quiso probar también y extendió una capa por los pechos y pezones de ella, empezó con lentitud a lamerlo, pero cada vez el chocolate iba desapareciendo mas rápidamente. Eve le había advertido que no  lo pusiera sobre sus cara o sus labios, pero cualquier otro lugar sería bien acogido tanto el chocolate como su lengua. Aunque se sorprendió porque él bajó a sus pies y le estuvo lamiendo los dedos, incluso los amputados, con una delicadeza y ternura que le hicieron saltar las lágrimas.

El resto lo dejó para el vientre y el monte de Venus, como había hecho ella, pensaba que el licor podría irritarle la vulva, aunque después Eve le pidió probar y él le pasó la lengua levemente recubierta de la crema por los labios con mucha suavidad. Al principio sólo notó la textura, algo que se depositaba en su zona íntima pero al poco sí empezó a notar. Le dijo a Orlando que no era desagradable, notaba un calor afilado e intenso, que subía y bajaba de gradación en instantes, y, desde luego, acompañado de su lengua, era delicioso. Cuando no quedó ningún rastro del chocolate hicieron el amor con una compenetración impropia para la primera vez, disfrutando un placer maduro, sereno, en momentos completo, abrumador, deliciosamente envueltos hasta el final, que se prolongó mucho, en el aura odorífera que, a los dos les estimulaba y calmaba de forma alquímica, y por fin, en la nube de olor a chocolate especiado, el cansancio acumulado del día les invadió y se durmieron abrazados.

7/05/2024





            -Cawty II.  Tatuajes  (Orlando, fragmento)




-Casi parece un sacrilegio tocarte. –Cawty sonrió, él la imitó- Pero…  me declaro sacrílego… -la rodeó con el brazo izquierdo mientras la mano derecha seguía acariciando y apretando alternativamente el seno, la guinda se abrió exhalando el aire, justo antes de que fuera engullida. 

Cawty sintió con gusto la falta de aire, distinto método de “El Imperio de los Sentidos” pero eficaz para sentirse mareada, quería perder un poco la conciencia y sentirse flotar. Había sido una buena idea vestir el kimono, ¿qué mejor ocasión que aquella para estrenarlo?, la llenó de gozo comprobar que lo había sorprendido, lo había visto en sus ojos. Orlando no podía imaginar cómo le deseaban, qué largos se hacían los días para las chicas a las que no había tocado, esas que no se atrevían ni siquiera a confesarse cómo esperaban aquel momento, ni mucho menos a concebir que él pudiera pasar de largo. No, no… no debía hacer eso… tendría que… apurar… el tiempo, aunque… ahora… ya no podía pensar más… ya no podía pensar en nada más que…   

Orlando liberó los labios lo que aprovechó Cawty para respirar hondamente. El la tomó en brazos y la llevó a la cama. Rodeada por la estructura negra, la colcha mullida, una pieza de raso carmesí, parecía un cuadro enmarcado. La dejó allí con cuidado.

-No eres muy amante de los colores relajantes. –le dijo sonriendo. Cawty lo acercó a ella.

-Lo último que querría ahora sería relajarme. Ven.

El segundo beso dejó atrás la ternura y la delicadeza. El ansia y la urgencia había ocupado su lugar, rodaron, alternativamente uno sobre el otro, se buscaron con avidez. Las bocas apenas conseguían separarse un segundo cuando de nuevo se cerraban una sobre la otra. El carmín quedó extendido sobre el blanco como prueba de los intentos de ambos de devorarse, Orlando paró un momento mientras jadeaba, la miró. La pasión había mezclado los colores en la cara de Cawty de forma curiosa, ahora parecía la modelo de un pintor abstracto. 

-Qué hermosa estás así… 


Se deslizó un poco hacia atrás hasta colocarse a los pies, de rodillas tomó el pie de ella y comenzó a lamer la serpiente yakuza. 

Sólo un instante de contrariedad, un repentino vacío en los brazos, abstinencia. Sólo un segundo, las sensaciones volvieron a llenarla, las caricias de sus dedos y de su boca marcaron un segundo tiempo, qué dulces eran sus labios recorriendo la piel, apretando, mordisqueando. Paró.

-¿Y éste que significa?

Sobre el muslo tenía tatuada la cabeza de un búho con los ojos cerrados.

-¿El búho? –le miró sonriendo, serenándose un poco- Es un símbolo de buena suerte. –suspiró exhalando el aire- Los tatuajes dan buena suerte en general, se consideran una protección, mis antiguos colegas los usan mucho. ¿Sabes? Un japonés nunca se tatuaría un nueve como llevas tú, es mala suerte.

-¿Sí?

-El cuatro y el nueve no se nombran, no se escriben si se puede evitar. Nueve se pronuncia “ku” igual que sufrimiento. Igual que las palabras cuatro y muerte, se pronuncian igual. No hay habitación cuatro en los hoteles… como aquí el trece.

Orlando sonrió, dejó un beso muy tierno al lado del búho.

-No lo sabía… -tomó el cinturón para ir deslizándolo hasta quitarlo, abrió el kimono para contemplarla desnuda. 

Esta vez se quedó completamente paralizado, sus ojos se abrieron sin poder comprender qué era aquello.

Desde el pubis de Cawty, un dragón de un realismo desconcertante le clavaba la mirada. Tenía las fauces abiertas encima de la vulva, con una expresión de lascivia y voracidad, con unos ojos demoníacos, parecía advertir a cualquier eventual espectador que no osase ni siquiera acercarse a su guarida.

Tardó algunos segundos en comprender que era sólo otro tatuaje. Aún atónito, escuchó la voz de Cawty y la miró con la boca abierta.

-Lo siento –dijo ella- quizás debería haberte dicho algo, no imaginé que te impactaría tanto.

-Joder, no he visto nada igual en mi vida. Dudaría de que puede hacerse un tatuaje tan real si no lo tuviera delante.

-Vi un grabado de este artesano, y le convencí para hacerlo… 

-Es… es…

-Sé que es complicado encontrar palabras. –le sonrió- Me gustó hacerlo… mucho, y me gusta llevarlo.

-Dolería…

Las pupilas se reflejaron en las otras unos segundos.

-El dolor es parte del tatuaje, tú lo sabes. Parte de su historia. El recuerdo del dolor permanece unido al dibujo, así que sabes cuánto costó pero también conoces qué nivel de dolor puedes soportar… y sabes que puedes llegar aún más lejos. También comprendes que el dolor no te vence, es parte del entrenamiento…

Orlando se había fijado en algo más.

-No tienes…

Cawty negó con la cabeza.

-Primero fue el láser, había que dejar el lugar despejado al pintor. Parece que empiezas a recuperarte. –rió- Tampoco el dibujo lo elegí al azar, significa que sólo pertenezco al dragón, que soy… que era una yakuza libre, si alguien podía verlo sabía que estaba en ese lugar sólo como invitado. Lo cierto es que quise que resultara brutal… -volvió a reír- y me tomé mucho trabajo para conseguirlo.

Orlando volvió a mirarlo y a admirarse de nuevo de sus detalles y de la maestría con la que lo habían hecho.

-¡Por San Jorge! Te desafío demonio, puedes seguir mirándome de esa manera pero no lo evitarás, voy a apoderarme de ella. Hoy esta mujer es mía.

Entre sus piernas, alcanzó la cueva del dragón y dejó que la lengua recorriera sus oquedades, contornos y fisuras lenta y meticulosamente. El dragón tembló, no como un espejismo, supo que no era el vientre de ella acusando el placer, parecía realmente convulso de ira. Sonrió y prosiguió ahondando en los pliegues, y dejando que la dueña vibrara y fuera perdiendo a cada nueva riada las defensas y la conciencia.