Orlando (fragmento)
5.
Orlando descansaba tumbado en la cama y mirando al techo. El paseo le había sentado muy bien, le había relajado estar afuera, había podido ver que el lugar era precioso y se perdía en la distancia sin verse los límites, tal como le habían dicho.
Sonó un golpecito en la puerta y se abrió. Hesperia le traía la cena, fuera, el cielo comenzaba a tener tonalidades cenicientas, la chica encendió la luz y la ventana les reflejó.
-¿No tienes hambre?
-Empezaba a tener algo. Gracias.
-Mañana te llevaremos a conocer el castillo y comerás con todas nosotras, con las que están aquí. No estamos todas ahora.
-¿Están en alguna misión?
-Parte sí y otras están en sus otras vidas. No vivimos aquí entre trabajo y trabajo.
-¿Desapareces de tu vida para hacer estos trabajos?
-Más bien tengo una tapadera que puedo dejar para dedicarme a esto que me encanta.
-¿Y cual es tu tapadera?
-Más adelante te lo contaré. Cuando tenga más confianza.
-Genial. Yo debo ganarme tu confianza. ¿Llevas una doble vida, con familia y todo eso…?
-¡No! ¿Cómo iba a hacerlo? No es compatible con este trabajo. No, nosotras somos como los jedis, prohibidas las relaciones duraderas. Quizás eso explique un poco que le cobremos cariño a desconocidos.
-Eso iba a preguntarte, ¿cómo se puede tener afecto a alguien que no se conoce? Vosotras podéis ver mis entrevistas, mis películas… pero podría ser todo una fachada, yo podría ser un completo imbécil. Seguramente os he decepcionado, seguro que os parezco un cobarde.
-No ¿por qué?
-No he luchado, no he intentado escaparme.
-Eres listo. No lo habrías conseguido y lo has descartado. Has captado la situación. Has dudado muy poco de la información que te hemos dado.
-¿Y eso demuestra que soy listo?
-Sí. A pesar de que era inverosímil lo que te estaba ocurriendo, has tomado las decisiones correctas, esperar y encajar. Cualquier otra reacción hubiera sido torpe.
-Gracias, lo consideraré un halago. Dime una cosa ¿soy o no soy muy diferente a la imagen que tenías de mí?
-Es curioso pero no lo he pensado todavía. Aún no es posible que te comportes tal como eres, no es como si nos hubiera presentado un amigo en una fiesta. Pero pensándolo, te diré que por ahora, no hay nada que me haya extrañado o decepcionado. Y tampoco a las chicas por lo que han dicho.
Hesperia comenzó a andar hacia la puerta.
-No te vayas.
Ella se paró y se volvió a mirarle. Orlando tenía un gesto serio.
-Ese afecto que me habéis cobrado siguiendo mi carrera, esa predilección por mí ¿qué es exactamente?¿incluye también el deseo?
-¿El deseo?
-Quiero saber hasta dónde queréis llegar. Me habéis secuestrado, habéis vuelto mi vida del revés, iba a casarme dentro de quince días, y me habéis traído aquí, en mitad de la nada, narcotizado. Cuando pienso en todo eso, siento una gran ira recorriendo mi cuerpo. De verdad. Siento un gran enfado por la impotencia frente a esta situación. Sé que os habéis mostrado amables, quizá también eso me cabrea. Y esa ira… me… hace tener unas sensaciones muy fuertes y contradictorias.
Y no sé por qué maldita cosa, pero esa ira me excita. Quiero saber ya que me encuentro aquí, impotente en esta situación, si puedo empezar a desahogar esta ira contigo.
Hesperia le miraba sorprendida. Orlando caminó y se quedó junto a ella.
- …perdona… yo… no me imaginaba… no esperaba… que te sentías… así…
-Joder, te he hecho balbucear. Juraría que no te pasaba desde hace años. Sabíais que me gustan las emociones fuertes, lo que quizás no sepáis es que la adrenalina me provoca otros efectos colaterales.
-Ah…
-¿Sabes qué es lo que me gustaría hacer ahora?
-No…
-Me gustaría inclinarte sobre la cama y penetrarte a empellones hasta que no me queden fuerzas.
Hubo un momento de silencio.
-En fin, por tu forma de mirarme, supongo que nunca habrías imaginado que iba a decirte eso.
-Lamento… que… espero… que… nos podrás perdonar…
Ella fue a moverse, pero Orlando la sujetó por los brazos.
-Espera. Lo que te dicho ha sido muy grosero. Algunas veces soy así, un salvaje lascivo y soez, eso supongo que no lo sabías. No soy ningún caballero inglés y menos con en situaciones estresantes. Pero me gustaría saberlo ¿realmente, como admiradora me deseas? ¿Has imaginado alguna vez cómo sería? ¿Cómo te tocaría?
Ella volvió a hacer un amago de volverse y él la sujetó aún más fuerte. Le pasó un brazo por detrás y la mantuvo sujeta por la cintura. La otra mano fue al pantalón, y consiguió introducirse dentro, bajó recorriendo su vientre, sintiendo que ella estaba muy tensa, pero no había un claro rechazo tampoco. Empezó a tocarla y esta vez él fue el sorprendido.
-¡Vaya! Te ha gustado imaginártelo. Fíjate. Nos parecemos Hesperia, la adrenalina tiene sobre ti el mismo efecto.
Hesperia reaccionó por fin.
-¡Ya está bien! –le tiró con brusquedad del brazo y lo sacó de su pantalón. Estaba respirando agitada. Quería recuperar el control, ¿Qué había pasado? ¿Cómo había dejado que la situación se le escapara? Empezó a caminar hacia atrás, hacia la puerta. Movió el picaporte mientras lo miraba. Orlando desvió su mirada hacia el ventanal.
-Lo siento, discúlpame. Ha sido un desahogo. Después de todo lo que ha sucedido hoy, entenderás que estoy fuera de mis casillas.
Hesperia abrió la puerta y le contestó saliendo.
-No, yo lo siento. Te comprendo… comprendo como te sientes.
Transcurrieron unos diez minutos y la puerta volvió a abrirse.
-No estoy acostumbrada a quedarme sin palabras. Me bloquée… necesitaba unos minutos para reaccionar, no me lo esperaba. Esto sí que no lo esperaba.
Me has preguntado si se incluye el deseo en la inclinación por alguien famoso que admiras. En tu caso, existe, por supuesto. Me atrevería a decir que todas nosotras lo sentimos. No esperaba esa reacción y me has cogido a contrapié, me has desconcertado. Aunque… has podido comprobar que no me has resultado desagradable a pesar de tu rudeza.
Bueno Orlando, aquí estoy. He apagado las cámaras. Si necesitas descargar tu ira, si aún deseas hacerlo, puedes descargarla conmigo, yo estoy dispuesta a recibirla.
Orlando se acercó a ella de nuevo.
-Ahora soy yo quien se ha quedado sin palabras. –la sujetó y empezó a morderle en el cuello- Las cámaras… has ido a apagar las cámaras… ¿las otras nos estaban viendo?
-Espero que no, creo… que están cenando. Cuando vuelva… borraré nuestra conversación.
Siguió recorriendo su cuello, a medias entre la suavidad de rozarla con los labios y a veces apretándola más, incluso ella notó sus dientes en algunos momentos, mientras le musitaba al oído palabras y trozos de frases.
-Me estabais vigilando… espero que no tengáis… cámaras en el baño.
-No, -jadeó una risa- no somos tan retorcidas, sólo tenemos un sensor de calor. –La respiración de Hesperia comenzaba a agitarse de nuevo- Sólo para saber si estás allí… nada más.
-Así… que has apagado las cámaras… ¿Cuándo… has decidido… aceptar?
-No estoy segura… quizás cuando cerré la puerta… no… lo recuerdo…